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La importancia de la estabilidad financiera

No hay que intentar un nuevo país, sino concentrarse en algunos aspectos para avanzar.

  • Fernando Tenjo dice que vale la pena investigar sobre el diseño institucional del Estado. FOTO álvaro Tavera Colprensa
    Fernando Tenjo dice que vale la pena investigar sobre el diseño institucional del Estado. FOTO álvaro Tavera Colprensa
04 de febrero de 2019
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La economía le gusta toda. A sus 65 años, Fernando Tenjo Galarza recuerda que su pasión por esta área del conocimiento llegó cuando veía a su hermano Jaime estudiar en la Universidad Nacional, hojeaba sus libros y tenía con él conversaciones profundas. A Ulpiano Ayala, quien llegó proveniente de MIT, a la Universidad de los Andes para dar clase sobre teoría de la firma, lo destaca como una de sus mayores influencias. Ayala le presentó la teoría de los contratos, hoy de moda, y la competencia imperfecta —en contraposición a la competencia perfecta entre firmas semejantes de la teoría convencional—. En su formación no dejó pasar clases en otras facultades, en especial de filosofía —como la que tomó de Ignacio Abello, un hegeliano consumado, fundamental en su formación en microeconomía—.

Tenjo es un economista bogotano que acaba de llegar al país después de dirigir durante cinco años el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla), un importante organismo internacional que tiene como objetivo promover una mejor comprensión de los asuntos monetarios y bancarios en la región, y al cual están asociados 30 bancos centrales, y que recibe colaboración del Banco Central Europeo y la Reserva Federal. Tenjo llegó a la organización después de su paso por la Junta Directiva del Banco de la República y de la subdirección del Departamento Nacional de Planeación. Fue profesor de la facultad de economía de la Universidad Nacional, de la cual llegó a ser profesor emérito, y también de su Alma Máter.

Se le reconoce como un sólido economista y especialista en los temas financieros. Conoce la estructura financiera de las firmas colombianas, el sistema bancario y los ciclos de la economía. Sobre su experiencia y preocupaciones habló con EL COLOMBIANO.

¿El Cemla es un sitio privilegiado para ver la economía mundial, que se está percibiendo?

“Desde hace un tiempo se sabe que la economía mundial está acumulando tensiones. Lo novedoso es que ya se están viendo economías en problemas (Turquía y Argentina). Cada vez hay más evidencia que hay desequilibrios financieros globales como un resultado no deseado de la respuesta a la crisis: tasas de interés, excesos de liquidez y de flujos de caja en algunas empresas. Eso generó burbujas de precios de activos, sobreendeudamiento. Sobre esos aspectos están llamando la atención muchos economistas desde hace varios años. Esos elementos por sí solos no generan una crisis, pero sí un escenario con mucha vulnerabilidad y un gran choque; una guerra comercial o la desaceleración de China, sí puede generar una crisis de gran magnitud”.

¿Hay países especialmente expuestos?

“Hay vulnerabilidades acumuladas en países que anteriormente no daban esas señales. Es el caso de algunos de Europa donde los bancos privados están débiles, y en eso juega un papel importante la relación de los bancos privados con la política de endeudamiento de los gobiernos por medio de los bonos soberanos. El hecho de que el problema se limite a dos o tres países no elimina el riesgo de que se pueda desencadenar una crisis más amplia. En América Latina hay dos o tres países que están en problemas, el resto de la región no se ve tan mal. En el Banco Internacional de Pagos (BIS, por su sigla en inglés) se habla de países que están endeudados con China y Rusia, en un monto que no se conoce y podría haber sobre endeudamiento. El problema en esta ocasión lo plantea Kenneth Rogoff: no hay a quien acudir. Los bancos centrales dieron todo lo que podían y se quedaron sin munición. El nivel tan bajo de las tasas de política impediría una respuesta frente a algún problema. Solo quedaría la política fiscal o hacer políticas heterodoxas que muchos no están muy dispuestos a asumir. Hay muchos riesgos: países grandes que se desaceleran, guerra comercial, Brexit. Una crisis puede iniciarse por cualquiera de esos detonantes”.

¿Y a Colombia como la está viendo?

“He podido percibir algunas cosas desde la distancia. Hay un problema de fuentes de crecimiento. Aunque no creo que haya que esperar a crecer para empezar a trabajar sobre la equidad, un débil crecimiento sí agrava la inequidad. Veo complicado alcanzar una tasa más alta que la actual. Una posibilidad son las exportaciones, pero ahí la pregunta es cuáles y cómo estimularlas.

