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Armas, un fructífero negocio que EE. UU. paga

Aunque Trump se niega a dialogar sobre control de estos artefactos, el tiroteo en Las Vegas exige discutirlo.

  • En una tienda como estas el autor de la masacre de Las Vegas compró sus armas. FOTO AFP
    En una tienda como estas el autor de la masacre de Las Vegas compró sus armas. FOTO AFP
Armas, un fructífero negocio que EE. UU. paga
04 de octubre de 2017
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La reacción de Donald Trump al peor tiroteo que ha presenciado Estados Unidos en su historia está lejos de tocar el fondo del problema que puso en evidencia los 59 muertos y 500 heridos en Las Vegas.

Desviando el tema del control de armas, el presidente se limitó a decir que el atacante, Stephen Paddock, un hombre de 64 años que curiosamente transfirió 100.000 dólares la semana pasada a una cuenta en Filipinas, era “un hombre demente”, “enfermo”, “con un montón de problemas”.

Lo cierto es que en la habitación del hotel Mandalay Bay, desde la que Paddock disparó contra los asistentes a un concierto, fueron halladas 23 armas de fuego. Luego, en su casa de Mesquite, a 130 kilómetros de Las Vegas, las autoridades encontraron 42 armas más.

El silencio del mandatario es coherente con su discurso de campaña. Mientras competía con la demócrata Hillary Clinton, Trump insistió en apoyar a la Asociación Nacional del Rifle (NRA), que quiere impedir un mayor control de armas. Así, ganó réditos entre aficionados a armas y obsesionados con seguridad.

Para Erin Olsen, investigador del Instituto Wilson Center, el hecho de que la mayoría de ataques contra la población civil perpetrados en EE. UU. hayan estado en manos de americanos, como sucedió en Las Vegas, deja en evidencia que el Gobierno está errado concentrándose más en el peligro proveniente del exterior.

“Los grupos de odio no son solo musulmanes. Se trata de un problema más amplio en la sociedad”, afirma, y agrega que el acceso fácil a armas de alta potencia y semiautomáticas agrava la situación.

Entretanto, toma fuerza la peligrosa mezcla entre viejas heridas raciales, temor a la diferencia, uso ciudadano de las armas y abuso de la fuerza policial. Mientras Estados Unidos, con menos del 5 % de la población mundial, tiene entre el 35 y el 50 % de las armas de fuego de propiedad de los civiles, los afro tienen tres veces más posibilidades de ser asesinados que los blancos y el 97 % de sus muertes por parte de uniformados no resultan en condenas.

En estas condiciones, dice Jonathan Masters, del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), es urgente un compromiso político y legislativo para, por ejemplo, prohibir las armas de asalto semiautomáticas y obligar a la verificación de antecedentes. Sin embargo, continúa, la propuesta fue derrotada en el Senado en 2013, y Obama nunca logró el consenso necesario en el Congreso para endurecer estas leyes. Con Trump será más difícil.

Además de que las armas están inmersas en la cultura norteamericana, lo que sucede de fondo es que son un negocio fructífero. De hecho, en los últimos cuatro años, la compra y venta aumentó en 8,4 %, según concluyó un grupo de expertos del Instituto Internacional de Investigación sobre Paz de Estocolmo (Sipri, por sus siglas en inglés).

A Nan Tian, uno de ellos, especializado en el tema de armas y gasto militar, le llama la atención que el incremento se dé sobre todo en Medio Oriente, donde países como EE. UU. lideran una coalición internacional para pacificar. No obstante, ese país, el principal proveedor de armas del mundo (ver infografía), suministra armas de alto calibre a por lo menos una centena de países.

Infográfico

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