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Los hombres también pasan por la crisis de los cincuenta

Para los hombres, cumplir cincuenta años parece marcar una etapa decisiva de su vida, que implica desafíos y adaptaciones. Una crisis propia de una cultura que teme envejecer.

  • Para los hombres, cumplir cincuenta años parece marcar una etapa decisiva de su vida, que implica desafíos y adaptaciones. Una crisis propia de una cultura que teme envejecer. Foto: ShutterStock.
    Para los hombres, cumplir cincuenta años parece marcar una etapa decisiva de su vida, que implica desafíos y adaptaciones. Una crisis propia de una cultura que teme envejecer. Foto: ShutterStock.
14 de septiembre de 2017
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Hoy es común hablar de crisis relacionadas con la edad. Parece que cumplir años es señal de la llegada de una de ellas o, por lo menos, es un tema bien aprovechado por cineastas y escritores. Hablar de los treinta, los cuarenta o los cincuenta es motivo de análisis, de debate entre amigos y, parece, inclusive, una invitación a buscar ayuda especializada para resolver asuntos pendientes y asumir el paso del tiempo con mayor tranquilidad.

En los hombres, la llamada crisis de los cincuenta, responde, en buena medida, a las demandas de la cultura contemporánea en relación con el cumplimiento de ciertas metas que hoy parecen obligadas. “Puede que sienta que no ha hecho todo lo que debería haber realizado en la vida”, explica el docente Hernando Alberto Bernal.

Agrega que “las crisis corresponden más a una moda alimentada por los medios y por otro tipo de discursos, incluido el capitalista, con todas sus exigencias, tan imperativas, de ser exitoso, famoso, rico. Se supone que a los cincuenta ya se debe tener éxito profesional y una estabilidad laboral y económica”.

Pero sí hay algo de real en esa crisis, afirma Bernal y coincide con él, Juan Diego Tobón, psicólogo clínico y profesor universitario, es que muchos hombres a los cincuenta años experimentan cansancio, además, su cuerpo empieza a cambiar y su organismo debe enfrentar desafíos propios de la edad. “Aparecen canas y arrugas. La resistencia física no es igual y empiezan a aparecer ciertas enfermedades. No es el joven que era y que anhela seguir siendo, pero tampoco es el viejo, aunque sabe que ya se está acercando a la vejez. Y a eso se le llama crisis, que siempre responde a una serie de cambios que se presentan en la vida”, señala el docente.

Y complementa Juan Diego Tobón que los cincuenta años, “por alguna razón, parecieran asumirse como la mitad de la existencia, aunque en nuestra sociedad no se tenga una expectativa de vida tan alta. La psicología sí ha identificado que, después de los cuarenta años, sobre todo en los hombres, aparece una crisis del segundo respiro o una especie de retorno a la adolescencia, pero ya con un cuerpo que físicamente no responde de la misma manera”. En nuestra cultura, continúa, los hombres se han relacionado con la fuerza, el poder y el control, y los cincuenta años llegan “con la posibilidad de experimentar un cuerpo que si no se ha cuidado puede ponerlo en jaque”.

Esta crisis, aclara, no les ocurre a todos ni se presenta de la misma manera. “Eso tiene que ver con las características personales, con los asuntos de la crianza; con las maneras en las cuales se viva la relación de pareja y esa persona haya construido su proceso de envejecimiento. Pero somos una cultura que no quiere envejecer”.

¿Cómo asumirla?

Hasta mediados del siglo XX, narra Hernando Alberto Bernal, “se envejecía en paz y tranquilidad. Hoy, con la posibilidad que hay de divorciarse, y más o menos esto ocurre entre los cuarenta y cincuenta años, después de pasar por un matrimonio de quince a veinte años, este hombre que no se resigna a perder la juventud, se empieza a vestir como joven y se compra un carro descapotado. Pero, cada sujeto responde, a su manera. Hay algunos que llegan con cierta madurez intelectual, saben que ya no están para ciertos procesos”.

Es necesario entender, aseguran los psicólogos, que las crisis hacen parte de la existencia del ser humano, nos remiten a pensar qué se ha hecho y qué se quiere hacer después. Por eso, lo mejor es analizarlas bajo una óptica positiva. “Sacarle provecho a esas ansias renovadas de querer vivir”, como dice Bernal.

La cultura del bienestar y del cuidado ha llevado a muchos hombres de cincuenta años a emprender, con juicio, una disciplina que los mantenga activos. “Esto tiene unas polaridades en nuestra cultura, porque igual no necesariamente un hombre musculoso será un hombre seguro; pero, viendo el otro lado de la moneda, se plantea distinto a como ocurría con generaciones anteriores cuando uno veía a un señor de cincuenta años y, simplemente, pensaba en que lo que le restaba era esperar culminar su vida laboral y morir. Hoy, el cuidado, el deporte y la alimentación sana son muy favorables”.

Una situación que pesa a la hora de enfrentar esta llamada crisis de los cincuenta es la paternidad, teniendo en cuenta que cada vez se posterga más el momento en el que el hombre será padre en la cultura contemporánea. “Mientras hace cuatro o cinco décadas, los hombres eran padres entre los veinte años, hoy lo hacen a los treinta, treinta y cinco y hasta más; quizá hay varios matrimonios también, y eso empieza a tener efectos en las maneras de vivir la crisis de los cincuenta. A un hombre hace unas décadas, la crisis de los cincuenta, lo tomaba con hijos adultos; ahora, uno los encuentra con hijos pequeños o preadolescentes, y eso tiene un efecto distinto hasta en la manera en la que el hombre empieza a verse”, manifiesta Juan Diego Tobón.

Hace falta también, cree el psicólogo clínico, que esta sociedad empiece a repensar una masculinidad que se ha venido transformando, más allá de una visión del hombre ligado a la producción, a proveer. “Cuántos hombres se ocupan de la crianza de los hijos y no porque dejen de trabajar o no tengan esposa. Es necesario que desde las entidades públicas, en los colegios, en las escuelas de padres, en la cultura, en general, se hable de las nuevas maneras de pensar el ser hombre, lo masculino, que lo ponen a uno en el lugar de quien envejece con dignidad”.

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