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HISTÓRICO
En el morro está enterrada la verdad
León J. Saldarriaga L. | Publicado
Ese caminar hasta lo alto del morro era lo más parecido al Vía Crucis: silencio, rostros adustos, lágrimas, pancartas con fotos de los que no volvieron y palabras que clamaban justicia.

Como en el camino al Gólgota, hubo estaciones en las que se escucharon voces que hablaron de sueños inconclusos y del drama que por años ha representado buscar a los que se llevaron.

El escenario es un inmenso feudo, cuya vía empinada es trajinada por decenas de volquetas cargadas de toneladas de materiales que día a día convierten en montaña a la escombrera de San Javier, en lo alto de la Comuna 13.

"Exigimos el cierre inmediato de la escombrera, no aceptamos campo santo", decía el hombre que portada el megáfono.

Tras él marchó el grupo, en su mayoría mujeres envueltas en trajes negros, hasta llegar a un sitio donde se escuchaban canciones de Víctor Heredia.

Sin protocolos, una a una, algunas sollozando, las mujeres hablaban por sus hijos, hermanos, compañeros o vecinos, que algún día fueron interceptados por desconocidos que jamás los devolvieron.

Para aliviarle dolor a su amiga María Teresa, Patricia Fuenmayor evocó al hijo de aquella, Hermey. "Tenía 22 años, pertenecía a Jóvenes en Acción y trabajaba armando computadores. El 18 de diciembre de 2002 llegaron tres hombres y se lo llevaron".

Hilda, una tía de Jorge Mario, un pelado de 15 años, contó que el 14 de noviembre de 2002 lo abordaron dos hombres para hacerle preguntas "y no se sabe del niño hasta hoy".

Otra mujer abogó por Juan Fernando, de 16 años, un líder que trabajaba en una microempresa de arepas. "En febrero de 2002 fue desaparecido por tres hombres que se lo llevaron en un taxi".

Un poema de una niña enamorada también dejó escuchar un homenaje a quien le arrebataron: "Los captores no saben que dejaron lo más valioso, tu rebeldía, tus calles, tu pueblo, tus banderas...".

En un morro próximo al sitio de encuentro quedó clavado un cartel color naranja que tenía pintada una señal de pare y una advertencia: "Prohibido seguir enterrando la verdad".

Varias mujeres lo rodearon de las siluetas de cartón con los nombres de sus seres desaparecidos.

Antes de partir, Adriana Arboleda, vocera del Movimiento Crímenes de Estado, pidió que la montaña de escombros no crezca cada día sin saber dónde están las víctimas, que se conforme un equipo especial de forenses para hacer las exhumaciones y el acompañamiento de un organismo internacional en el proceso.

Después de lucharlo, para los deudos de las víctimas fue un logro poder entrar y gritar su reclamo en la escombrera.

En ese Gólgota quedaron las palabras desgarradas de la madre de Hermey: "Llevo seis años sufriendo. Le suplico al Señor, y no sé a quién más pedirle, que aparezcan los huesitos de mi niño".
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