Mucho se habla en estos tiempos de “movilidad sostenible” y vienen a la mente imágenes de bicicletas, ciclovías y vehículos eléctricos.
En Medellín, por ejemplo, iniciativas como Encicla han puesto el “caballito de acero” un poco más de moda, a tal punto que los viajes en bicicleta en la ciudad pasaron de representar el 1% a entre el 5% y el 6%. También existen diferentes iniciativas ciudadanas que todos los días promueven su uso como medio de transporte amigable con el medio ambiente, pero falta mucho por hacer.
Sara Arango, integrante de La Ciudad Verde, afirma que “muchas veces se piensa que la movilidad sostenible es que los carros sean eléctricos y la gente comparta el carro. Estas cosas obvio no serían malas, pero para nada son sinónimos de movilidad sostenible”.
Hablar de movilidad sostenible es hablar de una combinación de estrategias mediante las cuales se integren diferentes mecanismos de transporte y se incentive por ejemplo, el uso de transportes públicos que ojalá fueran transportes menos contaminantes.
En algunos países y ciudades lo han hecho y lograron salir de los trancones. Para ello, han desarrollado diferentes obras y mecanismos para desestimular el uso de los carros particulares.
Juan Pablo Ospina Zapata, estudiante de Doctorado en Ingeniería Civil-Transporte, de la Universidad Nacional de Colombia, explica que hay ciudades que lideran procesos a favor de la movilidad sostenible, desde las que han buscado acciones a favor de modos de transporte, hasta aquellas que le han apuntado a un desarrollo de acciones integrales e, incluso, “casos de acciones aisladas que pueden tener raíces desde la planificación y desarrollo urbano pero que tienen efectos muy notables sobre la movilidad”, afirmó.