Encuentre en www.elcolombiano.com la entrevista completa de Roberto Junguito y algunos consejos de economía.
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El exministro de Hacienda, Roberto Junguito, habló sobre su nueva publicación: “Cien episodios de la historia económica de Colombia”.
Encuentre en www.elcolombiano.com la entrevista completa de Roberto Junguito y algunos consejos de economía.
“Yo soy un especialista en hacer cirugías cortas pero profundas de la economía. Es lo que me gusta más, en lugar de ser un funcionario permanente”. Así se define Roberto Junguito Bonnet, como un hacedor de política (un policymaker),también dice que ha ido aprendiendo de economía política para poder ser eficaz en las oportunidades en que ha sido servidor público. Junguito, a sus 75 años puede decir que ha ocupado todos los cargos importantes que un economista puede tener en Colombia. Con solo31 años fue director de Fedesarrollo (1974-1978), después ministro de Agricultura del gobierno de Belisario Betancur (1982-1983), ministro de Hacienda también en dos ocasiones: con Betancur y al comenzar la primera presidencia de Álvaro Uribe, en ambos momentos en circunstancias muy difíciles para la economía colombiana. Fue codirector de la Junta Directiva del Banco de la República (1991-1999). Junguito ha sido siempre muy inquieto académicamente, pero desde su paso por la embajada de Francia (1986-1987) retomó su pasión por la historia económica. Acaba de publicar un importante libro en el que recoge muchas de sus investigaciones, así como su amplia experiencia personal “Cien episodios de la historia económica de Colombia” y sobre ese y otros temas hablamos.
¿Háblenos de su libro recién publicado?
“En realidad, desde hace muchos años me he interesado en la historia económica, yo diría que desde el momento en que fui embajador en Francia reforcé mi pasión por ese tema. Estando allá me encontré con los archivos de la correspondencia de Colombia en sus diferentes etapas con los gobiernos de Francia e Inglaterra. Yo había tomado el curso de historia en la universidad de los Andes que impartía Indalecio Liévano Aguirre y en la embajada renació mi interés por ese tema cuando leí la correspondencia y una gran cantidad de libros del siglo XIX que estaban en la biblioteca de la Embajada. Aprendí historia leyendo los archivos originales y pude escribir en ese entonces un libro sobre la deuda externa de Colombia en el siglo XIX, con el estímulo del entonces gerente del Banco de la República (BR), Francisco Ortega. Yo traje todos esos archivos de correspondencia y están depositados en la biblioteca Luis Ángel Arango. Mis investigaciones en historia comenzaron con eso y luego empecé a buscar archivos y libros antiguos. De otro lado, ya había hecho en Fedesarrollo y con Diego Pizano libros sobre café que también se recogen en esta investigación. También hice un libro sobre la historia de Bavaria que nunca fue publicado y que fue la base de uno de los episodios del libro. Posteriormente, seguí trabajando diversos temas sobre la historia económica de Colombia. También el texto está alimentado por mi propia experiencia acerca de cómo se hace la política económica en la Junta del Banco de la República, y en los ministerios de Agricultura y Hacienda. Este libro refleja toda una vida de trabajo. Comienzo con un tema fiscal, una de mis grandes aficiones, el de la revolución de los Comuneros, porque creo que fue un evento muy importante que dejo una enseñanza de política fiscal y sobre la reacción de rechazo de la gente frente a los impuestos, una lección para una situación como la actual en la que se discute si se debe poner más IVA o no, o si el IVA debe cubrir a todos los productos o no. Después sigo con los ilustrados, los primeros economistas que tuvo Colombia y , posteriormente, con los conflictos entre Bolívar y Santander por el empréstito de 1824. Examino el tema de los ministros de Hacienda en el siglo XIX, como por ejemplo Florentino González. Escribo sobre Rafael Núñez como economista. Sobre él había escrito anteriormente una introducción para un libro del BR que recogió sus escritos económicos. Recorro todo el siglo XIX, continuo con el siglo XX hasta llegar a los debates recientes sobre, por ejemplo, los dividendos de la paz, la reforma pensional, la economía ilegal, entre otros. Son diferentes episodios, son cuenticos de 2 o 3 páginas. Puede que los historiadores económicos formales me regañen por haber vuelto píldoras la historia económica, pero tiene la ventaja el libro de ir desde la época de la Colonia hasta los temas recientes, muestra los retos que ha tenido Colombia y también incluye mis experiencias y mis relaciones personales, como por ejemplo con Álvaro Gómez Hurtado y Lleras Restrepo”.
