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¿Qué tan mortales son las serpientes?

En climas extremos aumentan mordeduras; Antioquia es donde más casos se presentan; ¿cuáles muerden más?

  • Mapaná, B. asper. Las Bothrops causan mayoría de accidentes en el país. FOTO Serpentario Nacional
    M apaná, B. asper. Las Bothrops causan mayoría de accidentes en el país. FOTO Serpentario Nacional
03 de noviembre de 2015
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No es que las serpientes persigan a los humanos, pero esos encuentros casuales dejan 3.281 personas mordidas en las 42 semanas transcurridas del año.

La cifra (del INS) es 1,1 % mayor a las notificaciones a la misma semana de 2014 y revela una situación recurrente que tiende a agudizarse durante eventos climáticos extremos, dice César Quiroga, director del Serpentario Nacional.

En promedio en el país ocurren 3.000 accidentes por año, en palabras de Juan Pablo Gómez, biólogo, experto en serpientes, quien trabajó 14 años en el Serpentario de la Universidad de Antioquia, pero se estima que el subregistro es de dos terceras partes.

Antioquia, con cerca del 20% de los casos, es donde más mordeduras se presentan. En esta sección han muerto 3 personas por esa causa y 22 en todo el país: 0,67% de letalidad.

De los 4.211 que, dice Gómez, se reportaron en 2014, 631 ocurrieron acá. Y este año la tendencia se mantiene, con el 17,3% de todas las mordeduras, tres veces más que en cualquier otro departamento.

Hay épocas con más casos y años, por condiciones climáticas. Las serpientes tienen sangre fría y son muy afectadas por climas extremos, en los cuales buscan refugio en sitios que pueden ser las casas del campo.

Quiroga comenta que en las recientes olas de calor fue común el reporte de serpientes en piscinas de fincas de veraneo como Anapoima y Sasaima en Cundinamarca.

Pero ¿en verdad son una amenaza?

En su mayoría las casi 3.000 especies del planeta no representan peligro. En Colombia se conocen unas 300, de las cuales 49, según la Universidad Nacional, son venenosas. Dos terceras partes son culebras que no representan amenaza y de hecho, hay 178 de cazadoras.

Su desconocimiento, como el temor que generan hace que cada año, expresa Quiroga, se maten unos 50 millones a pesar de sus beneficios.

Las venenosas

De las 10 familias en el país, dos, las viperidae o víboras, la elapidae o de las corales son de mayor importancia clínica, explica Gómez.

En la primera, 16 especies de 6 géneros, están las de mayor importancia clínica, siguiendo las corales con 26 especies aunque menor tasa de accidentes.

Las mapaná, X o pudridoras son las que causan más accidentes, del 90 al 95%. Una de las dos especies, Bothrops asper, está en Antioquia, mide hasta 2,5 metros y se halla hasta 1.300 metros sobre el nivel del mar. No está en Medellín, pero en el extremo norte del Aburrá, en las tierras bajas de Barbosa hacia Porce sí.

Es muy agresiva y se adapta bien a los cambios del hombre: está en bosque húmedo tropical pero también en un basurero buscando ratas o en casa de campesino buscando refugio.

“Si uno se la encuentra está dispuesta a atacar, trata de atacar, a defenderse”, dice Gómez. Las serpientes no persiguen al ser humano, es un encuentro fortuito, si se pisa o manipula, de resto no muerde.

La segunda víbora de importancia clínica en el departamento es la patoco o 24 Porthidium lansbergii, que mide hasta 60 centímetros. Muy venenosa, común en la selva cálida, como en el Nordeste.

También se encuentra el verrugoso, la más grande de América, de hasta 4 metros, Lachesis muta o L. acrochorda. Su veneno es muy tóxico, pero de poca accidentalidad porque se supedita a bosques tropicales muy bien conservados hasta los 1.200 metros, y es temperamentalmente dócil. Menos de 1% de accidentalidad.

Del cafetal

La víbora de tierra fría, Botriechis schlegelii, víbora de cafetal, llega a 2.500 metros y es la única arborícola, con cola prensil como la de un mico, y única en el Valle de Aburrá en bosque montano o premontano bien conservado, en alrededores de Piedras Blancas, Santa Elena, El Romeral, parte alta de El Poblado dice Gómez.

Su veneno es de mediana a baja toxicidad.

La segunda familia de importancia es la elapidae, a la que pertenecen las corales (también las cobras, no presentes en América), que producen 1% de los accidentes pero cuyo veneno, neurotóxico, es poderoso. Son ciegas y viven dentro de la tierra. Son huidizas, por lo que los accidentes ocurren cuando se les pisa o manipula. Una, la rabo de ají, está en el Aburrá, en zona bien conservada. Es de color blanco y negro, con cola y cabeza anaranjadas.

¿Cómo identificarlas? Aunque en los rasgos pueden existir variaciones, las víboras son de hábitos nocturnos, tienen cabeza triangular, ojos rasgados tipo gato, fosas nasales y fosas termorreceptoras (por eso los campesinos les dicen 4 narices). Su piel es más opaca y áspera.

Las culebras, no venenosas, tienen cabeza ovoide, ojos grandes, piel brillante y lisa y no poseen fosas termorreceptoras.

En las corales hay varios patrones de coloración: la rabo de ají, las de clave rana (rojo-amarillo-negro-amarillo, con blanco por amarillo en algunas), y las de triada, poco presentes en Antioquia, tres anillos negros separados por dos blancos y circundadas por dos rojos.

Las falsas corales no son elapidae sino culebras.

La población más afectada por mordeduras son hombres en zonas rurales, que laboran en actividades del campo.

El 49% de las mordeduras se da en pies, 23 en piernas y en manos el 10%, indica Gómez. Por eso hay que andar con botas en el campo.

Si se fortalece El Niño, podría haber más accidentes, pero el tema pasa por identificarlas, no molestarlas y andar protegido. Se reducirían las mordeduras y se les protegería.

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