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Después de cinco años de vivir en Bogotá, por su cargo como codirector del Banco de la República, Adolfo Meisel volvió a casa. Regresó al Caribe, esta vez como rector de la Universidad del Norte, en Barranquilla.
Sin la solemnidad que exige un banco central a sus miembros de Junta Directiva, Meisel habló con El COLOMBIANO, sobre su nueva vida y etapa profesional, en la que sus planes están encaminados a continuar incrementando la calidad de la institución educativa, la construcción de dos nuevos edificios dedicados a la academia y en engrosar las colecciones documentales de su biblioteca.
Este barranquillero, de 64 años, es economista de la Universidad de los Andes, obtuvo una maestría en Sociología en la Universidad de Yale, y una maestría y doctorado en Economía, en la Universidad de Illinois. Títulos que han permitido reconocerlo como uno de los historiadores económicos más importantes del país, experto en economía regional, en especial del Caribe colombiano.
La curiosidad es, tal vez, uno de sus rasgos personales más destacados, y ha dejado investigaciones que cubren un amplio espectro: desde la historia monetaria del país, análisis de la economía en la época colonial y del siglo XIX y XX. Ha investigado sobre la historia de los indicadores sociales, la estatura de los colombianos y la mortalidad en la guerra de los mil días. Son muy recordadas sus historias de los inmigrantes que ayudaron a construir Barranquilla.
La entrevista que concedió Meisel se dio en Barranquilla, al terminar su conferencia sobre El liderazgo y el futuro del Caribe colombiano, en donde destaca la siguiente conclusión: “La región Caribe vive hoy la triste contradicción entre su enorme peso electoral, con el cual elige representantes al Congreso y define elecciones presidenciales, y su debilidad para convertir su influencia en poder político para participar en la conducción del gobierno central. Esto es lamentable si se tiene en cuenta que es la región con mayores índices de pobreza de Colombia. Todos sus departamentos tienen un producto interno bruto per cápita que se encuentra significativamente por debajo del promedio nacional”.
¿Cómo se siente en este cambio de vida?
“Estoy muy contento. Siempre me he sentido muy a gusto en el Caribe colombiano. Ahora que vuelvo después de pasar 5 años por fuera, cada día no deja de impactarme la enorme luminosidad: por cualquier resquicio se cuela la luz del día.
Estoy haciendo jornadas muy largas y eso es normal en esta primera etapa en la que estoy conociendo la universidad. Tenemos una gran población: más de 13 mil estudiantes en pregrado, 3.600 en posgrado; 26 carreras, más de 50 maestrías, y 16 doctorados. Tiene cerca de 600 profesores de tiempo completo. Además, la Universidad del Norte está formando a los futuros doctores para las universidades de la región. Por otro lado, interactuamos con autoridades de diferentes niveles: locales, departamentales y nacionales. Es una Universidad que genera mucho impacto.
¿Va a dar clases?
“Comienzo en enero una clase de Historia Económica de Colombia. En la Universidad de los Andes daba ese mismo curso, pero en formato de seminario y se podía profundizar más en algunos temas. Ahora es un curso obligatorio y hay que cubrir muchos temas. Le quiero dar un enfoque en el que se utilicen los aportes de la nueva historia económica (es un curso para economistas)”.
Le gusta mucho la docencia, ¿no?
“Siempre he sido docente desde que estaba muy joven. A los 22 años empecé a dar clases en los Andes y es una labor que me encanta, casi siempre he dictado clases”.
Usted ha trabajado en diferentes áreas de la economía (regional, historia económica, monetaria, comercio...) ¿En cuál se siente más cómodo?
“El tema que me apasiona es la historia económica del Caribe colombiano y en ese tema fue mi primera publicación. Aunque lo tenía previsto para graduarme, los Andes me dio la posibilidad de hacer el plan coterminal, en el cual no se hacía tesis a cambio de tomar algunos cursos adicionales, y preferí tomar ese camino más práctico. No obstante, con lo que tenía armé un artículo y lo publiqué. No tenía revisión de pares que es un criterio de la investigación científica”.
¿Quién le dirigió esa investigación?
“Jaime Jaramillo Uribe. Yo se la mandé y a él le pareció bien publicarla. No hubo revisión de pares académicos, no hubo retroalimentación”.
¿Jaime Jaramillo fue uno de sus mentores?
“Fue mi profesor y con quien trabajé como asistente de investigación. Lo admiré muchísimo. Yo conocí muy joven su trabajo”.
Un libro de él que le haya impresionado...
“Me impactó mucho Ensayos de la historia social, uno de sus libros más importantes para mí. Lo leí cuando estaba acabando bachillerato y me sirvió para varios cursos y para escribir ensayos, una característica muy formativa del colegio donde terminé mi secundaria. Yo era muy curioso y autodidacta, y conseguía los pocos libros que llegaban a Cartagena. En esa época no había librerías, sino papelerías. Así lo pude conocer. Leí el libro y escribí un artículo sobre la esclavitud en Cartagena, lo hice para un curso”.
¿Qué otras influencias tuvo en su formación de historiador económico?