Hay que volver a los planteamientos de Ricardo Hausmann y Dani Rodrik, que hace tres años afirmaban que hay que concentrarse en cambiar solo algunas cosas y no pretender cambiarlo todo de una vez o inventarse un nuevo país. La idea sería identificar unos dos o tres factores y concentrarse en resolverlos. Veo también muchos problemas institucionales, hay una gran desconfianza en las instituciones políticas que genera un ambiente de rechazo a cualquier propuesta la razón puede estar en compromisos incumplidos, aunque seguramente la polarización también tiene que ver”.

Más allá del PIB, ¿qué otros problemas aparecen?

“De la calidad de lo que se produce, sus atributos y precios relativos a los de otros países. Lo que producimos es malo y caro. Esto en parte es causado porque somos un país pobre, pero también por la falta de competencia. No es solamente explicado porque la economía esté cerrada, sino porque hay un tema de innovación y de investigación y desarrollo. Una parte de eso se explica por la separación tan drástica entre la universidad y el sector productivo.

Uno de los pilares de la economía estadounidense en el largo plazo es la fortaleza del sistema universitario, en el que enseñan a investigar, no solo en la teoría, sino en su aplicación. No es solamente un problema de presupuesto, sino de apuntar a una educación que resuelva problemas no solo para la empresa, sino para la sociedad, por ejemplo, para el sistema de salud. Hay profesionales muy buenos, pero el problema no es individual, sino de un sistema universitario que produzca conocimientos aplicados y aplicables”.

¿Cómo ve al Banco de la República en el contexto de América Latina y el Caribe?

“Yo tengo una lista de los mejores bancos centrales de la región. Dentro de los cinco mejores está con seguridad el Banco de la República”.

¿Qué le dejó su experiencia en el Banco de la República?

“Me dediqué a estudiar toda la teoría económica relacionada con mi nuevo oficio. Pude entender con claridad que más importante que la moneda es el crédito. En ese bagaje previo estaba el tema de las estructuras financieras de las firmas que había trabajado en mi tesis doctoral y el papel del acceso del crédito y su importancia no solo en las decisiones financieras de las firmas, sino en sus decisiones reales (de producción). En el Banco pude reconstruir la idea de la relación real-financiera, así como la relación entre el dinero y el crédito. El reto era traducir esto en la política monetaria. Logré introducir en la discusión y en las preocupaciones del Banco la importancia de la estabilidad financiera y su relación con la política monetaria”.

¿En el Cemla tuvo la oportunidad de trabajar esos temas?

“A partir de la crisis financiera ya había un consenso acerca de en qué debía centrarse la atención. Hubo acuerdos sobre la estabilidad financiera, crucial para la estabilidad macroeconómica; que debe ser preocupación de los bancos centrales. Lo que no se ha zanjado es si un banco central debe ser también autoridad en estabilidad financiera, si debe hacer la regulación o la supervisión, e incluso ambas. Yo podía aportar en esa gran preocupación que existe sobre el papel de los bancos centrales. El tema sigue sin cerrarse y hay mucha discusión teórica al respecto. Se está tratando de construir una teoría de la estabilidad financiera así como de la política monetaria. La idea es empezar a ver en qué consiste, cómo se mide, cómo se puede seguir, qué se puede hacer para evitar la inestabilidad o qué factores la generan. Hay mucha literatura reciente más aplicada para ver cómo se puede hacer un seguimiento y diseñar pruebas para medir la probabilidad de que se estén acumulando desequilibrios financieros. Con esto se podría actuar antes y no después de que estallen los problemas. Hay indicadores de riesgo, de apalancamiento, endeudamiento y de precios de los activos, entre otros”.

¿La supervisión debe estar por fuera del banco central?

“Ahora mucho más que antes. La supervisión y la regulación financieras deben estar por fuera de los bancos centrales. Advierto de nuevo que es un tema que no está zanjado. En América Latina están los dos modelos. En Estados Unidos tienen un esquema de multiagencia, aunque la Reserva Federal tiene muchas responsabilidades en materia de estabilidad financiera. En Inglaterra existe un diseño que llaman de las dos torres. La supervisión está en el banco central, pero está separada de lo monetario, aunque existen directores que están en los dos comités. De otro lado, hay muchos intentos teóricos para tratar de incluir en la regla de política de la autoridad monetaria consideraciones de estabilidad financiera. Como por ejemplo incluir en la regla el spread de deuda o brechas de crédito, también estimar un PIB real ajustado por condiciones financieros. Se trata de mezclar las variables financieras dentro de las variables normales de política monetaria. Esas son ideas sobre todo de Claudio Borio, un importante economista del BIS, quien incluso compara un ciclo real y uno financiero, este último con oscilaciones más suaves y largas que el primero”.

