En un fallo que por primera vez involucra a un país asiático, la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya (CPA) decidió que Pekín no tiene derechos históricos en el 90 % de las áreas del mar de China Meridional, como lo reclama, y que con la construcción de islotes artificiales en la zona ha agravado la disputa territorial con Filipinas.
Mientras el gobierno filipino aplaudió la decisión, los chinos calificaron el fallo de “naturalmente nulo y no vinculante” y dijeron que el país “ni lo acepta ni lo reconoce”.
No obstante, el ambiente frágil entre los actores interesados en esa zona es lo que más preocupa. En los últimos años, China ha construido allí islas artificiales, pistas de aterrizaje, muelles de carga y antenas, lo que ha llevado a sus vecinos y a Occidente a pensar si tal infraestructura es estrictamente para fines civiles, o si el gigante asiático se encuentra ampliando su capacidad para combatir.
La difusión en febrero de este año de una serie de imágenes satelitales donde aparecen con claridad misiles chinos en las islas Spratly, rebosó la copa.
De inmediato, Estados Unidos y Japón aumentaron la cooperación militar con Filipinas. El primero lanzó patrullas conjuntas con el país que se disputa territorio marítimo con China, mientras los nipones aumentaron a 110 millones de dólares sus donaciones en defensa naval.
A las puertos de un conflicto
El temor a un enfrentamiento en ese lado del mundo encendió ayer las alertas. Elizabeth Economy, directora de Estudios Asiáticos del Consejo de Relaciones Exteriores, cree que si la actividad diplomática y la redistribución militar de Estados Unidos en China no se maneja con prudencia, “podría transformar parte de las regiones marítimas de Asia, de prósperos canales comerciales, a arenas de conflicto”, por lo que incluso propone un sistema de gestión de crisis regional.
Sandy Pho, directora de proyectos del Instituto Kissinger sobre China y Estados Unidos, cree que por más intereses que haya en el sur de Asia (pesca, comercio marítimo, petróleo, gas y un nacionalismo cada vez más sólido), “el resultado directo no será un conflicto, o al menos en el corto tiempo”.
La analista argumenta que “una comunidad grande de académicos chinos, un grupo sólido de empresarios con interés en que se mantenga la seguridad, una cancillería consciente de que debe proyectarse conciliadora ante el mundo y decenas de oficiales de embajadas extranjeras que están en ese país presionando, terminarán, poco a poco, por mostrar salidas efectivas”.
Enrique Posada, director del Instituto Confucio de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, tampoco ve factible un conflicto. “A ninguno le interesa. Obama está de salida y no va a agravar un problema, mientras Japón tiene grandes intereses económicos, porque es el segundo inversor internacional más grande en China”.
En esa medida, pronostica que aunque los países vecinos demandarán las mismas peticiones de Filipinas, el país mantendrá su posición de que la salida es la negociación bilateral con cada uno de ellos.