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Para muchos la Navidad es sinónimo de compartir. No para José Esquinas, exdirectivo de la FAO (organización de la ONU para la alimentación y la agricultura) y una de las autoridades mundiales en temas de alimentación y consumo. Él asocia estas fechas con el derroche. “Son el máximo exponente de una incongruencia económica con consecuencias medioambientales y sociales: se produce y se adquiere mucho más de lo que se necesita”, repite en sus conferencias y entrevistas.
Su teoría la confirma un reciente estudio del London Cleaning System, el sistema público de Aseo en el Reino Unido: allí se genera un 30 % más de residuos de lo habitual, incluidos dos millones de pavos y seis millones de árboles de Navidad que terminan en la caneca. Además, los empaques de regalo desperdiciados podrían envolver 260.000 veces al Big Ben, ese reloj símbolo de la ciudad de 106 metros de altura.
La Navidad tiene un costo medioambiental grande, pero también hay razones financieras para hacer un alto en el camino. Según estima Juan José Caro de Kantar Worldpanel, empresa experta en el desarrollo de investigaciones sobre compras reales de los hogares, los colombianos gastarán 15 % más de su presupuesto en Nochebuena, entre alimentos, bebidas alcohólicas y regalos.
Todo parece ser sobre objetos desechables de bajo costo y fácil acceso, dosis altas de azúcar y chocolate, consumismo insostenible, tiendas abiertas 24 horas y tantas otras cosas que se alejan del espíritu navideño.
Comprar de forma compulsiva no lo hará sentirse mejor. Es una trampa, asegura Henry Castillo Parra, pscicólogo de la Universidad San Buenaventura y especialista en neuromarketing.
Una de las características de la condición humana es la sensación de estar incompletos, la misma que nos lleva a buscar la respuesta por lo que somos y en la que se funda el deseo, dice Benjamin P. Hardy, candidato a doctor en psicología organizacional de la Universidad Clemson del Sur de Carolina.
No son las cosas las que compran la felicidad. De hecho, numerosos estudios realizados en los últimos 10 años y citados por el Banco Mundial han demostrado que las experiencias de vida dan un placer más duradero que las cosas materiales. No confunda el ser con el tener, la buena vida no se debe medir en función de lo que se tiene, reitera Castillo.
Además, hágale un favor al planeta y a las generaciones futuras y modere sus consumos y acciones, sobre todo en esta época. Empiece por algo básico: no compre en diciembre para botar en enero. Según Greenpeace México, 40 % de los alimentos que se producieron en 2016 terminaron en la basura, y 12,7 millones de toneladas de plásticos fueron a parar a los océanos.Esta temporada no tendría por qué ser una carga para el medio ambiente, pero en eso se ha convertido en los últimos años.
Se puede celebrar de forma más sostenible sin que sea una tortura: “Es cuestión de vernos como un todo. El planeta, los animales, las ciudades y la naturaleza somos un mismo ser vivo”, enfatiza Andrés Sánchéz Caraballo, biólogo de la Universidad de Cartagena, al referirse a cómo nuestro comportamiento afecta a la Tierra.
Es tiempo de reflexionar sobre lo que desechamos en estos días, lo que compramos, qué comemos, cómo nos comportamos y el tipo de regalos que entregamos.
Con algo de voluntad, un poco de ingenio e imaginación se puede reducir el impacto en estas festividades. Expertos recomiendan siete consejos para vivir una Navidad más ética y sostenible