¡Que se dé por bien servido el papá de Mafalda! Si la muchachita le sale con semejantes ocurrencias que le dejan los ojos abiertos, qué dirán los papás de los niños que nacieron en el nuevo milenio, conocidos como la Generación del Milenio.
¿Estamos innovando en educación, para capitalizar sus fortalezas y afianzar sus debilidades?
La Generación del Milenio tiene la capacidad de conformar grandes comunidades y movilizar muchas personas, en torno a causas sociales o ambientales a través de redes sociales, pues el email ya no es usado comúnmente. Según una encuesta de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), más del 50 % de los jóvenes entre 8 y 18 años, utiliza los chats gratuitos en lugar del email.
A esta Generación le gusta construir y no tiene límites en su imaginación. Por eso resultan tan oportunos proyectos como el de Fundación Terpel, con la metodología Diseño para el Cambio. Iniciativa con la cual están llegando a más de 100 colegios públicos en todo el país. De proyectos como este, salen iniciativas como muebles a partir de llantas recicladas o jabones a partir de aceite usado de cocina.
El juguete favorito es el lego, algo parecido a la estralandia de mi época. Eso explica por qué la empresa Lego ha conseguido cuadruplicar sus ingresos en menos de 10 años. Razón por la cual, las innovaciones educativas están apropiando herramientas de construcción.
Según el mismo estudio, la mayor parte de los adolescentes actuales está preocupada por el impacto social y ambiental de sus acciones, por eso, el 26 % tiene actividades de voluntariado. Ello explica el éxito de programas de voluntariado educativo como Enseña por Colombia, que ha beneficiado a más de 11.473 niños y niñas de zonas rurales en el país.
Una de las mayores áreas de trabajo de la educación de la Generación del Milenio es la Inteligencia Emocional. El término acuñado por David Goleman, alude a las habilidades para expresar de manera equilibrada nuestras propias emociones. Estas habilidades son propias de los grandes ejecutivos que reciben educación de alto nivel, o sea que una educación pública en Inteligencia Emocional es una innovación para la inclusión.
Soy más optimista que una gorda tomando malteadas para bajar de peso, y aclaro que luzco con orgullo mis libras de más.
Pero hay que ponerse serios y como ciudadanos comprometernos con modelos educativos pertinentes para la Generación del Milenio.
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