Conocer y saber responder a costos no valorados como consecuencia de los desastres naturales, periodos de violencia o epidemias de salud acercan a la población a un mayor bienestar.
Así lo indica el estudio “¿Desarrollo económico inestable? Choques agregados en América Latina y el Caribe”, que publicará el Banco Mundial en junio de este año y presentado ayer en la sede Medellín del Banco de la República.
Los llamados “choques agregados” suelen asociarse solo a las crisis económicas, que golpean con mayor fuerza a los hogares en condición de pobreza de la región (ver Paréntesis). Pero esos choques van más allá.
En 2010, mientras un terremoto de 7 grados en la escala de Richter dejó 250.000 muertos en Haití, uno de 8,8 grados mató a 550 personas en Chile. ¿Por qué? Por las condiciones de desarrollo de cada país.
Además de producir víctimas humanas y destruir la infraestructura pública, dichos choques tienen efectos persistentes a largo plazo en temas como: activos productivos, como los cultivos, y la falta de ingresos para renovar bienes durables como neveras, estufas o lavadoras. Esto, no solo perjudica a las familias, sino a las industrias, desde su capacidad de producir y vender.
Asimismo producen “una tormenta perfecta” en el mercado laboral: una mayor demanda de trabajo y una reducción de la oferta, con ingresos más bajos en las zonas afectadas por desastres naturales, comentó Javier Báez, economista Jefe del Banco Mundial.
Esto también hace que más integrantes de la familia salgan a buscar trabajo. Esto no solo sube las tasas de desempleo, sino que aumenta el riesgo de que los niños del hogar dejen de asistir a las escuelas o vayan menos tiempo.
Un adelanto del estudio del Banco Mundial menciona que hubo mayores tasas de anemia y un desempeño escolar inferior entre los niños ecuatorianos nacidos de mujeres que estuvieron embarazadas en lugares afectados por inundaciones.