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La candidata presidencial Hillary Clinton cerró anoche la Convención del Partido Demócrata de Estados Unidos con un discurso que se movió entre sus grandes propuestas para los americanos y fuertes cuestionamientos a su rival, el republicano Donald Trump.
Clinton prometió que, si gana las elecciones, será la presidenta de todos los estadounidenses, “de demócratas, independientes y republicanos”, tanto de los que voten por ella como de los que no lo hagan.
“Llevaré todas sus historias y voces conmigo a la Casa Blanca”, dijo Clinton, en palabras recogidas por la agencia Efe.
Señaló que Trump “quiere dividirnos del resto del mundo, y entre nosotros” y agregó que “no construiremos un muro, construiremos una economía donde todo el mundo que quiera un trabajo bien pagado pueda tener uno”.
La líder demócrata denunció el “racismo sistémico” que sufren las comunidades negra y latina en EE. UU., al prometer una reforma del sistema judicial y un mayor control de las armas.
“Tenemos que curar las divisiones en nuestro país”, declaró Clinton.
La primera mujer que aspira a dirigir la Casa Blanca en nombre de uno de los grandes partidos de EE. UU., llegó al cuarto día del encuentro precedida por intervenciones con alta repercusión mediática y en redes sociales: Bernie Sanders, Michelle Obama y su esposo, el expresidente Bill Clinton, animaron la convención. Pero el discurso del presidente Barack Obama marcó un hito en la reunión demócrata.
El conjunto de discursos, apariciones y gestos fueron, según Emilio Viano, internacionalista de la American University, “una coreografía perfectamente planeada y armónicamente ejecutada”.
Para él, Obama consiguió que su visión optimista frenara en cierta medida la amenaza de Trump.
Además, “con un abrazo dramático, muy bien hecho”, simbolizó el traspaso de poderes y presentó a Clinton como una mujer cálida y como la mejor garantía de continuar lo que él logró con la reforma sanitaria, el crecimiento económico y la política internacional.
“La Convención Demócrata dejó claro que la decisión de noviembre es más que una alternativa entre los dos partidos. Se trata de elegir entre una política experimentada y fiable y un excéntrico y pesimista”, opina el analista, y añade que cree probable que con esta impresión se revierta el panorama de las encuestas, hasta ahora un poco más favorables con el republicano.
Yann Bassett, director del Observatorio de Procesos Electorales (OPE) de la Universidad del Rosario, cree que las convenciones son ejercicios “muy estilizados de la aldea política norteamericana”, que solo sirven para allanar influencias entre militantes de un partido. “Solo convencen a los convencidos y están hechas para reunir fuerzas entre aliados”, añade.
Sin embargo, algo rescata: “El apoyo que le demostraron Obama y Sanders a Clinton confirmó unidad en el partido, mucho más que el intento de los republicanos por lo mismo”.
Para Bassett, viene ahora un enfrentamiento más directo entre los dos candidatos.
“Tendrá que ser una campaña muy agresiva”, continúa Viano. Y es que en vista de que Trump insulta y de que Clinton es tachada de “mentirosa y de que solo tiene como interés el lucro y el poder”, ambos tendrán que ser estratégicos a la hora de capturar los votos de los indecisos, que serán los que terminen por aclarar las tendencias.
En esa tarea, concluye José Gabilondo, internacionalista de la Universidad de La Florida, la demócrata tendrá que demostrar a muerte que es la mejor candidata, que va a continuar con la política de Obama, que no echará a perder las alianzas internacionales, lo que se ha conseguido en respeto a las minorías y que tiene con qué asegurar un avance económico .
Con una popularidad superior al 50 % y un discurso memorable, Barack Obama convenció a los asistentes a la Convención Demócrata, y probablemente a más de un indeciso detrás de las pantallas, de que Hillary Clinton tendría que ser la próxima presidenta de Estados Unidos.
“Solo hay una candidata en esta carrera que cree en ese futuro y que ha dedicado su vida a él”; “podría hacer realidad la promesa de esta gran nación”; “ha estado ahí para nosotros, incluso aunque no nos hayamos dado cuenta siempre”; “tienen que saltar a la arena con ella, porque la democracia no es un deporte para espectadores”, exhortó el mandatario, que selló sus palabras hacia la exprimera dama con un sorpresivo abrazo.
A este discurso se sumaron otros, que durante 72 horas confirmaron la pluralidad de voces que soportan a la demócrata: hombres, mujeres, homosexuales, heterosexuales, blancos, negros, hispanos, jóvenes, adultos, y figuras como su contrincante Bernie Sanders, se subieron a la tarima.
El conjunto de discursos, apariciones y gestos fueron según Emilio Viano, internacionalista de la American University, “una coreografía perfectamente planeada y armónicamente ejecutada”.
Para él, con su gran capacidad de orador, Obama consiguió que su visión optimista frenara en cierta medida la amenaza de Trump.
Además, “con un abrazo dramático, muy bien hecho”, simbolizó el traspaso de poderes y presentó a Clinton como una mujer cálida y como la mejor garantía de continuar lo que él logró con la reforma sanitaria, el crecimiento económico y la política internacional.
“La convención demócrata dejó claro que la decisión de noviembre es más que una alternativa entre los dos partidos. Se trata de elegir entre una política experimentada y fiable y un excéntrico y pesimista”, opina el analista, y añade que cree probable que con esta impresión se revierta el panorama de las encuestas, hasta ahora un poco más favorables con el republicano.
En cambio, para Yann Bassett, director del Observatorio de Procesos Electorales (OPE) de la Universidad del Rosario, las convenciones son ejercicios “muy estilizados de la aldea política norteamericana”, que a la final solo sirven para allanar influencias entre militantes de un partido. “Solo convencen a los convencidos y están hechas para reunir fuerzas entre aliados”, añade.
Desde ese punto de vista, para el investigador no es mucho lo que los discursos de Obama, Kaine y los Clinton puedan significar sobre la dinámica que tendrá la campaña demócrata en los próximos tres meses.
Sin embargo, algo rescata: “El apoyo que le demostraron Obama y Sanders a Clinton confirmó unidad en el partido, mucho más que el intento de los republicanos por lo mismo”.
Así las cosas, la carrera más mediática de las últimas décadas por la Casa Blanca adquiere nuevos tintes.
Para Bassett, habrá un enfrentamiento mucho más directo entre los dos candidatos, mientras la demócrata, que no es figura muy popular, tendrá que demostrar que es capaz de representar a todo el partido y de enfrentarse por sí sola a Trump, éste deberá moderarse y ser más consistente.
“Tendrá que ser una campaña muy agresiva”, continúa Vianco. Y es que en vista de que Trump insulta y de que Clinton es tachada de “mentirosa y de que solo tiene como interés el lucro y el poder”, ambos tendrán que ser estratégicos a la hora de capturar los votos de los indecisos, que serán los que terminen por aclarar las tendencias.
En esa tarea, concluye José Gabilondo, internacionalista de la Universidad de La Florida, la demócrata tendrá que demostrar a muerte que es la mejor candidata, que va a continuar con la política de Obama, que no echará a perder las alianzas internacionales, lo que se ha conseguido en respeto a las minorías y que tiene con qué asegurar un avance económico.