La última vez que en Vista Hermosa, Meta, escucharon de la explosión de una mina fue el 23 de septiembre del 2014. Rubert Sogamoso Pérez, de 43 años, arriaba un ganado por la vereda Caño Ánimas, en el sur del municipio, en cercanías con la Serranía de La Macarena.
Alrededor de las 10 de la mañana, el vaquero se desvió del camino, tomó la trocha y el perro de un vecino, que iba correteando delante de él, activó un explosivo.
“Uno en el momento ni sabe qué es. Cuando reaccioné estaba sangrando, pero seguía creyendo que no pasaba nada”, recuerda, y agrega que por la lejanía, la atención médica no fue oportuna.
De hecho, después del accidente, un hombre lo vio malherido, se asustó y salió corriendo. Luego, una pareja que se transportaba en una moto lo auxilió, y fue solo hasta las tres de la tarde que llegó a un hospital cercano.
De no haber sido por las diez reses que recibieron el impacto, las secuelas de la mina en Rubert serían más que esquirlas en el costado izquierdo y en el brazo, una herida en la cabeza y pánico de volver a Caño Ánimas.
Allí, al sur, cerca del Parque Sierra de la Macarena, se ubicó la franja de importancia estratégica para los grupos armados en Vista Hermosa, el municipio que ha contado el mayor número de víctimas por minas en Colombia (363) y el mismo que, desde los diálogos de paz de La Habana, se contempló como territorio piloto para desarrollar desminado.
Justamente, los compromisos del Gobierno y las Farc le dieron un histórico giro al drama de las minas en Colombia. Según reportó el Landmine Monitor, una organización que hace seguimiento a la problemática, Colombia tuvo 221 víctimas por estos artefactos en 2015 y pasó del segundo al sexto lugar en número de afectados en el mundo (antecedido por Afganistán, Libia, Yemen, Siria y Ucrania).
El informe muestra que en 2015 hubo 6451 víctimas por minas en el planeta (78 % de ellos, civiles), lo que supone un 75% más que en 2014 y el mayor total registrado desde 2006, cuando hubo 6573.
El hecho de que Colombia haya salido de ese vergonzoso segundo puesto, que ocupó durante ocho años, es un avance, aunque pequeño, simbólico, señala Álvaro Jiménez, director de la Campaña Colombiana contra las Minas.
Según relata el informe, las conversaciones de paz en el país son la causa de esa reducción. En marzo de 2015, las partes acordaron iniciar actividades limitadas de desminado conjunto como medida de confianza.
Aunque el Acuerdo no exigía que las Farc detuvieran el uso o producción de minas, el grupo se comprometió a no instalarlas en ninguna de las áreas despejadas, logrando así que entre octubre de 2015 e igual mes de 2016, el Landmine Monitor no encontrara evidencia de un uso reciente de minas por parte de esa guerrilla, aunque sí del Eln.