Usted narra en su libro cómo en Planeación Nacional tuvo su primera experiencia como servidor público en el gobierno de Carlos Lleras Restrepo (1966-1970), época que coincide con el nacimiento de la tecnocracia en el país...
“Yo sí. Mi primer trabajo de gobierno lo tuve en Planeación. Yo regresé de estudiar en Princeton a dar clases en la universidad de los Andes. Estando enseñando en la universidad recibí una llamada de Jorge Ruiz Lara, el director del DNP, para preguntarme si quería trabajar con ellos. Ahí me fui a la entidad como director de la Unidad de estudios industriales y agrarios. También me tocó la negociación del Grupo Andino al final del gobierno del presidente Lleras. Entonces uno de los cuenticos que tengo en el libro es acerca de cómo era el presidente Lleras en el Conpes. El susto que nos daba a los economistas jóvenes que teníamos que preparar los documentos para Lleras. El exigía que se leyeran todos los documentos en las reuniones del Conpes e incluso a veces nos encontraba inconsistencias. El empezaba a caminar detrás de uno, de los ministros, todos muy concentrados en el documento. No dejaba que nadie se levantara. Esa historia es sobre la admiración que nos producía Lleras a la tecnocracia. En ese momento estábamos con Guillermo Perry, Antonio Barrera (Q.E.P.D.), Enrique Low (Q.E.P.D.), Carlos Caballero.Todo un grupo de la flamante tecnocracia que había hecho escuela de graduados, a los que el presidente Lleras había convocado a su gobierno, consentía y ponía a pelear con los ministros para que les dijéramos sí estaban haciendo bien las cosas. Fuimos los primeros tecnócratas y la primera planeación.
¿Cómo fue su carrera como servidor público, qué aprendió en cada cargo ?
“Comencemos por mi primer cargo público que fue ese de Planeación, ahí aprendí algo muy importante, nuestra economía estaba totalmente llena de controles y permisos. A uno la teoría económica le enseña que debe haber libre mercado, pero la nuestra era, en realidad, una economía totalmente controlada. También tuve la experiencia en ese momento de las primeras negociaciones con el Grupo Andino, a Miguel Urrutia por el Banco de la República y a mí por Planeación nos tocó ir a las negociaciones de lo que se llamó la decisión 24 sobre inversión extranjera. Nosotros en Colombia estábamos en el régimen del decreto 444 de 1967 promulgado en la administración de Lleras Restrepo, en el que se regulaba la inversión extranjera, pero era amigable con ella. Nos enfrentamos en las negociaciones con la gente de Allende totalmente adversa a la inversión extranjera directa. Urrutia y yo pensábamos que iba demasiado lejos el intervencionismo y la asignación de industrias en los países, así como la hostilidad hacia la inversión extranjera. Al comunicarle nuestra postura al nuevo gobierno de Pastrana Borrero (1970-1974) no gusto nada. Esa fue una de las primeras diferencias de gobierno que se dieron entre los que veníamos del equipo de gobierno de Lleras y el equipo de Pastrana. Fueron mis primeras lecciones de economía política, acerca de cómo las decisiones económicas se vinculan con la política, y lo que uno como técnico debe hacer para que las decisiones económicas sean razonables y sean aceptados por los políticos. En medio de ese conflicto, la única huelga que ha tenido el DNP, nos retiramos con otros colegas que éramos directores de unidad (Perry y Antonio Barrera), el presidente Pastrana dijo que yo podía quedar porque era el único “godito”, pero pensé que si se iban todos yo me debía ir. Nos fuimos a la recién fundada Fedesarrollo. Más adelante Don Arturo Gómez Jaramillo me llamó a representar a Colombia en las negociaciones internacionales del café. Por esa razón viví en Londres dos años hasta que Juan Manuel Santos y Juan Camilo Restrepo nos reemplazaron a Augusto Ramírez Ocampo y a mí. Fue una experiencia muy interesante donde, además de vivir la negociación, se me abrió un nuevo campo de investigación que después se plasmó en varios libros. Al regresar a Colombia volví a Fedesarrollo donde fui el segundo director y me tocó traer gente nueva porque muchos de los que estaban se fueron a trabajar en el gobierno de López Michelsen. Unos años después hice la Misión de Finanzas Intergubernamentales y posteriormente me nombraron presidente de la SAC”.
