Las últimas encuestas que miden la carrera por la Casa Blanca coinciden en que el triunfo de Hillary Clinton sobre Donald Trump será contundente. La sólida participación de los demócratas en las votaciones anticipadas (90 % de apoyo), e incluso entre republicanos moderados (15 %), le dan ventajas a la exsecretaria de Estado de EE. UU.
El último sondeo, el de la Associated Press, mostró que a menos de dos semanas de los comicios, que se celebrarán el 8 de noviembre, Clinton supera con 14 puntos porcentuales a su rival (51 % contra 37 %).
Aunque estas elecciones han sido particularmente atípicas, por las polémicas alrededor de sus protagonistas y porque éstas han provocado fluctuaciones inesperadas en las encuestas, entre los gobiernos e internacionalistas hay incertidumbre sobre qué pasará en el escenario geopolítico global con cada uno de los candidatos.
Y es que como dijo Richard N. Haass, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, un grupo de análisis de la realidad internacional, lo que le pasará exactamente a Estados Unidos después de estas elecciones presidenciales sigue siendo una pregunta abierta, porque aunque se pueden esperar algunos resultados, “la única certeza es que el 96 % de la población del mundo que no vota en las elecciones de Estados Unidos va a sentir los efectos, no menos que los estadounidenses”.
Estrategias disímiles
La relación con China, Rusia e Irán, el restablecimiento diplomático con Cuba y las amenazas del Estado Islámico serán los puntos álgidos de la nueva agenda de Estados Unidos.
Sobre el primero, Emilio Viano, catedrático de la American University, alerta de las diferencias programáticas e ideológicas de ambos candidatos. Mientras Clinton, con su antecedente en la diplomacia, aboca por incrementar la cooperación con China en áreas de común interés, reforzar las alianzas del Asia Pacífico (incluyendo incluso a Japón y a Corea del Sur) y disuadir a ese país sobre los ataques cibernéticos que ha hecho contra Estados Unidos, Trump plantea incrementar la presencia militar en el mar del Sur de China e investigar y castigar a esa república por prácticas desleales de comercio.
Con Irán, a los candidatos los divide en cambio el acuerdo nuclear que Washington logró, cuando Clinton era secretaria de Estado. Si ella logra la presidencia, el objetivo será mantenerlo, pero para Trump es un imperativo renegociarlo.
Respecto a Rusia, la situación es particular. Mientras la demócrata buscará sanciones por la intervención de Moscú en Ucrania, quiere ampliar la defensa con misiles estadounidenses en Europa del Este y hasta “ayudar a independizar a Europa de la dependencia energética de Rusia”, el republicano, contrario a la tradición de política exterior norteamericana, quiere fortalecer la amistad con Vladimir Putin.
No obstante, esa relación, agrega Viano, deja ver que Trump “está pensando como macho, y por ese motivo, por ningún otro, se acerca a un personaje agresivo en relaciones exteriores”. De hecho, continúa el experto, el vínculo podría ser dañino, ya que Rusia no tiene temor de enfrentarse a Estados Unidos.
Acerca de Cuba, los dos parecen compartir la idea de que es urgente levantar el embargo de más de medio siglo a la isla. “Debemos sustituirlo por un enfoque más inteligente que faculte al sector privado, a la sociedad civil cubana y a la comunidad cubano-estadounidense para impulsar el progreso y mantener la presión sobre el régimen”, pronunció Clinton en un discurso en Miami, y algo similar dijo Trump en septiembre de 2015, cuando dijo que “el concepto de apertura con Cuba está bien”.