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La otra cumbre de 80 mil familias cafeteras en Antioquia

Mientras Medellín es capital nacional y global del grano, así se vive de un cultivo que cosecha logros y retos.

  • FOTO MANUEL SALDARRIAGA
    FOTO MANUEL SALDARRIAGA
10 de julio de 2017
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Infográfico
La “cumbre” de 80 mil cafeteros antioqueños
16 %
de la producción nacional de café, según la Federación,
es aportada por los productores antioqueños.

En Antioquia es donde más familias viven de cultivar café en Colombia. Son 80.238 productores, de los 550 mil que tiene el país, que todos los días se levantan con sus hijos, esposas y trabajadores a recorrer 104 mil fincas que se extienden en 2.685 veredas de 94 de los 125 municipios del departamento.

De hecho, la caficultura antioqueña crece en pequeñas parcelas, pues las áreas cultivadas promedian 1,55 hectáreas por productor. Apenas 623, un ínfimo 0,8 % del total, tienen más de 15 hectáreas y ya son considerados grandes en la escala del universo cafetero nacional, según las cuentas más recientes del Sistema de Información Cafetera (ver gráficos).

Pero grande o pequeño, su tarea no es nada sencilla: al sol y al agua, dependiendo de los precios que otros deciden, les sacan pesos en forma de granos arábigos a 124.504 hectáreas cultivadas, es decir, 12 veces el suelo urbano de Medellín.

Así fue posible que el año pasado el departamento produjera 2,3 millones de sacos de 60 kilos (138 mil toneladas), un 16 % de la producción del país. Esa misma meta se mantiene para este año, aunque las lluvias del primer semestre no hayan ayudado mucho.

Del congreso al foro

Entre tanto, bajo techo y sin las incertidumbre climáticas, Medellín es durante tres días capital nacional y mundial del café. En la mañana de este lunes se citaron de forma extraordinaria en Plaza Mayor los 90 delegados de los 15 comités departamentales del país en el Congreso Nacional Cafetero.

En la versión 84 se discutirá y aprobará la reforma de estatutos de la Federación Nacional de Cafeteros. Según su presidente, Roberto Vélez Vallejo, se busca actualizar las reglas internas de la organización para ponerla a punto de cara a las próximas décadas e imprimir más democracia al gremio cafetero, que es aplaudido y también criticado frente a lo que hace por asegurar una mejor rentabilidad del pequeño productor.

Surtido el trámite, cerca de 1.500 invitados celebrarán los 90 años de esta federación que nació en Medellín, en 1927. Allí se premiarán los llamados “héroes de la caficultura” en varias categorías y se lanzará el libro “90 años, vivir el café y sembrar el futuro”. Se trata de un recorrido histórico por la historia del grano en el país, la Federación, así como el papel en la economía nacional. Al respecto, este diario consultó a sus audiencias en redes sociales (ver En Twitter y En Facebook).

También mañana y el miércoles se reunirán en el hotel Intercontinental más de 1.000 representantes del negocio global de café, en el Primer Foro Mundial de Productores para disertar sobre los retos del cambio climático, especialmente en lo económico y de cara a una demanda creciente de consumidores.

Provenientes de 45 países, cultivadores, torrefactores (tostadores de café), exportadores, importadores, grandes comercializadores y altos funcionarios de gobiernos discutirán sobre el futuro de un mercado que mueve al año 200.000 millones de dólares, pero solo un 10 % se queda en manos de los países productores.

“Se espera terminar con una declaración en que, ojalá, cada actor del café se comprometa de manera corresponsable con todos los demás, es decir, si sirvo una tasa de café en Oakland, en Nueva Zelanda, me importe que pasa con el caficultor de Andes, en Antioquia”, explicó Vélez Vallejo.

Un café a otro precio

Y al margen de sendos congreso y foro, están los 80 mil caficultores de Antioquia que, con gremio o sin gremio, con cumbre o sin cumbre, hicieron del café no solo un medio de sustento, sino su misión vital.

Para el grande o el pequeño productor, su prosperidad y rentabilidad está supeditada a lo que pase con los precios internos, determinados por los internacionales, de los que tienen noticia por Whatsapp.

Así que su mucho o poco ingreso depende del precio interno de referencia que da todos los días la Federación de Cafeteros, al viernes era de 848 mil pesos por carga (125 kilos), y del que le ofrecen en la cooperativa de caficultores, intermediarios de exportadores y tostadoras internacionales y hasta de quienes montan negocio informal en un garaje del pueblo para vender a terceros.

Pero también lo que les paguen está a merced de un mercado financiero de papeles futuros del café, en la Bolsa de Nueva York (Wall Street), determinado por inversionistas que vean precios al alza, las movidas en la oficina de una multinacional europea o estadounidense y hasta el desempeño de las producciones en Brasil, Vietnam, Indonesia o Etiopía.

Un error frecuente del pequeño caficultor es querer especular, esperando mejores precios y amarrando el café de las cosechas, o buscando la mejor oferta, así el interesado no sea siempre un intermediario formal de las tostadoras, por ejemplo.

Las cooperativas tienen una mayor competencia, no siempre formal. Están comprando el 45 % de la producción de Antioquia, cuando dos años atrás era 55 %.