¿Y el ministerio de Agricultura?
“Como presidente de SAC estaba reunido con todos los gremios haciendo el memorando para presentárselo al nuevo gobierno del presidente Betancur (1982-1986) y a la espera de conocer el nombre del próximo ministro de Agricultura. Estábamos en esas cuando entra mi secretaria a anunciarme una llamada del presidente. Salgo todo asustado a contestar y el presidente me dice “Roberto quiero que me acompañes en Agricultura”. Yo no sabía si me estaba nombrando en el Idema o en otra entidad, en realidad no comprendía qué estaba pasando. Solo entendí lo que sucedía cuando me dijo “pero sólo hay una condición: todos los viceministros deben ser mujeres”. En ese momento me percate que el presidente me estaba nombrando ministro y que tenía que elegir una viceministra. Escogí a Cecilia López para ese cargo, a quien conocía bien porque había sido mi compañera de curso en la universidad y habíamos trabajado en Fedesarrollo. Yo la consideraba buena en economía y con la capacidad de hablar en público. En el ministerio duré cerca de un año y aprendí al respecto como uno entra al gobierno y puede rápidamente salir. Yo estaba haciendo bien mi trabajo en un momento difícil para el sector. Era el año 1983 donde había crisis del algodón, sobreproducción de arroz en el Llano...un año muy complicado. Estando ahí me llama el presidente y me dice “Roberto, muy bien, tomate unos días de vacaciones.”. Yo le dije, pero presidente yo quiero seguir trabajando y el me dice “vaya y reemplace al ministro de Hacienda Edgar Gutiérrez en una reunión sobre deuda que se va a llevar a cabo en República Dominicana”. Estando allá recibí una llamada de mi esposa que me dice, “Roberto, los niños y yo estamos muy felices de volverte a tener en la casa”. Y yo pregunté qué estaba pasando y ella me contestó “pues se presentó una crisis ministerial y te sacaron”. Fue una experiencia muy interesante. La mayor enseñanza que me dejo el paso por ese ministerio fueron las dificultades inmensas de la agricultura y las presiones sobre la entidad en ese momento complejo. Fui un ministro que sabia del tema como pudieron constatar los periodistas que me preguntaron a mi llegada cuanto costaba un bulto de fertilizante. Era un sector que no solo me gustaba, sino que conocía en el terreno por mi propia experiencia familiar como cafetero en Cundinamarca”.
¿Y su llegada a Hacienda cómo fue?
