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Leopoldo López, el preso político más preciado del oficialismo venezolano, salió de la cárcel militar de Ramo Verde el sábado, y una puerta que parecía gastada y obsoleta se volvió a abrir: la de una negociación entre Nicolás Maduro y la oposición.
Hace justamente un año, este último sector le dijo “no más” a esa opción para solucionar la crisis del país, argumentando que el Gobierno no mostraba incentivos (como la libertad de presos políticos o el llamado a unas elecciones regionales retrasadas) y que empleaba los diálogos como estrategia para ganar tiempo frente a la amenaza de salir del poder por medio de un referendo revocatorio.
Si bien los líderes contrarios al oficialismo se pararon de la mesa y descartaron las conversaciones como estrategia, hay quienes han insistido durante estos meses: el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, y una delegación de tres expresidentes enviados por la Unasur (el expresidente de Panamá Martín Torrijos, el exjefe de Estado dominicano Leonel Fernández y el exjefe de Gobierno de España José Luis Rodríguez Zapatero).
Este último, por ejemplo, horas antes de que la justicia venezolana le concediera casa por cárcel a López, conversó con el mismo Maduro y con Jorge Rodríguez, alcalde de Caracas. Coincidencialmente, este último y su hermana, la canciller Delcy Rodríguez, anunciaron la prisión domiciliaria del líder opositor.
En este escenario de un Gobierno que parece haber cedido, es que se vislumbra un nuevo aliento para negociar. De hecho, según escribió Luis Vicente León, el director de Datanálisis (una firma encuestadora venezolana), el “mensaje de apertura” coincide con la actitud del Tribunal Supremo de Justicia de demorar su decisión sobre el antejuicio de mérito en contra de la fiscal general, Luisa Ortega, y con la declaración del opositor Henrique Capriles (anteriormente cerrado a la opción de dialogar), planteando una potencial negociación política bajo condiciones favorables.
Para el experto, aunque resulta difícil pensar que de la noche a la mañana las partes logren algo, ambos lados se percataron de que sobre Venezuela arrecia un maremoto de tensiones que podrían llevarse todo por delante y convertirse en guerra civil si no hay un alto. En esa medida, agrega, tanto Gobierno como oposición deberán ceder:
“El oficialismo ha estado muy terco insistiendo en llamar a una Asamblea Nacional Constituyente, que de una manera u otra tiene muchos vicios de carácter legal, pero también la oposición tiene que poner de su parte y dejar de decir, por ejemplo, que van a llamar una insurrección”, sugiere Romero, y detalla que los venezolanos ya no aguantan la represión del Gobierno, pero tampoco la violencia de las manifestaciones a las que ha llamado la oposición y que ya completan 100 días (ver infografía).
“El diálogo es la única forma de resolver los problemas de este país sin irse a las armas”, continuó María Teresa Belandria, internacionalista venezolana y asesora en seguridad y defensa para la oposición. No obstante, advierte, cualquier intento deberá cumplir con las exigencias de anteriores procesos para no fracasar: liberación de todos los presos políticos, fijación de una fecha de elecciones generales y abandonar la idea de la constituyente.
Para Marco Aponte Moreno, académico venezolano en la University College London, aunque los diálogos son importantes, porque involucran a figuras claves del Gobierno y la oposición, si no confluyen en algún punto ideologías tan distintas, incluso al interior de cada una de las partes, es difícil que las conversaciones no se vayan por el barranco.
Ahí justamente es que puede encontrar obstáculos una nueva posibilidad de negociar. De acuerdo con Felipe Zarama, coordinador del Observatorio de Política y Estrategia en América Latina de la Universidad del Rosario, Leopoldo llama al diálogo porque sigue preso y necesita de una negociación en la que su libertad esté garantizada, pero hay otros sectores opositores a los que eso no les interesa.
Entretanto, hay quienes tienen una baja disposición a aceptar cualquier concesión de Maduro, y otros dispuestos a recibir “migajas” del régimen, afirma Belandria.
Sin embargo, el Gobierno necesita recomponer su imagen internacional y sabían que no podían perder a esos aliados. “Por eso la casa por cárcel para Leopoldo”, insiste Belandria, para quien también tuvo que ver en la decisión las presiones económicas de los gobiernos más acaudalados del mundo desde la Cumbre del G20 en Hamburgo, Alemania, el viernes y sábado.
De hecho, a la Iglesia y los expresidentes se suman ahora nuevos y fuertes mediadores que podrían garantizar un diálogo más exitoso que los anteriores: la Unión Europea y el mismo Cuba, que ha cambiado el estilo de las relaciones con Venezuela y cuenta con la experiencia de una negociación de paz en Colombia.