¿Qué otras lecciones dejó la crisis del 2007- 2008?

“La importancia de que los bancos centrales se concentren en objetivos sobre los cuales haya un acuerdo en la sociedad y que sean medibles, como una inflación baja y estable, que debe ser alcanzable sin interferencia de la política porque las consecuencias redistributivas son manejables o son mínimas o no existen. Esto, más un banco central independiente, es lo que en el largo plazo le sirve más a un país. Un banco que haga política financiera o que asigne crédito se está alejando de ese campo que es valioso, pero puede parecer estrecho, de mantener una inflación controlada”.

¿Usted piensa que la política de inflación objetivo, tan popular en América Latina y otros países, debería cambiar?

“En América Latina la mayoría de bancos centrales siguen la inflación objetivo. Hay también bancos que tienen objetivos de crecimiento de algún agregado monetario y hay algunos que tienen varios objetivos (pobreza, desarrollo económico). También hay bancos centrales que no son independientes. Tenemos en la región una amalgama de mandatos y de objetivos. Yo pienso que la inflación objetivo sigue siendo lo mejor para los países emergentes. Hay muchos debates sobre la bondad de esa política, pero es un debate que se da sobre todo en los países desarrollados, ya que en estas economías tuvieron, y en algunos casos tienen, tasas de interés casi negativas, con tasas de inflación de cero o muy bajas. En esos países la tasa de interés perdió tracción como instrumento de política y debió hacerse una política no convencional, aumentando la liquidez para estimular la economía. Se discute si se debe aumentar la meta de inflación o si cambiar esas metas por metas de precios. Nosotros estamos lejos de ese debate y nuestra mejor alternativa es la inflación objetivo”.

¿Qué le diría a un joven estudiante de economía, en qué se debería concentrar?

“Cuando estudié, enseñaban modelos básicos. Después, decían que esos modelos no reflejaban tanto la realidad. Hoy en día, autores como Joseph Stiglitz consideran que el concepto fundamental en economía es el costo marginal, algo que yo comparto. Entender eso es lo que define a un economista y le permite organizar las ideas. El mundo sigue siendo uno de escasez relativa en el que hay que tomar decisiones y ese concepto de costo marginal debe ser el punto de partida, a pesar de que hay tantos movimientos nuevos para reformar los textos con los cuales se enseña la economía. Los textos heterodoxos se deberían introducir desde el principio y no esperar que la persona tenga formada su estructura neoclásica”,

Pasando a otro tema, ¿Cómo llegó a la economía?

“Tal vez mi hermano Jaime, hoy profesor de la Universidad Javeriana, influyó bastante en mi decisión de estudiar economía. Recuerdo verlo estudiar cuando hacia su carrera en la Universidad Nacional, hojear sus libros y tener con él conversaciones interesantes. Es mi recuerdo más lejano acerca de haber oído conceptos económicos. La economía me gusta toda. Sé que no se puede estudiar de todo, pero siempre me ha gustado seguir nuevas corrientes y temas. Si uno tiene la mente amplia la economía le puede ayudar a llegar a otras ramas del conocimiento. De todos mis profesores tengo un buen recuerdo. Debo destacar la influencia que recibí de Ulpiano Ayala, quien llegó a la facultad proveniente de MIT a dar un curso de teoría de la firma. El curso se centraba en una crítica a la teoría convencional neoclásica que veía a la firma como una caja negra, de la cual no se conocía el contenido. Ulpiano nos trajo una cantidad de temas nuevos: la teoría de los contratos (hoy de moda), la competencia imperfecta (en contraposición a la competencia perfecta entre firmas semejantes de la teoría convencional). Un curso que me dejó muchas inquietudes. Tomé también muchos cursos en otras facultades, en especial los cursos de filosofía de Ignacio Abello un hegeliano consumado. Para mí fue fundamental la formación en microeconomía”.

¿Qué etapas ha tenido en su vida intelectual como economista?

