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No es un secreto que hoy, luego de 200.000 años al menos de existencia del Homo sapiens, estamos desincronizados con el planeta y la naturaleza.
Que estamos en crisis, que el cambio climático, que el hambre. Pero mientras casi 1.000 millones de personas padecen hambre, 2.000 millones están comiendo de más y muy mal.
Y esto ha llevado a límites insostenibles la producción de alimentos, que cada día ocupa más espacio que debería estar destinado a sostener la vida en general, generando altas cantidades de gases de efecto invernadero.
La dieta. Algo no funciona con ella. La que predominó en los últimos 50 años no está satisfaciendo las necesidades de la gente y está haciendo insostenible la Tierra.
N0 es un tema menor, incluso si se toma solo por el lado de la salud: cada año las dietas inadecuadas responden por la muerte prematura de 11 millones de personas.
Hay maneras de reducir esta cifra negativa, pero para eso se debe actuar en varios frentes.
Alimentar a 10.000 millones de personas en 2050 con una dieta saludable será imposible sin transformar los hábitos alimenticios, mejorar la producción de alimentos y reducir los desperdicios.
Es una de las conclusiones fundamentales de un extenso reporte publicado en el journal The Lancet: Alimentos en el Antropoceno, elaborado durante tres años por la Comisión en Dietas Saludables y Sistemas Sostenibles de Alimentos con la participación de 37 científicos de 16 países.
Adiós a la carne
Claro que hay algunos cambios significativos en las comidas que se consumen cada día. Sobre una base de 2.500 calorías, cerca de la mitad debería provenir de granos integrales y fuentes de proteína de origen vegetal.
La carne roja debería reducirse a 14 gramos diarios y las legumbres, frutas, verduras y nueces deberían doblarse (ver tabla adjunta).
Pero esto dependerá de las condiciones regionales. En algunos países africanos y asiáticos la ingestión de carne debe ser algo mayor.
Las metas globales deberán ser aplicadas localmente: en Norteamérica se come 6,5 veces más carne de la debida, mientras al sudeste de Asia menos de la mitad de lo requerido. Así también con la papa y la yuca, que se consumen al sur de Asia 1,5 veces más de lo recomendado y 7,5 más en el África subsahariana.
“Los alimentos que comemos y cómo los producimos determinan la salud de la gente y del planeta, y estamos haciendo esto de manera muy equivocada”, explicó Tim Lang, uno de los investigadores, de la Universidad de Londres. “Necesitamos una revisión significativa, cambiando el sistema global de alimentos en una escala no vista antes, de forma apropiada para las circunstancias de cada país”.
No se trata de decirles a las personas qué comer o cómo, sino presentar una dieta saludable basada en 2.500 calorías al día y disminuir la presión sobre el planeta.
Dos pasos para atrás
Para la Comisión llama la atención que a pesar de un aumento en la producción de alimentos llevando a una mayor expectativa de vida, disminución del hambre y de las tasas de mortalidad infantil, así como de la pobreza en las últimas cinco décadas, todos esos beneficios se están perdiendo por unas dietas no saludables altas en calorías, azúcares, alimentos refinados y comidas basadas en animales, y un bajo consumo de frutas, verduras, granos integrales, legumbres y nueces.
“Para ser saludables, las dietas deben tener un suministro adecuado de calorías, consistente en una variedad de productos vegetales, baja cantidad de los de origen animal, grasas insaturadas en vez de saturadas y pocos granos refinados, alimentos muy procesados y azúcares adicionados”, indicó Walter Willett, de Harvard University, codirector del grupo.
Los rangos de alimentos sugeridos permiten una flexibilidad para acomodar varios tipos de productos, sistemas agrícolas, tradiciones culturales y preferencias dietéticas individuales incluyendo numerosas dietas omnívoras, veganas y vegetarianas.
El trato a la tierra
Pero para hablar hoy de alimentación saludable no se puede ignorar la relación con la sostenibilidad ambiental y el cambio climático.
Las dietas actuales están empujando la Tierra más allá de las denominadas fronteras planetarias (lo que está en capacidad de dar sin deterioro) y provocando enfermedades.
Johan Rockström, del Centro de Resiliencia de Estocolmo, precisó que “nuestra definición de una producción sostenible de alimentos requiere no usar más tierras adicionales, proteger la biodiversidad existente, reducir el uso de agua y manejarla con responsabilidad, mermar de manera sustancial la contaminación por nitrógeno y fósforo, generar cero emisiones de dióxido de carbono y no originar más emisiones de metano y óxido nitroso”.
La forma como se produce hoy la comida del mundo genera del 25 al 30 % de las emisiones de gases de invernadero. El sector pecuario responde por cerca de la mitad de esos gases, metano que genera el ganado y CO2 por la deforestación para ampliar el área agropecuaria.
La transformación requiere descarbonizar la producción agrícola eliminando el uso de combustibles fósiles y las pérdidas de CO2 por cambios en el uso de la tierra.
Mas es necesario igualmente alcanzar una pérdida cero de biodiversidad, una expansión neta cero de la tierra de agricultura a instancias de las áreas naturales y unas mejoras drásticas en el empleo de fertilizantes y agua.
Emisiones equilibradas
Para alimentar 10.000 millones de personas a 2050, los autores del informe establecieron las emisiones inevitables de gases que se generarán. Las de metano y óxido nitroso deberán permanecer entre 4,7 y 5,4 gigatoneladas. En 2010 estaban en 5,2.
Significa que la descarbonización del sistema energético del mundo debe progresar muy rápido para atender la necesidad de alimentar los humanos sin causarle más daños al planeta.
Una meta amenazada por el mayor poder adquisitivo que tendrán las personas para consumir más cantidad de productos cárnicos y lácteos.
El estudio concluyó que el uso de fósforo se debe reducir de 17,9 teragramos a entre 6 y 16, así como la pérdida de biodiversidad de 100 a entre 1 y 80 extinciones por millón de especies cada año.
Estimó además que los niveles actuales de nitrógeno y uso de la tierra y el agua debe alinearse con las proyecciones a 2050, de 131,8 teragramos en 2010 a entre 65-140 del primero, de 12.6 millones de kilómetros cuadrados a entre 11 y 15 millones el segundo factor y de 1,8 millones de kilómetros cúbicos de agua a entre 1 y 4 a mitad de siglo.
Unos estimativos que presentan algunas incertidumbres y que deberán ser revisados con frecuencia.
La hora de todos
Para lograr los cambios requeridos no bastan las acciones individuales. Serán necesarias decisiones gubernamentales y comunitarias en diferentes niveles para considerar asuntos centrales como los incentivos y las regulaciones.
“Las dietas dominantes de la humanidad no son buenas para nosotros y no son buenas para el planeta”, opinó el editorial de The Lancet.
“Nuestra conexión con la naturaleza tiene la respuesta y si podemos comer de un modo que funcione para el planeta y nuestros cuerpos, se restaurará el equilibrio natural de los recursos”, agregó.
El reporte generará reacciones de sectores involucrados, pero es la hora de poner las miradas sobre un tema central en nuestras vidas: lo mal que comemos y el daño que hacemos alimentándonos tan mal .