“De agricultura salí para la embajada ante la Comunidad Europea en Bruselas. Estando feliz en la embajada me escriben del gobierno para que volviera a Colombia a unas reuniones sobre la deuda externa. Afortunadamente, yo había seguido leyendo sobre el tema de la crisis de la deuda latinoamericana y, en especial, las publicaciones del FMI. A mi llegada el presidente Betancourt me dijo “Mira acá hay un problema con la economía y el ministro Edgar Gutiérrez va a salir, quiero que seas ministro de Hacienda”. Me puse a pensar que no quería que me pasara de nuevo que me sacaran rápidamente y decidí buscar respaldo político. Llamé a Álvaro Gómez Hurtado quien estaba en la embajada en Washington y de quien fui siempre ferviente seguidor y le conté. El me dijo “dígale que sí y consiga todos los documentos relacionados para mirarlos acá”. Me fui para Washington con una pila de documentos, que trabajamos allá. Después de la revisión de la información el me dijo “la situación está realmente muy complicada”. No había mucha información sobre la deuda. Se sabía que estábamos endeudados, que las reservas internacionales se estaban acabando y que la situación fiscal era muy complicada. Los mejores documentos que tenían que ver con gasto público y las finanzas públicas eran los DNP y era Luis Fernando Alarcón, a quien yo no conocía, quien los había escrito. Después de ver todo eso el doctor Gómez me dice, en lo que sería otra lección de economía política “bueno, Junguito váyase para Colombia y tome posesión del cargo, pero haga las siguientes cosas: la primera, cuéntele al país públicamente que es lo que está recibiendo, diga cómo está la situación fiscal, la de las reservas, el empleo, la actividad económica, la inflación. Cuéntele al país que UD va a tener que hacer unas reformas muy profundas desde el punto de vista fiscal y también el sector externo y que la economía está muy mal. Dígalo a pesar de que el presidente Betancur se ponga nervioso”. De hecho, el presidente Betancur había tratado de darle un manejo político a la situación y esa era la razón de ese consejo. Y, claro, otra recomendación que me dio fue que nombrara a Alarcón como director de Presupuesto. Yo forme un equipo técnico excelente, tener a los mejores es otra de las cosas que uno aprende en los ministerios. Me lleve a Luis J. Garay y a Oscar Marulanda como asesores para el tema de la deuda. Nombre a María M. Cuellar como viceministra y a Mauricio Cabrera como director de Crédito Público. Hicimos un muy buen equipo para enfrentar una de las situaciones más difíciles que ha tenido que atravesar la economía colombiana. Había crisis financiera y también externa. Ya no había dólares, se habían acabado los marcos y los francos suizos, lo único que quedaba como reservas era oro sin refinar. No había como darles divisas a los importadores para que trajeran los bienes. Fue la época en que toco devaluar, hacer el ajuste con el FMI y conseguir los préstamos externos. Ahí viene otra importante lección, aunque todo el proceso fue exitoso, yo pensé: antes de que me saquen yo me salgo. Uno no se puede quedar por quedarse. En efecto, una vez hecha la tarea le dije al presidente que me iba, que ya había hecho todo lo que tenía que hacer. Una vez por fuera del ministerio fui nombrado en la embajada de Colombia en Francia. En 1986 gana Virgilio Barco las elecciones y decide hacer un esquema de gobierno con oposición. A mi realmente no me dijeron que me fuera, incluso el presidente Barco me mando decir con Francisco Ortega que quería que yo me quedara, pero el expresidente Pastrana me hizo saber que debía dejar la embajada porque los conservadores no iban a colaborar con el nuevo gobierno”.
¿Y cómo fue la experiencia en la primera Junta del Banco de la República?
