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Guaidó, el político con suerte que reta a Maduro

Con 35 años, este opositor se convirtió en presidente de la Asamblea Nacional y, de facto, en la mayor amenaza para el gobierno declarado ilegítimo.

  • El presidente de la Asamblea, Juan Guaidó, el pasado domingo, luego de ser liberado de una detención estatal. FOTO reuters
    El presidente de la Asamblea, Juan Guaidó, el pasado domingo, luego de ser liberado de una detención estatal. FOTO reuters
15 de enero de 2019
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El nuevo líder de la oposición en Venezuela, el diputado Juan Guaidó, es alguien perseguido, en igual medida, por las dificultades y por la suerte. Cuando tenía 15 años, en 1999, sobrevivió a la Tragedia de Vargas, el mayor desastre natural de Venezuela en los últimos dos siglos y la avalancha de barro que más muertos ha causado en la historia (entre 10.000 y 30.000 personas), según el Récord Guinnes.

A partir de los escombros, sin embargo, Guaidó construyó la base popular que ha impulsado su carrera política, tal como señala Carlos Romero, profesor de Ciencia Política de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Casi dos décadas después, como nuevo presidente de la Asamblea Nacional, el líder opositor ya no debe sobreponerse al rigor de la naturaleza sino a un gobierno, el de Nicolás Maduro, declarado ilegítimo por la Organización de Estados Americanos (OEA) por haber ilegalizado la oposición.

El dirigente de 35 años, un ingeniero industrial con dos posgrados en gerencia pública y miembro fundador del partido Voluntad Popular en 2010, pasó en un par de días de ser un diputado discreto a asumir el cargo que, constitucionalmente, estaría habilitado para ocupar la presidencia del país en una transición.

De alguna forma, como hace 19 años, fue el azar el que lo puso ahí. Romero señala que el encarcelamiento y exilio sistemático de los miembros de su partido –entre ellos su principal referente, Leopoldo López le fue abriendo camino a un líder joven, quien se ha hecho visible por estar en la primera fila de las protestas en 2014 y 2017.

Para el abogado de López, Roberto Marrero, quien conoce al nuevo presidente del legislativo desde su liderazgo estudiantil como promotor de las protestas contra Hugo Chávez en 2007, “las responsabilidades trascendentales nunca son casualidades y él ha demostrado en estos pocos días que tiene el carácter para manejar la crisis”.

¿Presidente paralelo?

En su discurso el pasado viernes al frente del legislativo –elegido en 2015 y cuyos poderes fueron retirados en 2017 por el gobierno–, Guaidó oxigenó una oposición cercada por el oficialismo y por sus propias divisiones, pero también dejó interrogantes frente al camino a seguir.

Al invocar el artículo 233, que permitiría a la cabeza del legislativo comandar el gobierno ante la ilegitimidad del presidente, se revivió un recurso al que la oposición ya recurrió sin éxito en 2017, cuando la asamblea era comandada por el hoy exiliado Julio Borges.

A diferencia de esa ocasión, esta vez el argumento de la ausencia de un poder legítimo tuvo eco en la comunidad internacional. El secretario general de la OEA, Luis Almagro, se apresuró a reconocer a Guaidó como presidente interino de Venezuela. Lo mismo hizo el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.

Para Óscar Arnal, profesor de la cátedra constitucional de la UCV, la ratificación de Maduro en el poder reactivó el rechazo internacional al gobierno chavista, el cual por primera vez fue declarado ilegítimo por el Grupo de Lima.

Pero, agrega Arnal, de facto el líder de la oposición no ha emitido su juramento como jefe de Estado encargado. Este se limitó a mencionar que contaba con esa potestad de acuerdo a la Carta de 1999, probablemente previendo una represalia del gobierno de Maduro en caso de autoproclamarse presidente.

Carlos Valero, diputado opositor, cree que la transición ya comenzó, “pero si cometemos errores como precipitar acontecimientos sin la coordinación entre todos los actores, esta se puede revertir”.

En primera línea

Durante gran parte de sus 35 años, Juan Guaidó ha asistido, con fe inquebrantable a los partidos de los Tiburones de la Guaira. “No creo que los hayamos visto ganar ni una vez”, menciona su colega en la Asamblea y amiga Delsa Solórzano. El nuevo presidente del legislativo venezolano comparte con ella una debilidad por las causas perdidas.

En 2017, recibió en la espalda y el cuello los perdigones de los colectivos chavistas enviados para reprimir las protestas y, al día siguiente de salir del hospital, volvió a la calle.

Por eso, para sus amigos, es normal que no haya dudado en asumir un cargo tan riesgoso como la presidencia de la Asamblea, desde la que, de acuerdo con Romero, en primer lugar debe intentar apaciguar a quienes propenden por una salida militar a la crisis e, incluso, una intervención extranjera en Venezuela.

En ese sentido, para el docente, el reconocimiento de la OEA de un mandato interino que el propio presidente del legislativo aún no ha juramentado, más que un respaldo es una presión. “Es muy fácil proclamar la presidencia transitoria desde Miami”.

Estando en Venezuela, Guaidó está expuesto, incluso más que sus colegas, a la persecución estatal. El domingo, por ejemplo, el líder opositor fue detenido durante una hora por funcionarios que, según el oficialismo, actuaron de forma independiente y fueron destituidos.

El peligro sigue latente y se manifiesta en la amenaza emitida por la ministra del Poder Popular Iris Varela, quien a través de su cuenta de Twitter dijo: “Te acomodé la celda, con su respectivo uniforme, espero a que nombres a tu gabinete para saber quiénes son los que te van a acompañar”. En un país en el que hay 281 detenidos, según la ONG Foro Penal, la de Varela no es una amenaza para tomar a la ligera.

Guaidó, afirma Solórzano, es consciente del riesgo que corre, sabe que presentarse como la mayor amenaza ante un debilitado Maduro lo puede llevar a correr con la misma suerte que sus antecesores presos. Él, la mayoría de la oposición y la comunidad internacional confían que su caso sea distinto. Después de todo, es un tipo con suerte

97
mil votos obtuvo Guaidó en su elección como diputado de la Asamblea en 2016.
281
personas están detenidas por razones políticas en Venezuela, según la ONG Foro Penal.

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