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El presidente catalán Carles Puigdemont asumió este martes el “mandato” del referéndum para que Cataluña sea una “República independiente”, aunque llamó al parlamento regional a suspender “los efectos” de la independencia para propiciar un diálogo.
El gobierno español, en representación de su vicepresidenta, Soraya Sáenz, no tardó en responder con reproche. “El discurso es de una persona que no sabe dónde está, a dónde va, ni con quién quiere ir”, afirmó, y agregó que no se puede aceptar la validez de una ley catalana de referendo, “porque fue un acto ilegal, fraudulento y sin las más mínimas garantías”.
La interpretación de las palabras de Piugdemont aún es debatida. Miguel Martínez, coordinador de la línea de investigación Europa de la Universidad Externado, no encuentra que se haya tratado de una declaración de independencia. “Fue una ambigüedad, una manera de decir que quieren la independencia, pero que no saben cómo tenerla sin que haya un diálogo con el Gobierno”, asevera el experto, para quien es claro que lo del líder catalán fue más un intento por internacionalizar el asunto para legitimar su pedido de una república.
De hecho, tras el anuncio de Piugdemont, el ambiente se enfrió en las calles de Barcelona, cuenta Marta Rovira i Vergés, socióloga y docente de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), quien cuenta que la respuesta del Govern era la esperada desde el punto de vista racional, pero no tuvo la contundencia que querían los independentistas.
Aún así, y pese a que el presidente no dio detalles ni plazos de la negociación que pretende con Madrid, su discurso se trató de “una clara declaración de independencia, pero con apertura al diálogo”. El hecho lo corrobora la declaración que al final de la plenaria en el Parlamento catalán firmaron los diputados independentistas, y en la que, de forma simbólica, reafirmaron que ayer en la noche quedó constituida la “República soberana de Cataluña”.
El retiro de Barcelona del Grupo Planeta, la mayor organización editorial española, también lo confirma. “Mañana nos vamos. La incertidumbre generada es ahora mayor”, señalaron fuentes de esa compañía al diario español El Mundo.
Ahora bien, el tono y la forma del discurso de Piugdemont dejó esa posibilidad sin la fuerza suficiente, insiste la socióloga. “Después de que la gente se partió la cara en las calles para defender el referendo, sus palabras generaron una decepción momentánea”, señala, y afirma que, en el fondo, se trató de un guiño a la comunidad internacional para que medie en un diálogo.
De momento, la reacción de Madrid a un diálogo propuesto por Cataluña es hostil, pero la comparecencia hoy del presidente español, Mariano Rajoy, puede provocar algún giro a esa posibilidad, que si no tiene lugar, acarrearía dos consecuencias.
Una, que el Parlamento catalán ponga en marcha la Ley de Transitoriedad, que convertiría de inmediato a Carles Puigdemont como jefe de Estado de Cataluña (mientras hay elecciones) y daría seis meses para llamar a una Asamblea Constituyente, cuyos miembros redactarían una nueva Carta Magna,
La otra vendría por parte de España, y sería aplicar el artículo 155 de la Constitución, que le permite al Gobierno, en caso de la violación de un derecho, quitarle poderes a un gobierno autónomo, en este caso el catalán. Lo anterior implicaría clausurar su Parlamento y nombrar un Ejecutivo y un Legislativo provisionales.