“En 1991, estando en la Asociación de exportadores de café, recibí una llamada de Álvaro Gómez quien me dijo que quería que yo lo remplazara en el Congreso. Me fui a la casa y le conté a mi esposa Nohora, que me dijo “! Roberto, pero de qué vamos a vivir!”, yo me sentí medio frustrado porque la propuesta me parecía interesante. Al día siguiente el ministro Hommes me llamó y me dijo que el presidente Gaviria (1990-1994) quería que yo fuera miembro de la primera Junta Directiva del Banco de la República. Cuando le conté a Nohora me dijo “eso sí Roberto, eso si es lo que sabes a hacer, que te vas a meter en política”. Ahí estuve ocho años. Yo no era experto monetario, había leído la macroeconomía y había tomado mis cursos de graduado en monetaria, pero me pareció muy buena la experiencia, el equipo era muy bueno: Francisco Ortega, María M. Cuellar, Miguel Urrutia, Carlos Ossa, Néstor H. Martínez y yo. Luego queda Urrutia de Gerente. Nos tocaron momentos muy difíciles, pero también interesantes. Primero, Gaviria con todo el respaldo a la nueva Junta. Luego el gobierno de Samper (1994-1998), muy difícil con el proceso 8.000 y las dificultades en el manejo de la economía. Luego llega el gobierno de Pastrana (1998-2002( cuando la economía se derrumba contagiada por las crisis afuera y por su propia vulnerabilidad ante el hecho de no haber hecho los ajustes que tocaba hacer (fiscales y cambiarios). Con la Junta fuimos a hablar con el presidente Pastrana y le dijimos, “bueno presidente para devaluar la tasa de cambio, como UD quiere, hay que hacer un ajuste fiscal y, además, para que haya credibilidad debemos hacer un acuerdo con el FMI”. En ese momento yo era el único que tenía experiencia en la Junta en esas negociaciones y convinimos en que yo negociara con el FMI desde adentro, como representante de Colombia frente a esa entidad. Así pude ayudar a negociar el acuerdo de FMI que fue clave junto con el ajuste fiscal y el abandono de las bandas. En el libro doy mi visión de la negociación con el FMI y con el gobierno de Estados Unidos. Muestro la influencia que tuvo el Tesoro de Estados Unidos en la decisión de soltar las bandas. Esta última una decisión que no fue tan autónoma. Duré hasta 2002 en el FMI y me vine a reemplazar a Juan M. Santos ya como ministro de Hacienda del presidente Uribe”.
¿Ese fue un ministerio relativamente corto?
“Y yo lo hice deliberadamente corto, pensé en ese momento que me le metía a hacer los ajustes y luego me salía. Era una etapa complicada y yo soy un especialista en hacer cirugías cortas pero profundas de la economía. Es lo que me gusta más en lugar de ser un funcionario permanente. Después estuve en gremios, volví a Fedesarrollo a trabajar mi historia económica y otros temas como las implicaciones económicas de la paz y ahora escribo columnas en la prensa y tengo mucha participación en foros”.
¿Cómo está viendo a la economía?
“Yo creo que desde la época de los años ochenta, en Colombia ha habido continuidad en la política económica. La fortaleza del país son sus instituciones, inclusive sus ministros bien formados y acompañados, sobre todo desde 1991, por el banco central independiente que es la autoridad cambiaria, monetaria y crediticia y también con equipos muy profesionales en el ministerio de Hacienda. Por esa razón hemos podido capotear bien los ciclos de la economía. Yo creo que lo que sucedió en estos últimos años con la caída de los precios del petróleo fue un golpe muy duro a la economía, casí como los que habíamos tenido en los años ochenta y al final del siglo XX. Esa circunstancia la manejo muy bien el ministro Cárdenas, aunque la economía tuvo el bajonazo y está en el proceso de recuperarse”.
¿Pero la economía está un poco debilitada, no?
“Si la economía está débil, no crece bien. El crecimiento fue de 1,8% en 2017 y se habla de 2,5%-2,7% este año y no mucho más de 3% en el futuro. Para crecer más se requieren reformas estructurales para aumentar la productividad. Hay varios temas en eso, por ejemplo, es necesario recuperar la vivienda. El programa de las 4G ha sido fundamental y es necesario continuarlo y reforzarlo. Creo que son indispensables las reformas que está proponiendo Carrasquilla: la reforma tributaria, la pensional, la del esquema presupuestal. Es necesario hacer una revisión de la asignación de recursos. Yo participé en la Comisión del Gasto y creo que ahí hay unas muy buenas recomendaciones. Soy un optimista acerca del futuro de Colombia”.
¿Y a propósito, para nuestros nietos, cómo ve a la economía colombiana en 30 años?
