En 2013, China superará a Alemania y Estados Unidos para convertirse en la mayor fuente mundial de turistas que viajan al extranjero: 78 millones.
Valga un ejemplo: una cuarta parte de todas las compras "duty free" que hacen los turistas en Francia provienen de las billeteras chinas.
Los chinos han invadido Europa y la tendencia es creciente: si en este momento Francia, el país más visitado de la Unión Europea, cuenta con 2,8 millones de turistas chinos al año. Dentro de 5 años la cifra se catapultará a 6 millones.
Con cifras tan dinámicas y abultadas, no es de extrañar, pues, que los países europeos sean creativos para atraer las miradas y los bolsillos de los viajeros del Imperio del Medio. Más aun cuando los estudios han determinado que 60 % del presupuesto de viaje de cada uno de ellos se dedica a adquirir artículos, más que a comer o pasear.
Y que las estadísticas muestran que un turista chino promedio gasta más del doble que uno brasilero y 50 % más que uno ruso.
Este año 78 millones de chinos armados con sus maletas gastarán 80.000 millones de dólares. Solo hay que imaginar cómo evolucionará ese gasto cuando en apenas 7 años sean 120 millones de chinos los que salgan a vacacionar.
Pero para conseguir un pequeño pedazo de esa inmensa tajada es preciso conocer e interpretar bien las preferencias del turista mandarín.
España, por ejemplo, que focaliza su promoción como destino en el atractivo del sol y de sus playas, se ha encontrado con que culturalmente las vacaciones al borde del mar no son las que entran dentro las prioridades del viajero chino, debido al culto que profesa esa raza, como todas las orientales, a las pieles blancas. Un verdadero drama para España es que solo 0,05 % de los millones de turistas que pisan su suelo sean de origen chino. Pero igualmente una fenomenal oportunidad para explotar.
La experimentación gastronómica no es algo, tampoco, que pone a soñar a los turistas originarios de China, por lo que el imán que atraiga la atención de tan importante contingente humano no va tampoco a venir por el lado de la comida autóctona.
¿Cuál es, pues, el destino preferido de estos viajeros y qué es lo que aspiran encontrar en tales lugares?
En el momento actual en que ya la afición viajera se ha destapado, la clave reside en poder detectar con anticipación adónde se dirigen los cambios de comportamiento que se van produciendo en la medida en que el poder de compra del ciudadano promedio chino aumenta y se consolida.
París parece ser la urbe que mejor ha entendido lo que hay que ofrecer. Una publicación de Le Figaro especialmente diseñada para captar el interés de estos turistas -Paris Chic- ya circula en 220.000 ejemplares, 70.000 de ellos en China. Una mirada a su contenido y a sus anuncios es capaz de ilustrar sobre lo que realmente le interesa a esa inmensa tajada de ávidos viajeros.
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