Jairo Hugo Escobar Cataño tiene dos caras: la que perciben sus allegados, de un comerciante tan brillante como las vetas de oro de Segovia, y la que ve la Fuerza Pública, de un personaje tan oscuro como el fondo de las minas de Remedios.
Su historia, según desde donde se mire, puede ser la de la peor amenaza para la seguridad del Nordeste antioqueño, o la de un modesto minero que halló la suerte en un socavón y se transformó en el “Zar del Oro”.
Un compañero de su infancia contó a El Colombiano que Jairo Hugo nació en Remedios y se crió en el barrio Los Ahorcados, llamado así porque en la época de La Violencia “los godos colgaron de los árboles a muchos liberales”.
Hijo de un obrero de minería y una ama de casa católica, se destacó en el colegio por su don de gentes. Eximio deportista, integró las selecciones de voleibol y fútbol del pueblo, y en esta última vistió la camiseta “10” en el mediocampo.
“Como todos los muchachos de aquí, a veces iba los fines de semana a los túneles y escarbaba la tierra, a ver si sacaba alguna piedrita pa tomar fresco o invitar a salir a una niña”, prosiguió el compañero, quien pidió la reserva de su identidad por miedo.
Prestó servicio militar en la base de Puerto Berrío y al regresar al terruño hizo estudios forestales en el Sena. Lo suyo, sin embargo, era el oro y recibió una oportunidad trabajando en la compraventa de Ovidio Mahecha, comerciante del metal precioso.
En el local era “quemador”, calentaba con soplete el oro que llevaban los mineros, hasta purificarlo del mercurio y los vestigios de tierra. Se ganaba cerca de 500.000 pesos mensuales, que para 1993 y en un poblado tan pobre, era una suma nada despreciable.
Pronto se independizó, montó su propia compraventa en Segovia y le estaba yendo bien, hasta que a finales del milenio aparecieron los paramilitares del bloque Central Bolívar (Bcb) y todo cambió.
El lado oscuro
“Los 'paras' llegaron con la excusa de pelear contra la guerrilla, pero querían el oro y buscaron a la gente que lo comerciaba, así conocieron a Jairo”, relató un vecino del sector. El remediano, según esta versión de la historia, apoyada por la Fiscalía, tuvo empatía con el comandante del Frente Nordeste de esa facción, Richard Payares, alias “el Cole”.
Los ilegales regalaron semillas de coca a los campesinos y surgió otro renglón en la economía de la población, que antes sobrevivía con el oro, la madera y ganadería. A Jairo al parecer lo enrolaron en el tráfico de pasta de coca, comprando y transportando la mercancía hacia los cristalizaderos del Bajo Cauca, según la Policía.
“En el pueblo estábamos acostumbrados a ver Jeep y Nissan viejos, y empezaron a llegar camionetas Toyota último modelo, motos bonitas y cuatrimotos”, añadió el vecino.
En 2005 se desmovilizó el Bcb en los 10 departamentos en los cuales ejercía influencia, mas cerca de 80 combatientes del Nordeste, liderados por “el Cole”, siguieron con el tráfico de armas y drogas y fueron tomando a la minería como nueva fuente de ingresos, obteniendo hasta 3.000 millones de pesos mensuales por extorsiones a los dueños de minas. Con el paso del tiempo, la horda cambió de nombre a “los Rastrojos” y luego a “Seguridad Héroes del Nordeste”.
El fiscal 22 Especializado, adscrito a la Unidad Nacional Antibacrim, narró en la audiencia de garantías (25/11/12) que en 2008 se inició una investigación contra ese grupo y que 15 exmiembros y víctimas señalaron a Jairo como jefe financiero de la banda.
“Ellos dicen que ‘los Rastrojos’ iban a la casa de este señor y salían con maletines llenos de dinero, que él les pagaba 200 millones de pesos mensuales”, expresó el funcionario.
La veta
En noviembre de 2008 se conformó una sociedad informal entre 10 mineros, incluyendo a Jairo Hugo y a Rafael Antonio Rúa Pompo, llamado “Rafael Pompo”, un viejo zorro de los yacimientos, con fama de diestro para encontrar tesoros.
Gracias a su sapiencia sobre túneles, indicó el residente, hallaron una veta en el sitio Providencia de Segovia. “¡Ahora sí salimos de pobres!”, dijeron, embelesados con semejante riqueza. El chisme se regó y obreros de todas partes arribaron a la mina La Palizada con la esperanza de arañar un pedacito de la suerte de Jairo, “Rafael Pompo” y compañía.
La algarabía llegó a oídos de la Frontino Gold Mines, la multinacional dueña de los terrenos, que formuló la denuncia y en breve agentes del DAS sellaron el socavón y decomisaron cerca de 400 bultos extraídos.
Pese a este antecedente, al poco tiempo la empresa le concedió un contrato legal a Jairo Hugo, autorizando la explotación de La Palizada a cambio de una mensualidad de 400 millones de pesos.