“Colombia si sigue en este proceso, con esa persistencia en hacer las reformas que el país necesita, en darle continuidad a las políticas; si todo eso se da Colombia va a dejar de ser una economía emergente, va a ser un país avanzado, tal vez no como los grandes países desarrollados, pero si comparable a Italia o España. Eso lo logramos si las instituciones económicas siguen siendo fuertes y se mantiene una política económica ortodoxa. Si somos disciplinados y huimos del populismo, podemos llegar allá”.
Cambiando de tercio ¿Cómo llego a estudiar economía?
“Yo estudiaba bachillerato en el Gimnasio Moderno, un colegio muy tradicional de Bogotá. Estaba un poquito vago y un día mi papá me dijo “UD está muy vago lo voy a enviar a Estados Unidos”, y me mandó a un excelente colegio cercano a la universidad de Princeton. Eso me sirvió mucho pues empecé a leer mucho, a estudiar y a trabajar en mis materias. Me fui bien en el colegio y me recibieron en buenas universidades en Estados Unidos. Mi papá me dijo que no me podía financiar más, y que además me estaba volviendo muy gringo. A mi regreso me inscribí a ingeniería en la universidad de los Andes, porque era la única que entraba a mitad de año. Como a mi me gustaban las matemáticas entré fácil a ingeniería. En mi primer semestre tome un curso de principios de economía para ingeniera que dictaba Santiago Madriñan, y quede encantado con el tema y le dije al profesor que me quería cambiar de carrera. El me presentó al doctor Fadul y a Urrutia. Y entré a economía con ellos como profesores. Urrutia nos enseñaba doctrinas económicas. Estaba también Wiesner quien era el decano y nos enseñaba desarrollo. Estaba el profesor Álvaro López-Toro con quien tuve mucha relación. En ese entonces se creó el programa de graduados (PEG) con profesores extranjeros. Fui el primer estudiante de pregrado que hizo el PEG. Los mismos profesores nos daban a los que sabíamos matemáticas (Eduardo Sarmiento, Manuel Ramírez, Argaez y yo), nos daban clases especiales. Al terminar el PEG nos aceptaron en las mejores universidades de Estados Unidos. Yo fui aceptado en Chicago y Princeton y opté por esta última por el vinculo que había entre esa universidad y mi colegio de secundaria. En Princeton tomé un curso de Finanzas Públicas que fue uno en los que me fue mejor y me gustaba mucho, me inscribí todos los cursos difíciles (equilibrio general, macroeconomía). Mi beca era de población por lo que yo además de tener el posgrado de Princeton tengo un certificado de demógrafo. De los pocos demógrafos que hay en Colombia y por eso trabaje tanto con el profesor López Toro que en ese momento era profesor en Princeton. Básicamente yo fui el que lo ayudé a volver a Colombia, primero a los Andes y después al Banco de la República”.
¿Cómo ve la formación de los economistas jóvenes?
“Yo veo muy sólidos a los economistas jóvenes. La formación de pregrado ha mejorado mucho en general. Siempre los Andes y la Nacional fueron las mejores escuelas de economía y hoy, además, los economistas que hacen el PEG de la universidad de los Andes están muy bien preparados”.
¿Cuál es el área de la economía que más le gusta?
“A mi hoy en día me gusta mucho la economía política, me gusta entender esa interrelación entre las decisiones políticas y las decisiones económicas. Como tomar en cuenta los problemas políticos en las decisiones económicas. Ser policymaker antes que académico puro. Yo me considero un policymaker, aunque también tengo obra académica y he dado clases, incluso en la Nacional, su universidad, donde me paso una cosa muy curiosa. Yo de estúpido en la lista de lecturas incluí textos en inglés, nunca me imagine el radicalismo. En la primera clase todos los estudiantes se salieron. Me salvé porque incluí lecturas de Sir Arthur Lewis y de Amartya Sen, los estudiantes me decían sobre el primero que era un noble inglés y yo les explicaba que era un negro jamaiquino. Sobre Amartya Sen también debí explicarles quien era. Afortunadamente eso ha cambiado”.