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Copenhague, la capital verde de Europa

La capital de Dinamarca se ha convertido en un oasis urbano. Así ha sido su transformación.

  • Copenhague fue una de las primeras ciudades del mundo en peatonalizar el centro.
    Copenhague fue una de las primeras ciudades del mundo en peatonalizar el centro.
  • Las bicicletas siguen siendo el signo más evidente de la transformación de Copenhague. La revolución inició en los años setenta. FOTOS sstock
    Las bicicletas siguen siendo el signo más evidente de la transformación de Copenhague. La revolución inició en los años setenta . FOTOS sstock
14 de junio de 2015
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Una colina inesperada se alza en el corazón de Nørrebro, un distrito de Copenhague con fuerte concentración de inmigrantes que vive un rápido proceso de transformación. La elevación, insólita en una ciudad asombrosamente plana, se encuentra rodeada de edificios del siglo XIX, pero también de bloques modernos.

La hierba está cuidadosamente recortada, y dos estudiantes charlan tranquilamente tumbadas sobre una manta en una desapacible tarde primaveral. El prado no tiene árboles, solo arbustos. Pero la colina es un trampantojo, no existe: es en realidad el techo de un polideportivo y fue construida dentro de un plan de la capital de Dinamarca para crear tantos jardines en las azoteas como sea posible, ya sea como parques, para plantar huertos urbanos o para aprovechar la lluvia, con el objetivo de refrigerar los edificios en verano.

Elegida tres veces seguidas por la revista británica de tendencias globales Monocle como la ciudad más habitable del planeta, capital verde europea en 2014 y designada por una investigación de The Economist Inteligence Unit como la capital más sostenible de Europa, Copenhague se encuentra inmersa en una revolución verde que afecta todos los aspectos de su vida urbana.

Una de las escuelas financieras más prestigiosas del mundo, la London School of Economics, publicó recientemente un estudio sobre el proceso que “ha llevado a Copenhague a transformarse en el líder en economía verde en todo el mundo”. El informe concluía que la reducción de emisiones y la apuesta por políticas medioambientales no solo son buenas para el planeta, sino que se han transformado en un negocio estupendo para el país nórdico.

El objetivo de la ciudad danesa es convertirse en 2025 en la primera capital del mundo neutral en cuanto a emisiones de carbono. Están convencidos de conseguirlo: desde 1990 han reducido las emisiones un 40 por ciento y desde 1980 el PIB de Dinamarca ha subido un 80 por ciento, pero el consumo energético se ha mantenido al mismo nivel.

“Lo que estamos haciendo aquí es nuevo, ocurre por primera vez”, explica en su despacho el ministro danés de Clima, Energía y Construcción, Rasmus Helveg Petersen, de 46 años. Que estas tres carteras estén agrupadas en un mismo Ministerio es toda una declaración de principios.

“Hace 20 años, Dinamarca era famosa por el porno y la tocineta; ahora, por la transición hacia una economía sostenible”, agrega este político del centrista Partido Social Liberal. En su despacho con magníficas vistas sobre los canales del centro de Copenhague, Petersen muestra un mapa de Groenlandia, un territorio ártico que pertenece a Dinamarca. “Si este hielo llegase a fundirse, el agua inundaría toda esta ciudad. Es una cuestión de sentido común, pero además es bueno económicamente para el país”.

Unidad política

Tanto en el Parlamento nacional como en la Alcaldía de la capital, el consenso sobre política medioambiental supera casi el 90 por ciento y agrupa a todos los partidos. La batalla se centra en la inmigración y la integración en la capacidad para mantener el Estado de bienestar o en los efectos de la crisis.

Gane quien gane las elecciones convocadas para el próximo jueves, la apuesta medioambiental no se cambiará porque fue consensuada en 2012 hasta 2025. Tanto la Alcaldía como el Gobierno se rigen por coaliciones dirigidas por los socialdemócratas que agrupan partidos, que representan una parte considerable del espectro político, desde el centroderecha hasta la izquierda. En las cuestiones medioambientales, el consenso incluye también a la oposición. No se trata solo de una apuesta de los partidos: es una exigencia social.

“¿Acaso podemos esperar a los políticos? Todos los grandes cambios han venido desde abajo. Es muy importante pensar en lo que puedes hacer, en cuál puede ser tu contribución”, señala el cocinero Flemming Schiøtt Hansen, de 42 años.

Su negocio es un restaurante en la azotea de un feo edificio de hormigón en el barrio de St. Kjeld, una zona residencial situada al noreste de la ciudad. Se accede por una intrincada y vertiginosa escalera de caracol. La mayoría de los productos que sirve están cultivados en esa misma azotea, que es una granja urbana, con una considerable superficie para plantación, tres panales de abejas y un gallinero.

St. Kjeld está en pleno proceso de transformación para convertirse en el primer barrio preparado para el cambio climático del mundo, con la construcción de jardines con depósitos para agua bajo los mismos y aceras más permeables. En los dos últimos años, Copenhague ha padecido dos tormentas inusitadas, y los científicos creen que el cambio climático traerá muchas más. Los daños provocados por las dos lluvias torrenciales ascendieron a mil millones de euros.

Modelo de exportación

La capital danesa está de moda por albergar el afamado restaurante Noma, elegido varias veces el mejor del mundo y cuya influencia se ha traducido en una revolución de la gastronomía escandinava. El diseño nórdico, las marcas de ropa cada vez más presentes en las tiendas de medio mundo o series que transcurren en la ciudad como Borgen o Forbrydelsen (The Killing) también han puesto a Copenhague en el mapa. Sin embargo, su gran negocio se ha convertido en la exportación de un modelo de crecimiento ecológico.

