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HISTÓRICO
Mil y una mañas para tener una incapacidad
Juan Fernando Rojas T. | Publicado
En la ciudad hay empleados que bien podrían pasar de actores de teatro, matricidas o todos unos mártires de la autoflagelación. Y todo por estirar el puente festivo, paliar un guayabo feroz, buscar una pensión por invalidez, física pereza de ir a trabajar, conservar el empleo temporal o pasarse de 'vivos' para ganar unos pesos de más.

Y aunque son una minoría, coinciden jefes de Gestión Humana de reconocidas compañías consultados por este diario, sin duda se convierten en un cáncer para la productividad y competitividad de las empresas, un gasto adicional para Administradoras de Riesgos Profesionales (ARP) y Entidades Promotoras de Salud (EPS) y un ejemplo de los vacíos o baches de la normatividad laboral.

Millones de años
De enero a julio pasado, en Colombia se perdieron cerca de 3 millones 644 mil 360 días por incapacidad temporal de trabajadores accidentados, según cálculos de la Federación de Aseguradores Colombianos (Fasecolda).

Eso es igual a decir que en los primeros siete meses de 2011 se dejaron de trabajar 9.984,5 años o 87,4 millones de horas y que cada trabajador accidentado tiene un promedio de 8,2 días de incapacidad.

Y lo anterior teniendo en cuenta que en el país solo hay 7,5 millones de trabajadores afiliados a ARP en 494.816 empresas y que aún la evasión de esta obligación ronda el 10 por ciento de las empresas legalmente constituidas. Hace ocho años era del 37 por ciento.

Debe sumarse que por fuera del sistema de riesgos profesionales está el 60 por ciento de la población económicamente activa que vive en la informalidad laboral, señala Édgar Velandia, subdirector de la Cámara de Riesgos Profesionales de Fasecolda. Frente a ese preocupante panorama, resulta poco alentador saber que el gremio de los aseguradores estime que por cada peso pagado en atención médica y prestaciones económicas a un trabajador que sufrió un accidente laboral, sea real o no, también la empresa deba pagar entre 5 y 50 pesos por costos indirectos.

Dichos gastos inesperados se asocian con los daños a equipos y a la propiedad, suspensión de procesos productivos, pérdida de materia prima, gastos de sustitución o reemplazo temporal y daño a la imagen corporativa...

Ausentismo, mal crónico
En ese contexto, resulta paradójico que en Colombia, donde el riesgo a perder la vinculación laboral es mayor por razones como la conversión tecnológica, persistan ideas arraigadas en la cultural de los trabajadores como "hágase incapacitar, y listo", "no sea bobo, en la EPS le refrendan eso", "por faltar un día no le dicen nada".

El cáncer productivo del ausentismo no es de ahora. Industrias manufactureras de Medellín han tenido que lidiar por años con las incapacidades súbitas que aparecen los lunes, después de un fin de semana de quincena y las prórrogas sospechosas que gestionan los trabajadores accidentados.

Incluso, los jefes de personal y de gestión humana ya tienen identificadas las temporadas en que cíclicamente se incrementa el ausentismo por enfermedad común o accidente laboral.

"No podemos asumir que el trabajador intencionalmente se incapacita, pero es común encontrar que en Navidad, Feria de Flores o Semana Santa aumenta el ausentismo", señala Carolina Díaz, gerente de Gestión Humana de Manpower, empresa especializada en servicios temporales y procesos de selección.

Incapacidades de película
Con tal de ganar más tiempo fuera de su trabajo, hay quienes están dispuestos a tener su mejor actuación.

Es el caso de un operario de una reconocida industria local que siempre llegaba a su turno con un dolor lumbar o de columna y pedía constantes permisos para ir al médico, donde obtenía la incapacidad... Tiempo después, el área de Recursos Humanos pudo constatar que el adolorido trabajador era un campeón de billar.

"Los médicos parten de la buena fe del paciente, pero una de las dolencias más difícil de detectar por su sintomatología son los dolores musculares. Para eso no han inventado dolorímetros", cuenta el jefe de Gestión Humana de una empresa estatal.

A lo que cabe agregar que ahora se pusieron de moda las llamadas fibromialgias, es decir, dolencias no localizadas en músculos y coyunturas, otra excusa que se suma a las recurrentes dolencias gastrointestinales o respiratorias.

En otra ocasión, a un trabajador le pudo más su afición por los caballos que la responsabilidad de ir a trabajar. Y para alimentar su pasión equina se consiguió de compañero de cabalgata y juerga a un médico que disciplinadamente le hacía la respectiva incapacidad para refrendarla en la EPS.

El colmo de su fraude fue cuando salió a vacaciones un 24 de diciembre y solo regresó el 3 de marzo del año siguiente. ¿Cómo lo logró? Siempre llevaba la renovación de la incapacidad a la empresa en horas de la noche. A pesar de darle la oportunidad de rectificar su conducta, persistió y perdió el empleo después de 20 años de vinculación.

"Hemos encontrado casos donde a través de auditorías médicas se determina que no hay justificación para incapacidades prolongadas y no hay uniformidad entre los días que genera un trauma leve frente a otra de más gravedad, y eso nos genera pérdidas", señala Álvaro Vélez Millán, vicepresidente de Promoción y Prevención de la estatal ARP Positiva.

Embarazos de 13 meses...
También hay quienes van más allá y son capaces de matar ficticiamente a su madre dos veces. Así lo hizo un trabajador que por ganarse cinco días de incapacidad obtuvo un acta de defunción fraudulenta para darle el último adiós a quien lo trajo al mundo. Después quiso repetir la maña, pero la empresa tenía en sus registros la novedad y verificó que su madre no solo estaba viva, sino que gozaba de buena salud.

Pero también se valen de las incapacidades y la protección que da la norma para conservar su empleo. Es el caso de varias trabajadoras temporales que, en el papel, han tenido períodos insólitos de gestación de 13 meses. Apelan a pruebas falsas o adulteradas cuatro o cinco meses antes de realmente quedar embarazadas, por tanto su empleador no puede prescindir de ellas, así haya finalizado el contrato.

Otra modalidad más siniestra es la de quienes apelan al masoquismo y antes de trabajar, prefieren alargar sus períodos de recuperación de una lesión quitándose los puntos de la sutura con una aguja capotera o, incluso, hasta echándose agua de batería en la herida.

A ese extremo llegó un operario que aprovechó su incapacidad para trabajar por su cuenta como mecánico. Pero el incauto trabajador no solo fue sorprendido y perdió su empleo, sino también la mano: se le gangrenó la herida.

Lo cierto es que estas historias seguirán ocurriendo mientras los trabajadores abusen de sus derechos laborales; las empresas no reporten oportunamente a las ARP todas las novedades; las EPS sigan originando incapacidades sin hacer seguimiento juicioso a las historias clínicas de los trabajadores; y algunos profesionales de la salud se presten para promover el ausentismo, así muchas veces sea peor el supuesto remedio que la falsa enfermedad.
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