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La semana en Francia comenzó con una de las temperaturas más bajas en los últimos años, un fenómeno meteorológico que los expertos denominan “Moscú-París”, por los vientos helados que parten de Rusia y llegan hasta Europa occidental. Algunos franceses, para romper el hielo y calentar las conversaciones, afirman que la fría corriente la envía el presidente ruso, Vladimir Putin, y apuntan las carátulas de la prensa que tienen en su portada a la líder del movimiento de extrema derecha en Francia, Marine Le Pen y su Frente Nacional. Aunque con las recientes declaraciones del presidente de Estados Unidos (EE. UU), Donald Trump, parece que los vientos helados arriban a Europa desde el Atlántico.
Las temperaturas han llegado a ser tan frías en Europa que, en una ciudad cerca a los Alpes franceses como Lyon, los refugiados que se encontraban en los túneles de las estaciones de tren han tenido que salir a buscar abrigo en los albergues que ofrecen la municipalidad y algunas organizaciones no gubernamentales. Las carpas que expatriados sirios tuvieron armadas en diciembre de 2016 fueron desmontadas por las corrientes de frío que han bajado más de una decena de grados Celsius con respecto al mismo periodo de los años anteriores.
La religión no ha sido un tema de poca monta en el ajedrez político europeo. Para Mauricio Jaramillo, experto en relaciones internacionales de la Universidad del Rosario, la religión es inexorable en Europa y en el análisis de los movimientos nacionalistas, al menos en tres aspectos. El primero, porque “para muchos, la religión está en el centro de la violencia más temible, el fundamentalismo religioso, especialmente del Islam Suní, que está en la zona de Oriente Medio, peligrosamente acercándose cada vez más a Europa y que favorece una narrativa de estigmatización a los migrantes”.
Segundo, es importante porque “en la identidad europea se sigue jugando y se sigue hablando de la religión, un ejemplo es el caso de Turquía y la tensión por una república que bascula cada vez más hacia el islamismo. Esa laicidad que Europa reivindica, sigue siendo significativa en su relación con el mundo. Por último, Europa seguirá siendo el destino de refugiados políticos de regímenes que reprimen en nombre de la religión”, afirma Jaramillo.
Según un reporte de este año de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Europa recibió el año pasado 25 % más de demandas de asilo que en 2015, y esa es una de las razones para el alza de los movimientos nacionalistas.
Según el profesor de relaciones internacionales de la Universidad Católica de Lyon, Gilles Thevenon, el fenómeno de los partidos de extrema derecha en Europa tiene una fuerte causa política. En la Francia contemporánea llega en las elecciones de 1984 con Jean-Marie Le Pen, quien apostó por la seguridad y criticó fuertemente la inseguridad. “De cierta manera se abanderó de los problemas sociales como el desempleo y denunció la migración con un tinte xenofóbico. Este renacimiento de la extrema derecha tuvo una acogida de 10 % en 1984 y de 17 % en las elecciones de 2002 para la segunda vuelta presidencial”, afirma el académico.
En diciembre de 2011, sociólogos y geógrafos tomaron la palabra en el periódico Le Monde para intentar explicar el fenómeno renovado de Le Pen y del Frente Nacional en el paisaje francés. Philippe Guilbert y François Miquet-Marty afirmaron que la extrema derecha en Francia se manifestaba ante todo por factores sociales, por “la fractura de la sociedad francesa”. Los analistas aseveraron que la estructura gala estaba dividida entre las ciudades y el sector rural, este último se caracterizaba por creer estar abandonado, por un olvido de los medios de comunicación y por un sentimiento de dejadez democrática. El “Fenómeno Le Pen” les hablaba a estas personas, justo como ahora lo hizo Trump en EE. UU.
Aun así, eventos concretos como los ataques terroristas en París, Niza o Berlín trajeron nuevas razones para el aumento de los grupos nacionalistas. “El engrandecimiento se vio en Alemania del este, pero también en Hungría y en Polonia. Son electores en contra de las políticas migratorias que se toman desde Bruselas, electores abandonados que tenían dos opciones: la abstención o el voto de protesta. El año pasado, los partidos nacionalistas aprovecharon la crisis de los migrantes y aumentaron su caudal con esa falsa tesis del ‘gran reemplazamiento’”, afirma Thevenon.
A finales de 2016 el periódico Le Figaro se puso en la tarea de recoger el caudal electoral de los partidos de extrema derecha desde 2001 (tomando como referencia el ataque del 11 de septiembre en Nueva York y el comienzo de la lucha internacional contra el terrorismo) en cada uno de los países del Viejo Continente. Si bien los expertos atribuyen las causas del aumento de estos movimientos a factores económicos y sociales, principalmente, no se podría poner una sola causa similar a cada una de las naciones europeas.
Para poner algunas cifras, en un país como Alemania, el aumento de votos de partidos de extrema derecha pasó de un mínimo de 0.3 % en las elecciones federales de 2002 a un máximo de 8.7% en las elecciones europeas de 2014 a favor del movimiento neonazi, el Partido Nacional-Demócrata de Alemania (NDP). Así mismo, el acrecentamiento de los movimientos nacionales se ve en países con una economía sólida y creciente como Suecia y el partido Demócratas de Suecia (SD), que pasó por primera vez la barrera de 1 % en 2002 y en 2014 alcanzó 13 % en las parlamentarias.
El especialista en extrema derecha europea Jean-Yves Camus, y autor junto a Nicolas Lebourg del libro Las derechas extremas en Europa (Les Droites extrêmes en Europe, título original en francés), afirma que el fenómeno de Trump es distinto a la situación del viejo continente porque el sistema americano funciona mediante los grandes colegios electorales y no mediante el sufragio universal directo. Los resultados “políticamente incorrectos”, como el Brexit y el aumento del caudal electoral nacionalista, tienen causas generales compartidas, pero grandes diferencias en los factores interiores de cada país.
Sin embargo, una consecuencia de la elección de Trump es que para una parte de la opinión pública europea los eventos políticos que parecerían inimaginables, hoy son posibles. “Yo insisto, que un mes antes de la elección presidencial de EE. UU., en Europa no había un solo comentarista que diera a Trump por vencedor. Al menos sicológicamente puede haber una influencia sobre nuestras elecciones, ya que los electores se dirán que después de todo por qué no podrían votar por una voz diferente”, afirma Camus que ha sido un gran opositor al papel del Frente Nacional en el panorama político francés.
Ayham Agha, artista y refugiado sirio que vive en Alemania luego de que la guerra hubiera estallado en su país, se dedica a trabajar la memoria a través del teatro. Para él, como para muchos de este tipo de migrantes, la llegada de Trump a la presidencia de EE. UU. es mejor que lo que hubiera sido Hillary Clinton sentada en el Salón Oval de la Casa Blanca, “con Trump por lo menos sabemos a qué atenernos, porque las acciones de Clinton como secretaría de Estado no han mejorado, ni mucho menos, la situación en Medio Oriente”, dice este actor, para quien lo más difícil de la salida de Siria ha sido el hecho de dejar a su familia. “Mi padre se rehúsa a salir, así hayan bombardeado más de tres veces el edificio en el que vivimos, y esa sigue siendo su casa”.
Lo que sí es cierto es que los vientos helados de Rusia atacan con fuerza a los países de Europa occidental, quienes esperan con incertidumbre qué rumbo les depara con la llegada del nuevo capitán al barco de Estados Unidos.