El interés que despierta este sector se ha traducido en que, solo en 2014, 2.600 delegaciones del mundo visitaron State of Green, el organismo mitad público mitad privado encargado de promover las soluciones verdes que ofrece la ciudad desde sus modernas oficinas, situadas a pocos pasos de la alcaldía.

“Muchas de estas ideas podrían funcionar en otros países”, afirma Iver Høj Nielsen, responsable de comunicación de State of Green. “El agua es un problema creciente en el planeta. En nuestro caso, porque estamos padeciendo lluvias de una intensidad insólita. Otros lugares, megalópolis como Sao Paulo o Los Ángeles, padecen sequías tremendas. Hay que buscar soluciones para encontrar y usar mejor el agua de la que se dispone”, prosigue Iver Høj Nielsen.

El modelo es perfectamente exportable. La mayoría de las ciudades europeas podrían hacer lo mismo, es una cuestión de prioridades, de voluntad política”, asegura el vicealcalde para Asuntos Técnicos y Medioambientales de Copenhague, Morten Kabell, que pertenece al ala izquierda de la coalición que gobierna la ciudad. “No se puede calcar porque hay que adaptarse a la estructura de cada sociedad, pero es un modelo que puede funcionar en España o en Grecia. Todo el mundo puede hacerlo”.

“Copenhague nunca tuvo un plan general. Ha ido ganando espacios para los ciudadanos. Estos últimos años se ha producido un gran cambio cultural, la gente está regresando al centro de la ciudad, pero piden un mayor acceso a las calles, a los espacios verdes”, prosigue Helle Søholt, que trabajó en el año 2000 junto a Jan Gehl, el gran gurú de la planificación urbana, de la lucha para convertir a las ciudades en lugares más habitables y del estudio de la relación de los tejidos urbanos con la gente.

Una responsabilidad global

Las decenas de proyectos que están transformando Copenhague no se centran solo en dos o cuatro ruedas, eso ya es terreno conquistado: están los jardines en las azoteas y la construcción de una nueva incineradora para calentar la ciudad con biomasa y basura orgánica que tendrá una pista de esquí encima.

Como en muchos países del norte de Europa, la calefacción es urbana y alcanza al 98 por ciento de las casas. Este proyecto, que costará 460 millones de euros, puede verse desde la zona portuaria, que vive también un gran proceso de renovación.

Los nuevos puentes que unirán barrios con el centro de la ciudad son solo para bicicletas. Los camiones de reparto están empezando a ser equipados con un sistema de GPS que, a cambio de circular a menor velocidad (y, por tanto, producir menos emisiones), les ofrece rutas con todos los semáforos en verde.

En el puerto, entre edificios futuristas que han recibido las críticas de algunos ciudadanos por los elevados precios de las viviendas, se pueden entrever en el horizonte las aspas de molinos de viento para la producción de energía eólica, que se han convertido en uno de los símbolos del país –actualmente representan el 20 por ciento del total de las exportaciones de Dinamarca–.

La ley obliga a que el 50 por ciento de la propiedad de los parques eólicos sea una cooperativa, de tal forma que implica a los vecinos en los proyectos. Actualmente, el 33 por ciento de la energía se produce por renovables, aunque el objetivo es que para 2020 sea el 50 por ciento.

Sin embargo, la posibilidad de exportar todos estos proyectos genera cierto escepticismo por las características especiales de Copenhague: es una ciudad ideal para las bicis, porque es muy plana; tiene mucha agua y, por tanto, es fácil mantener las zonas verdes; la calefacción central de la ciudad, que nació como una parte más del Estado de bienestar, es ahora un instrumento muy útil para reducir las emisiones; tiene mucho viento, lo que ayuda a la apuesta eólica; está en el mar... Y, sobre todo, es la capital de un país rico.

Pese a que se ha visto sacudido por la crisis, su renta per capita fue en 2014 de 60.000 dólares (entre las más elevadas de la UE, después de Luxemburgo y Suecia, y casi el doble de la española), con una enorme inversión en educación (con un 7,8 por ciento de su PIB, es el segundo país de la UE que más invierte en esta materia).

Por otro lado, si Dinamarca no logra exportar su modelo, su esfuerzo será ampliamente insuficiente, ya que es responsable solo del 0,1 por ciento de las emisiones en todo el mundo. “No tiene que ver con ser ricos o pobres”, responde a las dudas el vicealcalde Kabell. “Es una responsabilidad global, porque no se puede olvidar que la mayoría de las emisiones se producen en países ricos. Estudiamos todas las áreas de la sociedad y vemos qué soluciones podemos ofrecer”.

El ministro de Medio Ambiente se pronuncia en el mismo sentido: “Colaboramos con muchos países. Pero por encima de todo es una estrategia política: es un problema con el que no podemos vivir, no podemos mirar hacia otro lado. Nosotros tenemos condiciones especiales, de acuerdo, pero cada país tiene que estudiar sus condiciones especiales y aprovecharlas”.

2025
es el año meta de Copenhague para convertirse en la capital del mundo neutral en emisiones de carbono.
2.600
delegaciones del mundo visitaron Copenhague en 2014 para conocer su transfomación
33%
de la energía en Copenhague se produce por fuentes renovables.
90%
de los padres de familia llevan a sus hijos al colegio en bicicleta o caminando.
63%
de los desplazamientos en el centro de Copenhague, habitado por 700.000 personas, se hace en bicicleta.

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