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En el campo colombiano nadie pierde de vista a La Niña

El país busca evitar que se repita la experiencia trágica del fenómeno climático vivido entre 2010 y 2011.

  • El país busca evitar que se repita la experiencia trágica del fenómeno climático vivido entre 2010 y 2011. FOTO JAIME PÉREZ
    El país busca evitar que se repita la experiencia trágica del fenómeno climático vivido entre 2010 y 2011. FOTO JAIME PÉREZ
Campo colombiano atemorizado por el fenómeno de La Niña
22 de enero de 2018
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Las actividades agropecuarias impulsaron el Producto Interno Bruto (PIB) o crecimiento económico colombiano durante el año pasado. Según el Dane, mientras entre enero y septiembre de 2017 el PIB observó una variación de 1,5 %, ese sector productivo creció más: un 6,3 % comparado con el mismo periodo de 2016, explicado principalmente por la dinámica del cultivo de otros productos agrícolas (cereales, legumbres, frutas) y café.

Para este año, las proyecciones de los analistas económicos de Bancolombia señalan que “el agro mantendrá el dinamismo exhibido durante 2017, por cuenta de las condiciones meteorológicas favorables, el buen momento en el ciclo de producción de algunos cultivos y el comportamiento favorable de la demanda externa”.

Pero, en momentos en los que se está desarrollando el fenómeno climático de La Niña, que desencadenaría un exceso de lluvias, ¿qué riesgos se ciernen sobre las 43,1 millones de hectáreas que en el país están dedicadas a la actividad agropecuaria? (Ver gráfico).

La inquietud surge por el antecedente que dejó este fenómeno natural entre 2010-2011, el cual el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) califica como “uno de las más fuertes de la historia”. No obstante, en esta ocasión se afirma que su intensidad será “débil” (ver Textualmente).

Y es que el reporte de daños dejado por La Niña 2010-2011, elaborado por el Dane, señala que en esa época se inundaron 1,64 millones de hectáreas, principalmente en departamentos como Casanare y Bolívar. En Antioquia, el registro de inundaciones fue de 132.568 hectáreas.

Las pérdidas, según las valoraciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), sumaron 11,2 billones de pesos. Bolívar encabezó el escalafón de destrozos con 1,17 billones de pesos. En Antioquia, los daños se calcularon en 699.396 millones.

Hoy, cuando han pasado tres meses del enfriamiento del océano Pacífico, que es determinante en la ocurrencia de la Niña, la expectativa esta centrada en qué sucederá en los próximos 60 días para que el Ideam declare “oficialmente” la ocurrencia del fenómeno climatológico.

Por el momento, la página web de pronósticos y alertas del Ideam (www.pronosticosyalertas.gov.co/alertas) mantiene la alerta naranja para Antioquia por la probabilidad de crecientes súbitas de los ríos y quebradas en regiones como Urabá, Bajo Cauca, Nordeste, Oriente e incluso en la capital antioqueña.

¿Qué perciben agricultores colombianos?

Desde la presidencia de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), Jorge Bedoya, explica que la preocupación radica en que tras la temporada de lluvias desencadenadas por La Niña, que se prolongarían hasta marzo, llegue la temporada invernal que históricamente azota al país entre abril y mayo.

“Si eso ocurre, el problema que se puede generar, por la saturación de humedad en los suelos, es que se observen brotes de hongos y enfermedades en los cultivos, afectando la producción de alimentos”, expresa el dirigente.

En ese sentido, el director del Comité de Cafeteros de Antioquia, Álvaro Jaramillo, menciona que un llamado de atención para los caficultores es que las actuales condiciones de humedad podrían propiciar la aparición de la roya.

“Si bien tenemos variedades de café resistentes a ese hongo, el frío puede desencadenar algún brote, pero hay otras plagas que no son tan conocidas y que causarían algún problema”, añade Jaramillo, quien hace referencia a enfermedades de los cafetales conocidas como “gotera”, “mal rosado” o “llaga macana”.

A su turno, el director de la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores en Antioquia (Asocolflores), Marcos Ossa, recuerda que con las lluvias se eleva la alerta de los productores del Oriente antioqueño en cuanto a la eventual proliferación de enfermedades como la Botritys (hongo que causa la pudrición de la flor).

“El exceso de agua y las bajas temperaturas nos llevan a activar unos planes de contingencia y de prevención para detener la aparición de las plagas”, añade Ossa, quien manifiesta que este sector agrícolase prepara para atender las exportaciones para la próxima celebración de San Valentín (14 de febrero), en Estados Unidos (ver Opinión).

Las actividades pecuarias no se descuidan

Sectores como la ganadería, la porcicultura y la avicultura tampoco bajan la guardia ante las eventualidades que suscite La Niña. Al igual que los agricultores, consideran que uno de los mayores riesgos está en la afectación que puedan tener las vías, por posibles crecientes y derrumbes que obstaculicen el tráfico.

Andrés Valencia, presidente de la Federación Nacional de Avicultores de Colombia (Fenavi), pone como ejemplo el bloqueo que observó hace poco la vía Bucaramanga-Barrancabermeja, en Santander. “Lo que nos han dicho es que esta Niña no será tan intensa como la de 2010, pero lo que hacen nuestros afiliados es acopiar alimentos e insumos para resolver cualquier contingencia”.

Productores lecheros del Oriente antioqueño, asociados a la cooperativa Unilac, ya afrontan inconvenientes para sacar el producto al mercado por el deterioro de las vías terciarias en municipios como Sonsón, Abejorral y La Unión.

Luaskin Pérez, gerente de Unilac, agrega que hay temor por lo que suceda en los próximos dos meses, pues además de los daños en las vías habría escasez de pastos para el ganado y dificultades sanitarias en el ganado.

De su lado, Carlos Maya Calle, presidente de Porkcolombia (gremio de porcicultores), advierte que en esta coyuntura podrían desencadenarse desbordamientos de ríos que pueden generar inundaciones en las granjas, produciendo pérdidas de animales y debilitamiento de la infraestructura.

“La presencia de aguas estancadas es un foco de proliferación de plagas y vectores, que atentan directamente contra la sanidad de los animales (causando diarreas y enfermedades respiratorias), con las consecuentes pérdidas económicas”, declara Calle.

En ese entorno, la inquietud de los productores es que ante las restricciones presupuestales los recursos destinados al aseguramiento bajaron de $48.000 millones en 2017 a $4.000 millones este, que alcanzarían para unas 14.000 hectáreas (ver Análisis).

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