“El marxismo. Lo leí mucho desde temprana edad. A los 14 o 15 años leí el libro de Engels El origen de la propiedad privada, la familia y el Estado con un enfoque de materialismo histórico. El marxismo pone mucho énfasis en el desarrollo económico y la historia económica”.
¿En la universidad quienes fueron sus profesores de marxismo?
“Salomón Kalmanovitz. Él era profesor en los Andes y la Nacional. Yo tomé su curso de Teoría Económica IV en el que se leían textos clásicos del marxismo y literatura más moderna”.
¿Qué le diría a un joven que quiere trabajar en historia económica? ¿Qué le recomendaría que leyera?
“Que leyera de todo: literatura, historia, filosofía, política, teoría. No parece un buen consejo, pero en la formación del historiador económico se combinan todos esos campos. Hay que tener una amplia visión. No atarse a las escuelas. Por ejemplo, leí mucho a Marx en su momento, también a Fernando Braudel, de la llamada escuela de los anales, de quien he leído casi todo. Toda la obra de ellos que es muy formativa. Los economistas deben leer a los historiadores tradicionales, a los económicos. Hay que evitar lo que se está dando ahora: que no nos leemos entre nosotros”.
¿Qué es lo que más valora de su paso por la universidad de Illinois en donde hizo su doctorado?
“La magnífica biblioteca (la tercera biblioteca universitaria del mundo) y la posibilidad de escoger entre muchas opciones de materias para estudiar”.
¿Hay alguna corriente nueva en historia que haya llamado su atención?
“La microhistoria italiana me llama la atención, los estudios de caso. El mensaje profundo es que a partir de un caso estudiado en detalle se puede aprender mucho. Es el método tradicional en las ciencias sociales”.
Del oficio de historiador económico, ¿qué es lo que más le gusta?
“Lo que más me gusta es investigar. La etapa de buscar material, leerlo, de recolección de información y de bibliografía, hacerse preguntas, descubrir cosas; esa primera etapa es la que más me gusta. La parte final es casi carpintería. Es escribir. Es armar el muñeco y rellenarlo. Al principio uno cree que va a hacer una gran cosa, después cuando la hace queda un poco decepcionado, con el paso del tiempo se aprende a valorar lo que se hizo”.
¿Cuál es su publicación más querida?
“Le tengo un especial cariño a ese primer trabajo del que hablamos antes, por ser el primero. No quiere decir eso que no le vea problemas, le veo deficiencias. El trabajo se llama “Esclavitud, mestizaje y hacienda en la provincia de Cartagena”. Lo publiqué en 1980, lo escribí en 1979, y había hecho la investigación tres años antes, cuando tenía 21 años. Actualmente tengo el proyecto de reescribirlo ya con más bagaje, solidez y conocimiento”.
Qué le dejó el Banco de la República, hablando de temas y preguntas...
“La experiencia del Banco de la República me sirvió para entender cómo funcionan las organizaciones. Esa es una curiosidad que he tenido desde que hice la maestría en sociología: no es exactamente un objeto de investigación, pero me sirve en el día a día y más aún ahora como rector de la Universidad; me sirve para orientar mi trabajo”.
¿Colombia es un país de regiones?
“Claramente. Siempre lo ha sido y el Caribe colombiano es una región muy bien definida. Está pasando un buen momento, mejorando sus indicadores económicos y sociales. Hay problemas, pero hay que saber utilizar ese cuarto de hora para avanzar significativamente en la reducción de la pobreza. Esa debe ser la prioridad. Del Caribe colombiano, Barranquilla es la ciudad que más ha mejorado y hay que aprovechar su empuje”.
¿Y desde la universidad cómo ve eso?
“Creo que la universidad tiene un rol estratégico desde el debate público, la producción de investigaciones y las discusiones que se generen sobre la pobreza”.
¿Cuál va a ser la relación con el resto del sistema universitario?
Tenemos muy buenas relaciones. Al poco tiempo de haber sido anunciado mi nombramiento como rector de la Universidad del Norte, compartí un día completo con Pablo Navas, rector de los Andes, y su equipo directivo, quienes me permitieron conocer muchos de sus procesos. Haré lo mismo con Juan Luis Mejía, rector de Eafit y pienso repetir la experiencia con Icesi. Estas son algunas de las universidades con las que tenemos mayores afinidades.
¿Qué tal es la biblioteca de la universidad?
“Es buena y vamos a crecer. Estamos construyendo un edificio integrado al actual que cuenta con salas de estudio, de lectura y de trabajo en grupo. Yo quiero apostarle a que fortalezcamos las colecciones documentales. Estamos buscando que algunas familias nos donen sus archivos. He tenido conversaciones exitosas”.
¿Cuál va a ser su huella en la universidad?
“No lo sé, se tendrá que ver con el paso del tiempo, uno nunca sabe por qué sendero lo va a llevar la vida. Hoy me estoy poniendo como meta trabajar de manera significativa la calidad. La universidad tiene un buen nivel, pero aspiro a que pueda ser aún mejor, apuntándole a áreas específicas que todavía no están definidas. Es un debate que apenas estamos promoviendo con las autoridades académicas”.