Aunque no es la primera vez que sufren los efectos de las voladuras de oleoductos, los 16.000 habitantes de Tibú se preparan para diez días más de dificultades por el racionamiento de agua provocado por otro ataque de las Farc.
De nuevo la comunidad de este municipio nortesantandereano tendrá que soportar largas filas en los barrios a la espera de los carrotanques y gastar dinero para comprar el líquido vital si no da abasto el suministro por el plan de contingencia ante estos actos terroristas.
La mancha negra del petróleo derramado desde la noche del martes se esparció rápido sobre las aguas del río y obligó el cierre de la bocatoma y el suministro a la población.
Mientras el ministro de Minas y Energía, Tomás González calificó como “muy grave el daño ambiental”, el pronóstico de los funcionarios de Ecopetrol que inspeccionaron la zona del derrame por tierra y aire es desalentador.
Por lo menos dos semanas durará las tareas de recolección del crudo y descontaminación de aguas en las veredas Guachimán y Campo Seis por parte del personal técnico.
Las consecuencias de la voladura del oleoducto Caño Limón Coveñas ya se sienten para la población, como lo constata Richard Javier Claro Durán, habitante y personero de Tibú.
Lamenta que “son 16.000 pobladores que van a sufrir por falta de agua, pero ya hay daños irreparables como la muerte de peces. Los pescadores ven afectada su vida y sustento por la contaminación del río y la ganadería también sufre los estragos”.
El personero recordó que la población sufrió en abril pasado otra emergencia similar por otro atentado al oleoducto, que dejó sin servicio de agua al municipio por 20 días.
Los múltiples ataques contra la infraestructura petrolera en Norte de Santander el pasado martes no solo causaron un daño ambiental. Cerca de 20 familias del corregimiento El Aserrío (Teorama) se desplazaron luego del incendio provocado por la voladura del oleoducto y derrame de crudo. Las llamas alcanzaron unas 15 viviendas. El petróleo también cayó al río Catatumbo.