Un minero de aquella época precisó que “la fiebre de oro consumió a Jairo”, y más con el presunto apoyo de los “exparas”. “Él rompió el código minero y manipuló la sociedad, quedándose con la mayoría de las ganancias, y el que no estaba de acuerdo, tenía que venderle su parte o abrirse por temor”, recordó el minero.
“Rafael Pompo” se resistió unos meses, hasta que al final le habría vendido su parte de Jairo. No recibió todo el pago y fue asesinado por sicarios el 1 de febrero de 2009, a 10 metros de su casa; su familia salió desplazada del pueblo.
El 20 de julio de 2009 el CTI capturó a “el Cole” en el barrio Boston de Medellín y, presuntamente, Jairo quedó a cargo del grupo junto al cabecilla alias “Alex 15”. “Él se volvió muy temido, lo que decía Jairo era palabra de dios”, acotó el vecino.
Todo por el oro
El precio internacional del oro se disparó (hoy la onza troy, 31 gramos, vale 1.700 dólares) y Escobar Cataño invirtió en otras minas. El humilde joven de Los Ahorcados era ya un acaudalado empresario con inversiones en hotelería, estaciones de gasolina, ambulancias, bares y fincas.
Fuentes del sector calculan que llegó a generar unos 3.000 empleos directos e indirectos, de modo que mientras unos le temían, otros lo adoraban.
Estrechó relaciones con los comerciantes y políticos de la región, a quienes apoyó durante varios años, comentaron fuentes policiales.
A finales de 2011, la banda enemiga “los Urabeños”, también seducida por el oro, inició una retoma de las zonas mineras de Antioquia y llegó amenazando con panfletos a los colaboradores de “los Rastrojos”.
El 1 de diciembre, en Remedios, un mercenario le propinó varios disparos a Escobar, quien sobrevivió de milagro. En las interceptaciones telefónicas, los investigadores escucharon cuando varios “rastrojos” exclamaban “¡atentaron contra el patrón!” y se ponían a la tarea de ubicar a los responsables.
A los 10 minutos la Policía capturó a un sospechoso y este dijo, de acuerdo con el relato del fiscal 22, “que lo habían contratado para matar a un duro de ‘los Rastrojos’”.
La guerra entre las dos bandas ha dejado cerca de 300 muertos en el último año en el Nordeste, la mayoría relacionados con el gremio minero.
Para el ente acusador, Jairo y los “exparas” intimidaban a la competencia. “Escobar habló con ‘los Rastrojos’ para que sacaran esa gente a la fuerza y así perdieron la vida varios dueños de minas”, explicó el fiscal.
En el marco de esa situación se presentó una disputa con “los Serafines”, una familia segoviana de tradición minera que le hizo frente a la presión. En respuesta, el 20 de diciembre de 2011 “los Rastrojos” masacraron a cuatro miembros del clan en la vereda San Mateo de Remedios. Según la Fiscalía, por esa matanza se pagaron 800 millones de pesos.
Otras víctimas fueron “Balita”, un hombre que robaba alambre de cobre de una represa que Jairo construía en Remedios, y un miembro de la familia minera de “los Tellos”, que no quiso ceder una mina.
La defensa
El pasado 24 de noviembre fue capturado Escobar en el aeropuerto de Rionegro, cuando iba a viajar a Cartagena. En el Palacio de Justicia de Medellín la Fiscalía le imputó concierto para delinquir agravado y en el estrado lo señaló como jefe financiero de los “Héroes del Nordeste”, y lo implicó en varios asesinatos, desplazamientos, narcotráfico y amenazas.
Jairo Hugo, de 43 años, casado con la novia de toda la vida y con dos hijos, negó el cargo. Uno de sus abogados, Gabriel Jaime Salazar, argumentó que la información de los testigos de la Fiscalía no era de calidad y que su cliente no era el sujeto malo que afectaba a la comunidad.
Entre los testigos de la defensa están Jorge Eliécer Gil, alcalde de Remedios, y Fabio Tamayo Urrego, presidente del Concejo Municipal de la localidad, quienes entregaron una declaración escrita afirmando que conocían a Escobar hacía muchos años y que era “un hombre trabajador, dedicado a la minería, al que no se le conocen relaciones con grupos ilegales”, citó el abogado.
Agregó que el alcalde Gil ha participado en muchos consejos de seguridad con la Policía y el Ejército, donde nunca se mencionó a Jairo Hugo como financiador de la banda.
La defensa incluso lo presentó como víctima, que desde 2005 ha denunciado ante la Fiscalía un secuestro extorsivo, múltiples amenazas y extorsiones en su contra, además del atentado.
El Juzgado Primero Penal Ambulante de Antioquia favoreció la tesis de la Fiscalía y le dictó medida de aseguramiento intramural al imputado, decisión que fue apelada por la defensa. El “Zar de Oro” cayó a la cárcel Bellavista y no durmió tranquilo, porque allí pernocta el sicario que le disparó.
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