Cada vez son menos los "likvidátor", aquellos héroes que sirvieron de escudo humano para la radiación al sofocar en mangas de camisa el incendio y tapar las brechas del IV reactor de la central nuclear de Chernóbil hace ya 25 años.
"Los liquidadores son héroes, igual que los veteranos de guerra. Muchos de ellos estuvieron sometidos durante días a altas dosis de radiación, lo que les costó la invalidez y, a la postre, la muerte", aseguró Viacheslav Grishin, presidente de la Unión Chernóbil de Rusia (UCR).
A diferencia de los operarios de la recién averiada central japonesa de Fukushima, los "likvidátor" (liquidadores) soviéticos no disponían de equipos ignífugos, máscaras, guantes o botas especiales para protegerse de la radiación.
"Liquidadores son las decenas de miles de personas que trabajaron en la zona de exclusión de 30 kilómetros que rodea la central de Chernóbil para salvar al mundo de una catástrofe de grandes dimensiones", dijo.
Grishin aludía a los ingenieros, técnicos de las compañías del sector atómico, militares, policías, civiles y universitarios que fueron movilizados por la Unión Soviética para frenar el avance de la radiación y borrar sus secuelas a golpe, en muchos casos, de pala y rastrillo.
"Unos construyeron el sarcófago, otros se ocuparon de desactivar los edificios adyacentes, otros de limpiar los pueblos de la zona y algunos recibieron como misión el exterminio de toda vida salvaje, desde ratas a conejos, que pudieran transmitir la radiación", añadió.
Uno de ellos fue Víctor Birkún, un bombero ucraniano que trabajó en la planta entre 1976 y 1987, y que murió hace apenas dos meses, a los 61 años de edad, tras una operación a corazón abierto.
"En Ucrania, en esa época del año ya hace bastante calor, por lo que fuimos a apagar el incendio en camisa de mangas. No disponíamos ni de cascos ni de trajes ignífugos", aseguró Birkún hace cinco años.
Birkún y otros 27 bomberos descansaban en un barracón a 150 metros del reactor número cuatro de la planta nuclear ucraniana cuando se produjo la cadena de explosiones ese fatídico 26 de abril de 1986.
Pese a su heroísmo, Birkún no tuvo una vida nada fácil y únicamente logró que el Estado le reconociera su derecho a una pensión de invalidez hace menos de tres años.
"Mi marido no sólo derrotó al incendio de Chernóbil, sino también logró vencer al sistema. Demostró que el Estado no protege a los liquidadores. La pena es que poco después de ganar el juicio, se le paró el corazón", señaló hace unos días su esposa.
Grishin apuntó que el Estado ruso "sí reconoce a los liquidadores de Chernóbil como un colectivo jurídico", como ocurre con los veteranos de la guerra contra la Alemania nazi o de la guerra de Afganistán.
"No obstante, pone muchas condiciones. Si uno perdió el documento que certifica que trabajó como liquidador, debe presentar un expediente médico que lo demuestre y dos testigos, que deben ser antiguos liquidadores. Es muy complicado", explicó.
Recientemente, el Estado ruso aprobó un programa de mejora de la vivienda para los liquidadores, pero disminuyó considerablemente la ayuda económica que les permitía sufragar su tratamiento médico y los imprescindibles descansos en balnearios.
"El nivel de mortalidad entre los liquidadores es muy alto y el Estado es muy lento. La mayoría apenas llega a disfrutar de las ayudas", señaló Grishin.
Por otra parte, la UCR acusa al Organismo Internacional de la Energía Atómica (Oiea) de minimizar el número de muertes causadas por la radiación desprendida por Chernóbil.
"El Oiea mantiene que en torno a un millar de personas murieron debido al impacto directo de la radiación en su organismo. Los exámenes médicos han establecido que más de siete mil personas murieron debido a las fugas de Chernóbil", dijo.
Grishin recordó que hasta la caída de la Urss en 1991 nadie se ocupó de llevar la cuenta de los muertos por Chernóbil, lustro en el que "muchos liquidadores sufrieron infartos, embolias o se suicidaron".
Además, cifró en más de 62.000 los liquidadores a los que Chernóbil condenó a la invalidez, sea por amputaciones, paradas o afecciones respiratorias.
"Las sociedades rusa, ucraniana y bielorrusa reconocen su hazaña. Pero el Estado no la valora en su justa medida. Las medallas no les dan para vivir una vida digna. Es una gran injusticia", sentenció Grishin.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), sólo en Ucrania, Rusia y Bielorrusia por lo menos cinco millones de personas se vieron afectadas por la radiación.