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HISTÓRICO
Baldías, el páramo cerca a Medellín
  • Baldías, el páramo cerca a Medellín | Uno de los dos remanentes de frailejones que permanecen en Las Baldías. Su área es reducida. FOTO HENRY AGUDELO
    Baldías, el páramo cerca a Medellín | Uno de los dos remanentes de frailejones que permanecen en Las Baldías. Su área es reducida. FOTO HENRY AGUDELO
POR RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ | Publicado

La lluvia se intensificó desde las partidas de San Félix (Bello). La neblina, que se veía bien arriba se tendió sobre el carreteable que conduce a la cima.

La vía, que parece una bendición para conocer el páramo es la mayor preocupación para la protección de Las Baldías, un ecosistema paramuno a una hora de Medellín.

Infinidad de pequeñas parcelas campesinas a lado y lado tejen este pesebre en el que el ganado lechero predomina hasta bien arriba de la montaña. Una que otra finca de recreo de gentes de la gran ciudad completan el paisaje.

La bruma abre a veces un boquete por el cual se perciben antenas repetidoras de toda clase y vuelve a cerrarse. Llueve con insistencia.

Las Baldías es una de las nuevas áreas de páramos identificadas por Corantioquia para elevar a la categoría de zona protegida por encima de los 2.900 metros.

La carretera, que existe hace décadas, empedrada pero en buen estado, se estrecha. El agua rueda en hilillos por los bordes del escarpe y se cuela entre las plantas de variado tipo adheridas a las sinuosidades de la montaña.

Son 860 hectáreas las delimitadas en esta cuchilla que bordea el Valle de Aburrá norte y se extiende hacia el occidente. Allí hay dos reductos de frailejones, emblemática planta de los páramos.

Uno está antes de llegar a las antenas, cuenta Jaime Diego González, ingeniero forestal, miembro del equipo que estudió las nuevas áreas.

El otro está detrás de la antena de la Policía, al lado de una cancha pequeña de fútbol. La altura ahí son 3.175 metros sobre el nivel del mar, dice un residente.

La existencia de la carretera es una amenaza. Por ella suben los fines de semana caminantes y visitantes en auto. Y aunque no está vedada la visita, el ecosistema es muy frágil.

Es el más amenazado de los nuevos páramos, dice Alejandro González, director de Corantioquia.

Los frailejones del sector occidental evidencian cierto grado de deterioro, aunque se asegura que están en proceso de recuperación.

Al llegar a las antenas un ramal se desvía al oeste. El otro termina en varias de estas estructuras. Solo se escucha un perro ladrar.

Hay multitud de matas con flores. Rojas, amarillas, moradas. No hay viento, aunque no es extraño en el lugar, comenta uno de los uniformados.

En la cima la vegetación no es continua, arbustos y plantas bajas dominan, junto a parches que reflejan la intervención desde cuando se establecieron las antenas.

La neblina no lo deja ver, pero al otro lado, separado por el Boquerón y la antigua carretera a San Jerónimo está el Cerro del Padre Amaya que hace parte de esta cuchilla, y al cual se llega por otro carreteable.

Allí hay una base militar. Los frailejones que hubo son ahora un recuerdo lejano.

Sandra López y Beatriz Arango, directoras del Grupo de Caminantes Los Patianchos dicen que en Las Baldías hay una flora rica. "Además de frailejones hay puyas, cojines, pajonales, musgos, líquenes, juncos, cardos, orquídeas, quiches, zarros y otras".

Se encuentran muros de agua, lagunas, turberas y nacimientos de quebradas como El Hato, La García, La Madera, La Iguaná y otras, dicen.

"La panorámica es excelente y si está despejado, es de 360 grados".

Cuando sea reconocida su delimitación bien por el Ministerio del Medio Ambiente, bien por el Consejo Directivo de Corantioquia, podría tener mejor protección.

El área es visitada también por un turismo especializado, como los observadores de aves, que se cuidan de no impactarla.

Es el páramo de Las Baldías, una joya de la naturaleza en las barbas de Medellín y un ecosistema frágil.

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