Una es la del Capi Garay, un chico bueno para nada a quien no respetan ni sus parientes ni sus amigos.
Por accidente, entró a mediar entre los secuestradores de su padre y su familia. Viaja a la selva y, aquí viene la otra historia, más compleja, "en el sitio donde empieza la selva en mi país, San Luis Potosí, encuentra el libro de Eduard Jameson, titulado El misterio de la orquídea negra". Jameson fue un personaje real que existió en el país azteca. Un extranjero que "algún día llegó y compró dos cerros, los sembró de orquídeas, pero las perdió con las heladas y quedaron convertidos en un parque surrealista".
A Capi no le gusta leer, pero, movido por la intriga, va leyendo el libro. Al final termina transformándose en alguien más útil, despierto. Vive un proceso de maduración.
Para Élmer Mendoza, quien estuvo en un encuentro de Medellín Negro, lo ideal es que el lector se pierda durante todo el libro.
Que no dé, antes del final, con la solución del crimen. Hasta aquí, nada nuevo. Así lo han hecho siempre, desde los precursores del género, Sir Arthur Conan Doyle, Edgar Allan Poe y otros, hasta los narradores de nuestros días.
Lo novedoso es que él cree que en las novelas del género negro no solamente puede sino que debe haber experimentación, en cuanto al uso del lenguaje, el punto de vista, la mezcla de narradores, lo que sea, como en las obras de temas habituales.
No conformarse con contar el delito, sino incluir otros ingredientes diferentes. Debe ser más arriesgada en el uso de técnicas narrativas. Lo importante es saber cómo hacerlo.
¿Qué se logra con esta experimentación?
"Deseo que la literatura negra se tome en serio. Que no sea considerada un género menor. Y que sus lectores no sean considerados menos intelectuales o profundos que los lectores del resto de la literatura".
¿Cuándo comenzó su carrera literaria?
"Comencé a escribir en los años 70. Mis escritos de esa época son más bien de otra violencia: de guerrilla, de represión a campesinos... E historias fantásticas".
Usted ha dicho: "Escribo cosas duras porque me gustan. Y las circunstancias han favorecido la posibilidad de escribir de eso".
"Siempre me han gustado sí, esas historias. Y para un escritor de novela negra es un gusto vivir en un país como México o como Colombia, donde la realidad le brinda tantos temas".
¿Le interesa incluir asuntos de religiosidad o hechicería en sus relatos?
"No lo he hecho. Pero donde vivo hay un "santo", Malverde, al que muchos veneran. Se parece a Pablo Escobar. Espectacular lo que ha hecho Pablo. En toda Colombia le tienen aprecio". (A Malverde lo definen como un bandido de cabello castaño, ojos negros. Vivió en Sinaloa y fue salteador de caminos. Es venerado como santo. La Iglesia no lo reconoce en su santoral. En México tiene capillas.)
¿Suele leer autores colombianos de temas semejantes?
"Sí, a Fernando Vallejo, Óscar Collazos, Mario Mendoza, Jorge Franco y Laura Restrepo. Esa respiración de las novelas colombianas es maravillosa. Para mí, son complementos necesarios, compañeros de ruta. La literatura colombiana es de muy buen nivel. Por su lenguaje pedagógico, limpio, bien tratado".
Hay quienes piensan que escritores de literatura negra y productores de televisión y cine de estos temas hacen apología al delito. ¿Usted qué cree?
"No. Es un error ocultar lo que tenemos. Lo que somos: una sociedad muy concesiva que permite que se desarrolle un Pablo Escobar. Los mismos que critican esto, muchas veces son los que participan del lavado de dineros. Hasta la gente decente cae en este delito y es la misma que se da golpes de pecho. Es necesario, más bien recuperar todas esas experiencias negativas, para evitar volver a esos momentos de violencia y a crear esos pablos. Pero más allá de los productores de televisión o de los escritores, es en la casa y en la familia donde se deben formar los valores... La familia debe cuidar a los hijos y trabajar para que sean ejemplares".
¿Cómo construye sus historias? ¿Va de la realidad a la ficción?
"Usted da en la clave. Me baso en hechos y personajes reales, pero es la suma de muchos. Si lo vieran, no lo identificarían. La novela es un registro social, aunque sea ficción".
¿Cuál es el elemento distintivo en El misterio de la orquídea calavera?
"La mezcla de dos historias. Una común, la del Capi Garay, y otra compleja, la de Eduard Jameson, cuyos cerros son un parque alucinante y poco visitado".
¿Qué sigue en su carrera?
"Estoy preparando la cuarta entrega del zurdo Mendieta y en la segunda historia del Capi Garay. Esta será otra aventura, ayudándole a encontrase a sí mismo".
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