“Yo crecí con dos puntos de referencia en mi formación de pregrado. Uno era la teoría económica neoclásica aunque con la posibilidad que tuve de tener profesores que conocían esa teoría, pero tenían una visión heterodoxa como Ulpiano Ayala, precisamente. Otro era la influencia de profesores de corte marxista que llegaron a la Universidad de los Andes en ese momento. Le trabajé en paralelo a esas dos corrientes, junto con los temas de filosofía del profesor Abello que permitieron profundizar en las bases filosóficas del pensamiento marxista. Después a finales de los años setenta cuando hice un posgrado en Holanda conocí a los neoricardianos. En ese momento llegó como profesor un argentino refugiado con el cual leí el texto de Piero Sraffa “Producción de mercancías por medio de mercancías”. Por esa razón, durante unos años me acerqué a esa escuela. Después llegué a la corriente poskeynesiana. Yo fui muy microeconomista al principio, y después durante mucho tiempo, mi macro ya más pensada, más digerida, fue la poskeynesiana. Los debates sobre el capital me fueron conduciendo a la teoría poskeynesiana de Joan Robinson y otros. Leímos muchos autores (Paul Davidson, Jan Kregel, Nicolás Kaldor), apareció inclusive Michał Kalecki. Este último me sirvió mucho para dar el paso de la macroeconomía real a la macroeconomía con financiamiento, yo pensé en ese momento que ese enfoque era esencial para entender la economía de mercado. Esa relación entre la esfera real de la economía y su parte financiera siempre ha sido una de mis preocupaciones, y es donde está hoy la macroeconomía moderna. Ahí apareció Hyman Minsky con las crisis financieras”.

¿Cuáles fueron las enseñanzas que le dejó el paso por el Cemla?

“Ratifiqué, en primer lugar, la importancia que tiene un banco central en una economía y en los países de América Latina esto es aún más relevante. Un banco central es una institución que genera confianza es un ejemplo por su credibilidad, por la formación y el nivel de sus técnicos, por su transparencia y su rendición de cuentas. Son un elemento institucional fundamental para un país. Sin embargo, no es algo que se pueda copiar. En algunas ocasiones, por ejemplo, en Colombia, se ha pretendido replicar el esquema institucional de un banco central a otras instancias. Tenemos una tendencia a sacar más decisiones de la esfera política de lo que es necesario o conveniente en una democracia. Eso ha funcionado en lo monetario pero su copia no es ni necesaria ni valida.

La segunda enseñanza es el desarrollo tan sorprendente que han tenido los bancos centrales en América Latina en las últimas tres décadas. Esto en términos de consolidar su marco institucional, fortalecer su equipo técnico y apoyarse en métodos cuantitativos muy sólidos (la utilización de modelos). De todas formas, y es la última lección: en la región hay todavía bancos muy atrasados, el avance no ha sido homogéneo. Hay un grupo que hace esfuerzos, pero no ha logrado la confianza de la sociedad, para que les den recursos para poder avanzar. Ente otras cosas ese es el papel del Cemla ofrecer capacitación y seguimiento a esos bancos”.

¿Qué ha estado leyendo últimamente?

“He estado leyendo mucho sobre Inteligencia Artificial, no solo en economía sino en otros temas. El Banco de Inglaterra, por ejemplo, decidió incluir las grandes bases de datos (Big Data) como un instrumento esencial que puede ser un complemento de los grandes modelos macroeconómicos de ese banco central. Y hay otras posibilidades en economía para este tipo de avances tecnológicos como es el caso de la construcción de muchas variables indispensables como la inflación y los indicadores de coyuntura y sectoriales. Me leí también la autobiografía de Paul Volker y la del subdirector de Banco de Inglaterra en tiempos del director Mervil King. Este último se preguntaba por qué un banco central debe ser independiente y hasta donde debe llegar en su independencia. Esto que parece tan consolidado puede incluso estar en peligro porque el esquema está sobreexigido y el banco central no tiene forma de actuar en una crisis, eso amenaza su independencia. Puede pasar, por ejemplo, que llegue una crisis que afecte a Europa y sus autoridades deciden que no hay instrumentos de política monetaria y que la política fiscal no se puede usar. Puede darse la tentación, en esa circunstancias, de dedicar al banco central a enjugar la deuda pública e irrigar dinero helicóptero, o dron como dicen ahora. Eso acabaría con la independencia en Europa y tendría efectos mundiales”.

¿Y qué tema quisiera investigar?

“Me gustaría trabajar en el diseño de políticas públicas. Me gustaría hacerlo con instrumentos nuevos como la inteligencia artificial y la economía del comportamiento. Sería muy bueno poder investigar sobre el diseño institucional del Estado. Pienso que el que tenemos se quedó obsoleto y debe modificarse; algo que ya se hizo en Inglaterra cuando se creó una entidad independiente del gobierno que se dedicó a reflexionar sobre esos temas y hoy funciona como un centro de pensamiento”.

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