“Estas jornadas por la paz son una farsa”. Con esta contundente frase terminó su intervención de 20 minutos el escritor colombiano, radicado en México, Fernando Vallejo, en un panel en el primer día de la Cumbre Mundial del Arte y la Cultura por la Paz, que se realiza esta semana en diferentes escenarios de Bogotá.
Se trató de un encuentro en el cual intervenía el autor de “La virgen de los sicarios”, junto al sociólogo y periodista Alfredo Molano, el analista político y exmiembro de un grupo guerrillero León Valencia, además de Jane Taylor, dramaturga que hizo parte de los Casos de la Comisión de Verdad y Reconciliación en Sudáfrica a mediados de los años noventa.
El auditorio del Teatro Jorge Eliécer Gaitán, completamente lleno, estaba a la espera de la intervención de Vallejo, que como es usual en él, prometía no dejar títere con cabeza. Se tomó todo su tiempo para leer un extenso discurso, tan sólo interrumpido por resonantes aplausos y una que otra rechifla, pues la mayoría de quienes no compartían los postulados del escritor, sencillamente se retiraban del lugar.
“Este sinvergüenza que tenemos en la Presidencia, a la que subió predicando la guerra y en la que se reinstaló predicando la paz, por lo menos unas cuantas diferencias tiene con sus interlocutores de La Habana, los hampones de las Farc, con los que negocia de igual a igual: que no vuela torres eléctricas, ni siembra minas quiebrapatas, ni secuestra, ni mata, aunque sí extorsiona, a través de la Dian, y recluta, a través del Ejército, a cuanto muchacho pobre logra agarrar”.
Habló de lo que él denomina “combos o mafías”, refiriéndose a los partidos políticos, “el reparto del botín de los puestos públicos y sus contratos entre un grupo de bellacos amafiados que se dicen buenos ciudadanos y que montan y desmontan partidos para sus fines”.
Buena parte de su discurso lo dedicó a lo que viene sucediendo hace dos años en los diálogos en La Habana: “Unos bribones negociando con unos hampones... Hoy van las víctimas, mañana los generales, pasado mañana irá Francisco, que es tan bueno. Que aproveche este san Francisco para lavarle los pies a Castro, el tirano que bendijo Wojtyla”.
Y continuó: “¿Y qué negocian? El botín, el de los altos puestos públicos y sus contratos. Los que durante doscientos años han gozado del botín enzarzados en guerras civiles y elecciones resolvieron ahora que a los de las Farc les tocaba probar el pastel al estilo de lo que ya hicieron con los del M-19, quienes lo que no lograron con las armas y el derramamiento de la sangre lo están logrando con el engaño de las urnas. Ya tienen la alcaldía de Bogotá y acabaron con la ciudad. Ahora van a seguir con Colombia”.
Durante todo el discurso no dejó de lanzarle verdaderos dardos venenosos a Juan Manuel Santos. En medio de todo, no olvidó hablar del Premio Nobel de Literatura Colombiano.
“A García Márquez hace un año, cuando murió, para sacar partido del muerto porque se le tambaleaba su reelección le organizó un homenaje de cenizas presentes en el Palacio de Bellas Artes de México y dijo en tan solemne ocasión que era el más grande de los colombianos: de hoy, de ayer y de mañana. A mí estas hipérboles garciamarquianas de nuestro Nostradamus criollo me encantan, máxime que a Gabito también lo usó y lo tiró. Él usa y tira vivos o muertos, según le sirvan o no le sirvan. ¡No estar vivo Gabito que era tan amigo de los Castro para que le ayudara ahora en sus negociaciones de paz!”.
Nadie se salvó, también habló de Andrés Pastrana y le recordó la zona de despeje del Caguán, mientras que a Álvaro Uribe, la reelección inmediata y la extradición de los paramilitares a Estados Unidos.
“Los grandes capos paramilitares, que allá tenían cuentas pendientes por narcotráfico, pero que aquí las tenían por los más monstruosos crímenes de sangre; hoy muchos de sus funcionarios más cercanos (de Uribe) andan fugitivos acusados de montones de delitos de los que él se lava las manos; y aunque sus hijos se han hecho ricos echando azadón y pala, él como papá está pobre. Pues Juan Manuel Santos fue ministro de los tres y por lo tanto su cómplice.
Juan Manuel Santos es el más grande bellaco de la historia de Colombia, y estas jornadas por la paz, una farsa”, finalizó.
Esperanza de paz
A diferencia de Fernando Vallejo, los otros invitados al panel tienen esperanza, aunque con reparos e importantes reflexiones en torno a ella.
León Valencia habló de dos grandes procesos que se deben dar. Uno de ellos con los grupos armados al margen de la ley, y el otro, el que está pendiente, con las élites políticas.
“En Colombia se le ha disparado a la democracia desde diferentes flancos. Desde la guerrilla, pero también desde dentro del Estado. Por eso, el otro proceso vital es con las élites políticas que fueron más eficaces con sus ataques, como es el caso de la parapolítica”.
Habló de un estado o una sociedad híbrida, “con dirigentes que lo respetan y otros que violan las reglas que ellos mismos impusieron, por lo que urge un pacto con las élites políticas para que no sigan masacrando”.
Para el analista político, en una investigación que ha arrojado la alarmante cifra de 250 alcaldes vinculados, se pudo establecer que en la mayoría de los casos no fueron los paramilitares quienes buscaron a los políticos. “Los paramilitares aseguraron que fueron los políticos quienes los buscaron, quienes les dieron contactos, armas y dinero para lograr resultados electorales”.
Lo que resulta aún más grave es que en las elecciones parlamentarias de 2014, según sus investigaciones, todavía existen 70 parlamentarios a los que llama “herederos de quienes hicieron su fortuna con el paramilitarismo”.
Jane Taylor, dramaturga que hizo parte de los casos de la Comisión de Verdad y Reconciliación en Sudáfrica a mediados de los años noventa, tuvo pocas intervenciones en el panel, pero pudo aclarar el papel de dicha comisión en búsqueda de la paz.
“La paz es un instrumento para llegar a la justicia, y en Sudáfrica se dio a través de las audiencias con los implicados. Las personas en toda la sociedad fueron indultadas si contaban sus propias historias, lo que hicieron, en la mayoría de los casos frente a las víctimas. Fue el mejor instrumento de amnistía que encontramos para ello”, finalizó Taylor.