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Aún hoy, por la mente de María Isabel Urrutia pasan los momentos más duros de su vida, como si se tratara de una película. Y le retumban en sus oídos las palabras del coronel socialista retirado, Gantcho Karoushkov -el entrenador que la llevó a la conquista de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Sídney-, gritándole: “¡hay que trabajar más!”.
Fue un año tormentoso, recuerda María Isabel, quien por años buscó respuesta a la locura de haberle aceptado la idea de tener que rebajar casi 25 kilos para competir en la Olimpiada.
“Usted, señorita, se pone a dieta y trabaja conmigo que yo la llevo a ganar el oro”, le decía, en tono imponente, una y otra vez, en su enredado idioma (combinación del búlgaro -su idioma de origen- con el español).
El reto era ese. Urrutia, que pesaba cerca de 100 kilogramos tenía que bajar al límite de los 75 si quería ganar, según el flemático Gantcho.
“Era una locura”. Siempre lo dijo María Isabel entre risas y chanzas. Cambiar los hábitos alimenticios de la noche a la mañana e invertir el proceso: antes comía para subir de peso y en esa ocasión debía dejar de comer para cumplirle al exigente y testarudo entrenador. Pero igual, reconoció que esa fue la clave para cumplir tal objetivo. Tenía un año largo para lograrlo.
La descabellada idea solo se le ocurrió al búlgaro. Alguna vez, hablando de la hazaña de su pupila, reveló que la masa muscular de María Isabel le permitía rebajar toda esa cantidad de kilos de grasa. “Ella era pura fibra”. Y con razón. “Inflándola”, como decía Gantcho, haciendo que cogiera más peso no le aseguraba nada en la máxima división de las damas en halterofilia (+75 kilogramos), porque allí encontraría competidoras que superaban con facilidad los 100 kilos de peso corporal.
La situación, sin embargo, tenía que ver con que no era él quien haría el sacrificio de reducir peso sino ella. “No veía fácil bajar todo ese peso, máxime si tenemos en cuenta que acababa de salir de una cirugía y que la inactividad ya era preocupante a un año de las justas”, reveló Urrutia.
“En un momento, creo que de locura, lo vi fácil y me dije: lo voy a intentar”. Y aceptó sin saber a lo que realmente se atenía. Fue un tormento bajar las raciones alimenticias y, día a día, someterse a la presión de una báscula que parecía una enemiga. Y, paralelamente, aumentar las cargas de los entrenamientos, el gimnasio y las concentraciones fuera del país, así como el proceso de fortalecimiento de sus rodillas. Ese régimen, al final de cuentas, dio resultados. Gantcho se salió con la suya y María Isabel logró oro.
La primera dama
Todo en la vida de Urrutia Ocoró está marcado por un número: el 1. Primera mujer colombiana en ganar una medalla de oro en Juegos Olímpicos (Sídney-2000), primera en obtener una presea de oro en los Juegos Mundiales (Lahti-Finlandia-1997), primera en participar en un Mundial de pesas (Manchester, Inglaterra-1988, medalla de plata), primera en coronarse campeona mundial (Yugoslavia-1990), primera en portar la bandera tricolor en unos Olímpicos (Sídney-2000) rompiendo una hegemonía masculina de 64 años desde que el país empezó, en 1932, su recorrido en estas justas; primera mujer del deporte en llegar a la Cámara de Representantes (2002), primera en ser candidata a una alcaldía (Cali, en 2010) y primera latinoamericana en ser declarada por la Federación Internacional de Pesas entre las mujeres del siglo (figuró segunda).
En el recuerdo queda aquel 21 de septiembre de 2000 -sobre la madrugada, cerca de la 1:00 a.m., cuando muchos colombianos pegados a la pantalla de televisión y aún sin comprender la mecánica de las pesas -adobada por errores garrafales de los presentadores de Señal Colombia- ni tampoco la estrategia de ajedrez que se jugaba Gantcho con cada salida de María Isabel a la tarima del pabellón de Sídney, presenciaron la consagración de la más grande.
Los kilos que bajó (de 98 a 75) premiaron a la colombiana. Y gracias a que llegó a la competencia “exprimida”, pues de las tres que igualaron en peso levantado el primer sitial, ella fue la más “liviana”. En la báscula había pesado 73.28. Por 92 gramos obtuvo el oro, superando a la nigeriana Ruth Ogbeifo (74.20 kg) y a la china Yi Hang Kuo (74.52), con quienes empató levantando 245 kilos.
La licenciada en Educación Física y Deporte con énfasis en Pedagogía, título concedido por la Universidad Adventista de Medellín y especialista en Derechos humanos y de la Mujer de la Escuela de Género de la Corte Penal Internacional y en Derechos humanos y de género en la Escuela de Género de la Corte Interamericana de Washington, asume hoy ese triunfo con el mismo pensamiento de ayer, casi sin creerlo