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¿Cómo enfriar las ciudades?

Aumenta la preocupación por el calor en las urbes, que reduce la calidad de vida.

Hay países con soluciones en marcha.

  • Aprovechar los ríos y hacer parques de agua es una alternativa para refrescar las ciudades. Imagen del nacimiento del río Medellín. FOTO MANUEL SALDARRIAGA
    Aprovechar los ríos y hacer parques de agua es una alternativa para refrescar las ciudades. Imagen del nacimiento del río Medellín. FOTO MANUEL SALDARRIAGA
20 de marzo de 2018
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Día de sol, el calor agobia, la ciudad arde. Y lo que parece un lugar común es una situación cada vez más frecuente en todo el planeta.

Medellín no es la excepción. En algunas zonas, como el Centro, la temperatura es 2 ° Celsius más alta.

No es de extrañar que las ciudades quemen. El asfalto refleja solo 4 % de la luz solar que le llega frente a un 25 % de la grama y 90 % de las superficies blancas.

Con el crecimiento urbano crece el cemento, el asfalto, aumentan las superficies oscuras en las edificaciones y se reducen las áreas verdes.

¿Se puede hacer algo? Es la pregunta que con más frecuencia se hacen urbanistas, planeadores y científicos. Y están respondiendo, de diversas maneras.

En Barcelona (España) comienza la construcción de dos túneles para canalizar el tráfico vehicular y encima levantar un parque con zonas de agua, juegos para niños, jardines y un mercado en exteriores, dijo Marta Pigem Jubany, de la municipalidad, a Thomson Reuters Fundation.

Madrid ampliará, a partir de mayo, varios parques del norte con una inversión de US$ 9,4 millones y cubrirá techos y muros con más elementos verdes.

Las ciudades andan preocupadas por la menor calidad de vida que el calor regala. En París, una firma italiana construirá la primera selva vertical, un bloque de 54 metros de altura con árboles, arbustos y plantas.

Hoy en las áreas urbanas vive 55 % de la población humana y se espera que sea el 66 % a 2050. El entorno será dramático si no se actúa con prisa, con marcadas afectaciones en la salud y el bienestar general de los habitantes.

La creación de superficies más ligeras ayudaría a bajar las temperaturas extremas 2° a 3° C en varias partes del mundo, explica Sonia Seneviratne, quien estudia las dinámicas clima-suelo en el Instituto Federal de Tecnología en Suiza, coautora de un nuevo estudio sobre el tema.

En 2012 Nueva York introdujo normas para pintar de blanco los techos. Hoy se ha procedido en 650.000 metros cuadrados, apenas 1 % del área potencial de estos.

Chicago iniciará un programa similar, de acuerdo con un informe de Yale Environment, y Los Ángeles empezó a pintar el asfalto con pintura gris.

Son solo ejemplos pequeños de lo que se puede y debe hacer, así el impacto aún no sea mayor.

¿Qué más?

Keith Oleson, del Centro Nacional de Investigación Atmosférica en Boulder, Colorado (Estados Unidos), analizó qué pasaría si todos los techos de las grandes ciudades alrededor del mundo se pintaran de blanco, aumentando la reflectividad (albedo) del 32 % actual a 90 % y encontró que se reduciría un tercio el efecto isla de calor, suficiente para reducir la temperatura de las horas diurnas en 0,6° C y más en las regiones que reciben más radiación, como la península arábica y Brasil.

Otros estudios sugieren beneficios mayores. Los techos frescos bajarían la temperatura más de 1,5° C en California y más de 1,8° C en urbes como Washington, reveló en 2014 una investigación de Matei Georgescu, de la Universidad de Arizona.

Los hallazgos de Seneviratne sugieren que hay fórmulas también para reducir la temperatura en las zonas rurales.

No son aquellas las únicas formas de ayudarles a las ciudades y al planeta, aunque los efectos de las transformaciones citadinas no tendrían impacto global, solo local.

El suelo urbano ofrece otras posibilidades. Un artículo de Carly Ziter de la Universidad de Wisconsin publicado en Ecological Applications encontró que los de los antejardines, esos que desaparecen con rapidez en el desarrollo urbanístico de la infraestructura, pueden almacenar mucho más carbono que los arbolados urbanos y los pastos nativos.

Nicolas Clinton y colegas acaban de publicar un artículo en Earth’s Future en el que sus hallazgos sugieren que si todas las ciudades acogen la agricultura urbana, el solo beneficio económico sería de más de US$ 33.000 millones de dólares, produciendo 100 a 180 millones de toneladas de alimentos, ahorrando al menos 14.000 millones de kilovatios/hora de energía y secuestrando 100.000 a 170.000 toneladas de nitrógeno.

Serviría además para fomentar la polinización, la formación de suelo e incidiría en la regulación climática.

Sea una o varias, las alternativas elegidas, la idea es una: mejorar la calidad de vida de los habitantes urbanos reduciendo el calor infernal que con mayor frecuencia experimentan hoy y afecta la salud de millones de personas.

750
científicos y planeadores estuvieorn reunidos en Toronto buscando hacer más resilientes las ciudades

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