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Brasil: a formar filas porque ya llegó el capitán Jair Bolsonaro

El nuevo presidente es el primer militar retirado en llegar a ese cargo, desde el fin de la dictadura.

  • Jair Bolsonaro es investido por su antecesor, Michel Temer. Durante la posesión el nuevo mandatario prometió que Brasil “volverá a ser un país libre de amarras ideológicas”. FOTO afp
    Jair Bolsonaro es investido por su antecesor, Michel Temer. Durante la posesión el nuevo mandatario prometió que Brasil “volverá a ser un país libre de amarras ideológicas”. FOTO afp
02 de enero de 2019
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A partir de ayer, Jair Bolsonaro dejó de ser una especie de “caricatura” de la derecha brasileña y pasó a ser el presidente de la mayor economía de Suramérica. El capitán del ejército ya no es más el candidato excéntrico, cuyas frases –como que una mujer no merecía ser violada al ser muy fea o que la dictadura de su país (1964-1985) debió matar más y torturar menos– ocuparon gran parte del proceso electoral.

Ahora, Brasil está ante el primer militar presidente de su era democrática, elegido en medio de una campaña marcada por el descrédito de la izquierda –alimentado por la condena por corrupción contra el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva– y por la violencia política, la cual, incluso, le costó una puñalada al hombre que ayer fue investido como mandatario con la consigna: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.

Armas, negocios y fe

La primera muestra de intenciones del nuevo mandatario fue la composición de su gabinete: 7 de los 22 ministros provienen de los cuarteles militares, una proporción incluso superior a la que tuvieron los equipos de gobierno de los presidentes del periodo de la dictadura en ese país, como señala el analista político brasileño Iván Godoy.

Las otras dos grandes tendencias de su equipo de trabajo son los economistas neoliberales, como el ministro de economía Paulo Guedes, y las iglesias evangélicas. Una triada que aunque aparentemente monolítica en torno a un proyecto de mercado, mano dura y fe, puede tener grietas.

Como señala Godoy, a diferencia de en Argentina o en Chile, “los militares brasileños tradicionalmente han defendido una presencia del Estado en la economía”, en contraste con la apertura de mercado y la reducción de la atención social que plantea la elección de Guedes.

El balance es un gabinete acorde a las promesas de Bolsonaro, aunque con una participación de los evangélicos inferior a su rol durante la campaña, y una relación de fuerzas en el Congreso que está por definirse, pues aunque el Partido de los Trabajadores del expresidente Lula obtuvo la mayoría, las alianzas de movimientos pequeños en torno a Bolsonaro podrían darle la mayoría relativa en una de las cámaras.

El freno es el bolsillo

Es impreciso decir que Bolsonaro no está cumpliendo lo que prometió en campaña, aunque en algunos temas ha debido retroceder. La fusión de los ministerios de Agricultura y Medio Ambiente, por ejemplo, promesa que alarmó a los ambientalistas, fue reversada por sugerencia del gremio terrateniente, que previó que socios comerciales en Europa podrían ver con malos ojos una política tan directa contra el medio ambiente.

En el campo internacional, el anuncio del traslado de la embajada de Brasil en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, siguiendo los pasos del presidente de Estados Unidos Donald Trump, está aún por concretarse. Para Godoy, es probable que el gobierno de Bolsonaro no se atreva a dar ese paso completamente, previendo el rechazo de los países árabes, compradores del 40 % de la carne de res de Brasil.

Estos dos casos ejemplifican el que sería el límite de la irreverencia de Bolsonaro: cuando esta ponga en riesgo la economía. Ana Luiza Matos, profesora brasileña visitante de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), explica que el principal reto del militar es hacer que la economía vuelva a crecer al nivel de la potencia que Brasil busca ser, luego de las caídas consecutivas del Producto Interno Bruto en 2015 y 2016 y del exiguo aumento de 1 % en 2017.

“Si Bolsonaro no lo logra, creo que lo que intentará será compensar entregando una pauta moral”, afirma Matos. Para este fin, promueve iniciativas como la de Escuelas sin Partido, que pretende “desideologizar” la educación eliminando de esta referencia a la dictadura militar o al respeto a la diversidad sexual.

Bolsonaro, fiel a su estilo, no oculta sus cartas. En los últimos días, a través de redes sociales –desde donde hizo gran parte de su campaña–, declaró la guerra a la “basura marxista” que a su juicio se ha tomado la educación y prometió liberalizar las armas por decreto.

El capitán que pasó los últimos 30 años como un político tan excéntrico como irrelevante, ve ahora cómo su visión mueve a millones en un país cansado de la corrupción, en el que 75 % de las personas, según la encuesta del instituto Ibope, aprueban sus medidas.

Así, con los brazos abiertos, Brasil recibe al hombre que, para los expertos, marca el fin del periodo de la Nueva República en Brasil –la transición democrática tras la dictadura– y da inicio a otra fase aún no definida por la historia en la que de nuevo retumbarán los pasos de los soldados

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