La semana pasada estuvo en Colombia el Primer Ministro de Canadá, Stephen Harper, como antesala a la entrada en vigencia, este 15 de agosto, del TLC con ese país. El señor Harper, en reunión con el Presidente Santos, destacó la importancia que representa Colombia para el comercio y la inversión de esa nación.
Efectivamente, en la actualidad más de 70 empresas canadienses tienen inversiones en Colombia. El valor de estas inversiones sumaba, en 2010, 824 millones de dólares. Adicionalmente, el comercio entre ambos países alcanza la cifra de 1.400 millones de dólares.
El Acuerdo con Canadá es de gran importancia para nuestro país pues su economía es una de las más grandes del mundo, el ingreso per cápita es de 38.600 dólares y tiene una de las más altas tasas de importación por habitante. Esto representa, para Colombia, amplias oportunidades comerciales para colocar sus productos de exportación.
Gracias al Acuerdo, a partir de esta semana, el 98 por ciento de nuestras exportaciones entrará libre de arancel al mercado canadiense. Esto nos iguala en condiciones de acceso con otras naciones latinoamericanas con las cuales competimos en dicho mercado. Según el DNP, el Acuerdo aumentará el PIB de Colombia en un 0,06 por ciento y en 0,21 por ciento las exportaciones.
El TLC con Canadá ofrece la oportunidad para que el país no sólo promocione la creciente oferta de productos tradicionales, la cual expresa adecuadamente las ventajas comparativas con que se cuenta, sino que, a la vez, impulse el deseable desarrollo de exportaciones con mayor grado de sofisticación. Colombia debe seguir el ejemplo de otras naciones, como Finlandia, que, a partir de la vinculación creciente de conocimiento en su industria forestal, desarrolló amplias capacidades científicas y de innovación que luego dieron lugar a la empresa de celulares Nokia.
Colombia debería ver en los TLC, la oportunidad estratégica para impulsar, desde el comercio de exportación, la reindustrialización del país, iniciativa esta que, acertadamente, promueven algunos sectores de la academia y el empresariado. Pero este nuevo impulso a la industrialización no puede provenir, como ocurrió a mitad del siglo pasado, del proteccionismo y los altos subsidios estatales, sino que debe ir de la mano del desarrollo científico y tecnológico. En este ámbito es, precisamente, donde la locomotora de la innovación podría cumplir su cometido.
Debemos entender que, en los años que siguen, progresivamente van a ir entrando en vigencia nuevos acuerdos comerciales con países desarrollados, como la Unión Europea y, posiblemente, Corea del Sur. Esto representa oportunidades no sólo para importar productos a menores costos sino, muy especialmente, para ampliar nuestras exportaciones de bienes y servicios.
Hasta hoy no existe, en diversos sectores de la sociedad, suficiente conciencia de este hecho y, en consecuencia, Colombia no se ha preparado adecuadamente para hacer de los acuerdos comerciales el medio a través del cual se impulse el crecimiento y el desarrollo del país.
Colombia debe, entonces, aprovechar la oportunidad que ofrecen los TLC para potenciar el desarrollo de su aparato productivo y de servicios, especialmente el del sector industrial, basado en la innovación y la incorporación creciente de nuevo conocimiento en sus procesos y productos. De esta forma, el país podrá migrar de una oferta exportadora basada, esencialmente, en productos tradicionales a una oferta de bienes con mayor grado de sofisticación, al tiempo que sacar el máximo provecho de los TLC.
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