Hace treinta años, para que dos personas intercambiaran mensajes tenían que recurrir a las cartas, con todo y el dolor de mano; los telegramas, en los cuales se tenía que hablar en letra pegada para poder pagar el envío, y las llamadas a los teléfonos fijos, las cuales según decía cada padre de familia “eran para acortar distancias, no para alargarlas”. Ahora, con los mensajes de texto, basta con oprimir algunos botones y finalizar con la tecla ‘enviar’.
WhatsApp, se ha convertido en el servicio de mensajería instantánea más popular del planeta. La compañía estima que uno de cada siete humanos utiliza la aplicación que permite a una persona estar conectada las 24 horas, todos los días de la semana.
Jan Koum, CEO de WhatsApp, anunció en febrero que la herramienta había alcanzado los mil millones de usuarios. Esta aplicación permite enviar texto, notas de audio, hacer llamadas y dentro de poco se habilitarán las videollamadas. Se puede comunicar con letras o con ‘emoticones’, íconos que ayudan a expresar mejor una idea, y en muchos casos, para terminar de confundir.
Cuando la aplicación añadió la notificación de leído, un estudio de ‘CyberPsychology and behaviour Journal’, sostuvo que a pocos meses ya se contabilizan 28 millones de rupturas amorosas por el fenómeno.
Podría decirse entonces que la palabra que define los tiempos actuales es la ‘inmediatez’. Es inmediato el proceso de comunicar algo, inmediata la recepción del mensaje y, también (sobre todo con la notificación de lectura), es inmediato el sentimiento de sentirse ignorado.
Por otro lado, uno de los grandes aciertos de esta plataforma son los grupos, en los cuales varias personas pueden interactuar en un mismo espacio. Es muy raro que un usuario que tenga la aplicación no haya sido agregado a un grupo, ya sea por acción u omisión.
Hay grupos para los padres del colegio, los amigos, la familia, los compañeros de trabajo, los que actualizan las noticias, los que venden o promocionan su empresa, los ex alumnos de colegios... incluso hay grupos para no romper las cadenas de oración.
Pero resulta que esta herramienta puede ser también una pesadilla: es común encontrar mil mensajes sin leer, que llevan conflictos de intereses, mala ortografía, desvíos del tema, ofensas para los sensibles, lo que permite que también surjan los insensibles, los desubicados, los que a todo le encuentran el doble sentido y los que de plano no aguantan más y se salen del grupo.
Sin embargo, salirse de un grupo, no contestar y dejar en visto (sobre todo cuando se está en línea), son algunas de las ofensas del siglo XXI. Ya ni siquiera es necesario saludar, ni despedirse. De hecho, la Universidad de Binghamton estudió la manera en la que escriben sus usuarios y reveló que aquellos que usan el punto (.) al final de las oraciones enviadas son consideradas groseras.
Celia Klin, Profesora de Psicología en la Universidad de Binghamton EE.UU., explica que “cuando conversamos cara a cara, el mensaje es captado con facilidad pues las miradas, tonos de voz y expresiones corporales dicen mucho. Al hacerlo de manera virtual, la gente tiene que apoyarse de lo que tenga a la mano como emoticones, errores de ortografía que simulen un sonido y los signos de puntuación”.
De esta forma resulta casi imposible estar desconectado. Lo primero que suelen hacer las personas al despertar es revisar sus actualizaciones y hacen lo mismo antes de dormir. Se revisa el celular en el baño, mientras se come, se atienden reuniones y en el peor escenario, mientras se conduce.
¿Qué ocurriría en un apagón? La sensación es similar a cuando se está dentro de un avión en la mitad del Atlántico: se está solo con la consciencia y las personas que le rodean.
A continuación algunos perfiles de usuarios y consejos para estar preparado en caso de que se caiga la aplicación y tenga que volver a hablar en grupo, pero esta vez en persona.
Las personalidades de WhatsApp
Los que siempre están conectados
Son aquellos cuyo teléfono se ha convertido en una extensión de su mano. Tienden a sufrir de apnea de WhatsApp que les hace chequear la aplicación de manera compulsiva en busca de mensajes. También son vulnerables a padecer Nomofobia, o ansiedad y miedo irracional ante la posibilidad de perder el celular o salir de casa sin él. Nunca duermen y tienden a revisar los perfiles de los demás. Han olvidado saludar, despedirse, llamar por teléfono y Dios los libre de tener que mantener una conversación en persona.
Los que nunca aparecen
Se consideran misteriosos. Nunca contestan, su última foto la actualizaron hace tres años pero, ojo, prestan mucha atención. No escriben en los grupos pero leen todo lo que los otros dicen, y podrían ser tomados como ‘espías’. Han desarrollado algunas técnicas para mantenerse presentes en la ausencia. Desactivaron la opción de ‘última conexión’, la misma que ha ocasionado tantas peleas en las parejas, y ‘el doble check’, que permite a sus contactos saber que ya han leído el mensaje.
Los que se desahogan
Su perfil es su muro de los lamentos. Cada día significa un nuevo estado. Mandan indirectas, al mismo tiempo que descargan su amor. Este tipo de usuarios hacen uso de todos los ‘emoticones’ disponibles, al igual que de los mensajes de voz. Son populares dentro de las cadenas de oración y no tienden a editarse, por lo cual sus mensajes suelen tener muchos caracteres. No conocen horarios y es común que escriban a sus contactos en la noche o madrugada, por lo cual se aconseja mantenerse alejados del licor.
Los reyes de los memes
No importa si trabajan o tienen hijos, la memoria de su celular está llena de memes o imágenes graciosas. Le sacan cuento a todo y podrían considerarse los ‘trolls’ de la mensajería instantánea. Los grupos entre amigos se han convertido en una forma de mantenerse en contacto aún sin verse y es una forma útil para que las personas se rían y se desahoguen, el peligro es cuando se deja de prestar atención a quienes están al rededor, por estar más pendiente de la conversación en línea.
Los que mal interpretan
Uno de los riesgos de comunicarse por escrito es que no se está haciendo uso de los gestos y los tonos de voz, por lo cual muchas veces se mal interpreta lo que en realidad se quiere decir. Estos malentendidos pueden trascender y hacer que una persona incluso bloquee a otro usuario para que este no pueda ni siquiera ver su foto de perfil. Valga decir que el bloqueo es una forma de mantenerse alejado de los problemas y de aquellas personas con las que no se quiere tener ningún contacto.
Recupere su vida
El sentimiento de no estar conectado a las redes sociales o a las aplicaciones de mensajería, se parece a la depresión, la soledad y el abandono y es que muchos sienten una validación de sus acciones por medio de un ‘me gusta’ o un ‘emoticón’.
La apnea de Whatsapp (al no recibir mensajes), la depresión del Facebook (al no poder revisar las acciones de los demás) y el síndrome de Google (al sentir la necesidad de no recordar nada y tener que consultar y corroborar cada dato), son consideradas tecnopatías.
Alejandra Piedrahita, psicóloga de la Universidad Javeriana, recomienda establecer límites en los horarios para el uso del dispositivo, dormir con el aparato apagado y probar con períodos de abstinencia para aprender a utilizar el teléfono de manera más racional.
Silenciar los chats, no responder de inmediato, tomarse unas pausas para contestar o saludar y no enviar mensajes a altas horas de la noche son prácticas saludables.
La hora de la comida y de manejar debe ser sagrada y siempre se les debe dar prioridad a las personas que están al frente, por encima de las que se encuentran lejos.
Si se siente incómodo dentro de un grupo por el tiempo que este le quita o lo que se dice, ofrezca disculpas y anuncie que se va a retirar.