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Tecnología para borrar límites

La situación de discapacidad no es obstáculo para conectarse con el mundo, trabajar, estudiar o divertirse.

  • Gloria y Gerson no se dejaron vencer por la adversidad. FOTO manuel saldarriaga
    Gloria y Gerson no se dejaron vencer por la adversidad. FOTO manuel saldarriaga
  • Gloria y Gerson no se dejaron vencer por la adversidad. FOTO manuel saldarriaga
    Gloria y Gerson no se dejaron vencer por la adversidad. FOTO manuel saldarriaga
02 de marzo de 2015
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Por años, Gloria Elena López Arcila permaneció sentada en su casa, sin hacer nada. Esa enfermedad, tumores en la columna vertebral, con la cual batalló y a la cual consiguió vencer, le dejaron los brazos inertes.

Ella, que hasta ese momento había sido una maestra consagrada en su preescolar, situado cerca al parque de Robledo, siempre activa, enseñándoles a los niños, brincando con ellos, jugando, verse de repente sumida en la quietud, parecía víctima de una cruel ironía.

“Mi esposo es divino. Me había pintado el preescolar y había instalado una piscina de bolas. Me tocó venderlo para hacerme una cirugía de cerebro”.

Óscar Darío Sarrazola, su esposo, lo mismo que sus hijos, Diana Patricia y Juan Felipe, consiguieron que la mujer no se sintiera infeliz. No cayera en depresión con esta nueva vida. ¿Tedio? Por supuesto. No podía evitar sentirlo. Pasaba las horas aburriéndose en la sala de la casa de Bello Horizonte, que en ese tiempo, hace nueve años, habían comenzado a pagar. Por la noche, cuando él volvía de trabajar, la convidaba a salir un rato, “aunque fuera a dar una vueltamanzana”, para que despejara su mente después de un día de encierro.

Descubrimiento

Gloria Elena es oriunda del Valle del Cauca. Nació en un taxi entre Pereira y Anserma Nuevo, “de modo que no soy de aquí ni soy de allá”, se crió en este último hasta que cumplió 14 años, cuando sus padres se trasladaron a Medellín. Óscar Darío, por su parte, es antioqueño.

El reloj giraba lentamente para esta educadora. Hasta que un día, en el eterno lapso entre un tic y un tac, Gloria Eugenia, una amiga suya en situación de discapacidad, también habitante del barrio, le contó que en la biblioteca zonal Fernando Gómez Martínez había computadores con teclado para accionar con los pies y que podría utilizarlos. Que ella misma acudía allí con frecuencia para conectarse con el mundo.

Y Gloria Elena apenas sí pudo esperar a conocer la maravilla. Fue a la biblioteca y, de inmediato, la instalaron con uno de estos aparatos, con teclado colorido, verde, rosa, anaranjado, rojo, de teclas gigantescas, en las cuales su dedo gordo no oprimía más de una a la vez.

Desde ese momento, fue la usuaria más asidua de la biblioteca. Iba todos los días y muy pronto se dispuso a estudiar álgebra y, después, trigonometría, para explicarles a sus hijos en casa. Ahora estudia computadores en esa Biblioteca y está decidida a emprender un curso de Excel, un programa destinado a llenar hojas de cálculo.

Una amiga del barrio, Gladys, va a su casa cada día a darle el almuerzo. A veces se queda toda la tarde y le pinta las uñas.

Se sienta en el computador de su casa, dotado con las mismas ayudas tecnológicas, teclado gigantesco y mouse rojo en forma de esfera que puede fácilmente hacer girar con la planta de un pie. Lo enciende, busca videos de gastronomía en Youtube. Una voz de mujer mejicana dice: «Amigas, hoy les enseñaré a preparar alitas de pollo agridulce».

Teletrabajador

Cuando Gerson Mazo quedó en situación de discapacidad halló la disciplina y la aplicación en el estudio. Tal situación le llegó tras un accidente de tránsito, en 2004, que recuerda como si fuera un hecho reciente.

Era radio operador en Tax Súper. Le correspondía hablar todo el día o toda la noche para los taxistas. Informarles las direcciones donde había personas esperando transporte, «Carrera 43 Bogotá con Transversal 65 duda... Erre». Una tarde, terminado el turno, montó en su motocicleta para emprender el camino de regreso. Decidió que, antes de subir a su casa, encumbrada en la vereda Pedregal Alto, a unos dos kilómetros de la cabecera del corregimiento de San Cristóbal, se detendría un rato a charlar con amigos en La Campiña, cosa habitual.

Eran las siete cuando reemprendió la marcha. En el sector Las Hamacas, entre la partida para San Pedro de los Milagros y el centro del corregimiento, lo embistió un auto que venía de frente y sin luces en la oscuridad. “La verdad, yo también iba sin luces”, reconoce. Y en ese instante le cambió la vida. Lesión medular. A pesar de algunas intervenciones quirúrgicas, una cuadraplegia lo dejó sentado en una silla de ruedas. Y con movilidad reducida en sus extremidades superiores.

La suya es una silla de ruedas eléctrica, movida por una batería. Lo sube por la empinada cuesta desde el centro del corregimiento.

Al principio fue duro adaptarse a la nueva condición. Aunque contó con el apoyo de su compañera Alba Oquendo, una ituangueña que “demostró finura” al quedarse a su lado y asistirlo en todo, sin dubitar, cuando apenas llevaban un año juntos.

Después de vencer su autocompasión, decidió estudiar y trabajar. Es alumno de octavo semestre de Administración de Empresas en la Universidad Católica del Norte. Se conecta a “Encuentros Sincrónicos” en los que un profesor les habla a varios alumnos que se sintonizan con él desde sus respectivos domicilios. Lee los documentos y los libros que le indican y desarrolla los talleres que le imponen.

Gerson tiene dos empleos. En uno, “dirijo una corporación llamada Ecovida. Diseñamos, producimos y distribuimos ropa casual. Yo soy el administrador”. En otro, “soy teletrabajador de Tecnoayudas. Asesoro a personas con discapacidades, en cuanto a herramientas tecnológicas que les convendrían para llevar una vida más fácil, que trabajen, estudien o realicen las actividades cotidianas”.

A algunas personas que se comunican con él, les cuenta que como lo de ellas es la bajísima visión, puede contar con magnificadores portátiles, que son como unas lupas planas del tamaño de un libro; a otras, que quieren disfrutar de un paseo a la costa con sus familiares, que bien puede hacerse a los servicios de una silla de ruedas para entrar al mar; que los ciegos bien pueden escribir en máquinas con teclado en braile; les comenta que si la inmovilidad es de brazos y piernas y solamente mueve la cabeza, existe “un unicornio”, es decir, un cuerno que se ata a la cabeza y permite digitar en un computador o, como el caso de una amiga suya, Gladys, adaptarle un pincel y “realizar los cuadros más bellos”. Y, por supuesto, les habla del teclado aumentado para personas con baja visión o, como él, con problemas de movilidad.

Son muchas las horas que pasa Gerson frente a su computador. “Porque además de estudiar y trabajar, también saco tiempo para jugar o ver películas”.

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