“Le hemos dicho mucho al caficultor que más allá del precio que les ofrezcan por fuera, en las cooperativas hay más beneficios de largo plazo, como que les prestan hasta el doble de los aportes que tienen, distribuyen excedentes entre asociados, mientras que un tercero que les compre por unos pesos de más se lleva igual toda la utilidad para él”, indicó Álvaro Jaramillo Guzmán, director del Comité de Cafeteros de Antioquia.

Agrega que los precios de la carga de café estén arriba de los 800 mil pesos, “deja dormir tranquilos a los caficultores” y eso hace que sean más llevaderos los costos de fertilizantes, jornales y créditos, de palabra, con la cooperativa, proveedores o un banco.

Aún así, los precios actuales por carga de café se quedan cortos para pensar en una formalización laboral de recolectores que se les paga entre 400 y 500 pesos por kilo de cafe, para sacarse unos 400 mil pesos por semana.

También cada productor, según su tamaño, lidia con nubarrones cotidianos. El gran productor sufre por la falta de mano de obra, pues muchos jóvenes deciden migrar a la ciudades y deben apelar hasta a rifas de motos y televisores para conseguir recolectores de la mayor cosecha, entre octubre y comienzos de diciembre.

El pequeño cultivador no tiene ese problema, porque su familia le ayuda, pero luego no tiene la misma capacidad de crédito y endeudamiento, para abonos, renovar cafetales o poder ampliarse. Si no son organizados con las cuentas, muchos terminan viviendo al día o viendo marchar a sus herederos a buscar empleo en Medellín u otras ciudades.

Pero también están aquellos grandes y pequeños caficultores que no ven en su finca un modo de sobrevivencia, sino una empresa. Y eso pasa tanto en las 500 hectáreas con 3 millones de árboles que tiene sembradas en café Rigoberto Franco y su familia en Andes, o las dos hectáreas de Fabio Reyes con 14.135 árboles en Jardín, ambos municipios del Suroeste antioqueño.

A estas historias disímiles, las une el amor terco de convertir la tierra heredada o comprada en su mayor empeño, que se levanta y acuesta con ellos, que con más o menos ceros a la derecha por cosecha, por carga de café, por arroba o por kilo, es una aventura diaria que los apasiona (ver Opiniones).

Del grano a la bebida

“Si no se cambia la mentalidad, uno queda out”, asegura Rigoberto Franco, quien lleva 35 de sus 60 años viviendo del café. Hace 15 días vendió comercialmente la primera botella de una bebida energizante rica en antioxidantes (+Vital Plus), un proyecto en que venía trabajando desde 2010, apunta de paciencia, préstamos y ahorros.

El producto con varias presentaciones tiene como insumo principal la miel de café, que resulta de procesar el mucílago, parte del fruto que se desecha en el despulpado del grano y, por demás, contaminante de fuentes de agua.

Luego de pruebas de todo tipo para obtener permisos, con el apoyo de su hija administradora de empresas, ahora está en negociaciones con Alemania para vender miel de café como materia prima y botellas de la bebida a China, Corea del Sur y Japón.

Tampoco se conformó con negociar y hacerse a las tierras que el Banco Cafetero iba a embargar a su papá en 1978, sino que expandió los cultivos a más predios. Hoy trabajan 250 personas, que en tiempos de cosecha llegan a las 700 y viven en 11 campamentos.

Para facilitar el acopio del café en su hacienda, montó 15 kilómetros de “cafeductos” hasta el beneficio, donde seca el café con calderas que funcionan a vapor, no con carbón. Después bandas transportadoras salen de los silos y entregan a granel a las volquetas, ya no en sacos.

“Uno tiene que ser muy organizado. Pensar en cómo hacer que esta empresa sea mejor, y eso va desde ver como se pueden mecanizar los procesos, hasta pensar en no dañar la naturaleza”, comenta Rigoberto, que ahora tiene en sus planes montar una pequeña central hidroeléctrica para ahorrar en la factura de energía.

Un café bien acompañado

En el municipio vecino de Jardín, Fabio Alonso Reyes decidió aferrarse con apenas 14 años a la pequeña finca que su papá dejó para buscar mejores ingresos trabajando para otros cafeteros en el norte del Valle.

“Toda la familia se fue, me quedé solo, pensaron que me iba a ir a los pocos días, pero no. Estudiaba de noche, jornaleaba tres días a la semana y los otros cuatro en la finca preparando la tierra para meterle cafecito y mucha fe”, recuerda 21 años después este bachiller, técnico en producción de cafés especiales y con 17 cursos más en el Sena.

Ya como propietario de La Simeona, además de sacarle café, tiene otros 57 productos agropecuarios, desde cerdos, cabras, codornices y pollos, hasta cebolla, zanahoria, yacón, cítricos y maíz.

“Lo que tengo que mercar en el pueblo es muy poquito, eso ayuda mucho, y también le vendo a vecinos y a los visitantes. Mi ley es diversificar: que cada cultivo se sostenga con lo que da, las ganancias, muchas o poquitas, son del cultivo, no del propietario”, agrega Fabio, aficionado por los registros contables.

Desde hace un año tiene en su esposa a la mejor socia de esta granja que han conocido 14.215 personas, nacionales y extranjeros. “Ella está muy pendiente de mantener limpio el beneficio de café, se ocupa del secadero y si hay que vacunar un marrano, también le hace”, comenta entre risas Fabio, quien no cambia La Simeona por irse a ganar un sueldo en la ciudad.

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