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Preferiría no hacerlo. Con esa frase demoledora Bartleby, el protagonista del cuento homónimo de Herman Melville, sacaba de casillas a su jefe.
El oficinista de Wall Street rechazaba cualquier orden de su superior que le pareciera poco estimulante. Un lujo que hoy pocos pueden darse. ¿O se imagina qué ocurriría si su jefe le pide ordenar y sistematizar toda una pila de papeles y usted simplemente dice, “preferiría no hacerlo”?
Quizás no duraría mucho en su empleo. En un entorno laboral tan competitivo no basta con cumplir las funciones a cabalidad para conservar el cargo o ser promovido.
El empleado debe adelantarse a las necesidades de la empresa y, si es necesario, tratar a su jefe con la paciencia y diligencia con la que lidiaría con un cliente difícil (aunque no siempre tenga la razón). Esto asegura Mary Abbajay en su libro Managing Up: Cómo avanzar, ganar en el trabajo y tener éxito con cualquier tipo de jefe, recién lanzado. Su texto hace parte de las decenas que se publican hablando del manage up. Una traducción literal sería dirigir o administrar al jefe o las relaciones con los círculos de poder.
Los coach (entrenadores) que lo promueven dicen que es posible que un empleado haga que las directivas de la empresa lo quieran más y valoren sus logros a tal punto de darle prioridad para un ascenso. Sostienen que no importa lo duro que uno trabaje, si no se comunica. Como dice el adagio, no basta con ser la mujer del César, hay que parecerlo.
“El manage up es una habilidad que puede moldear su carrera más que cualquier otra, pero muchos empleados no saben cómo hacerlo”, se lee en un artículo reciente al respecto en The Wall Street Journal. “Gestionar o construir relaciones productivas y fluidas con los superiores, requiere comprender y adaptarse a la comunicación de su jefe y al estilo de toma de decisiones”, continúa el artículo.
En esta cátedra, destinada a futuros CEO de compañías en EE. UU., recomiendan a los empleados tener muy claras sus prioridades (las del jefe; no las suyas); adaptarse a su estilo de trabajo y, por último, ser alguien conocido por las soluciones.
Gestionar relaciones productivas y fluidas con su jefe implica adaptarse a su estilo de comunicación y necesidades. No siempre es fácil. Un artículo de El País Semanal, de España, define esta técnica como “poco apta para personas con altas dosis de dignidad”. También cuestiona si es ética, pero los seguidores “afirman que no se trata de manipular, sino de que ambas partes ganen”.
Profesores de liderazgo dan claves, como averiguar datos sobre el jefe, gustos y pasatiempos, y darse cuenta de si coincide en alguno para tener momentos de conversación.
¿Y por qué hacerlo?
Para la coach Lina Céspedes, esta estrategia es importante para tener buenas relaciones, “pero sin dejar de ser uno mismo”. Cree que un empleado debe aceptar al líder como es. Si es bravo o es amable. Cada persona, dice, tiene una historia que lleva a la vida laboral.
“Si no tiene un día feliz, tal vez me inquiete por saber qué pasó; si es psicorrígido, debo presentarle los informes de forma impecable; si es obsesionado con el tiempo, no atrasarme; en síntesis, si es un bacán, uno sabe que puede llevar una vida más flexible, pero si es cuadriculado, ser muy disciplinado”.
Desde el momento en que una persona acepta trabajar en una empresa, añade Lina, y estar bajo la dirección de otro, debe rendirle cuentas a este y acatar sus orientaciones.
Para la psicóloga María Eugenia Zuluaga Gómez, coordinadora de la Unidad de Gestión Humana de la Escuela Nacional Sindical, ENS, “un empleado no tiene que pensar en ganarse a nadie”. Explica que cada uno tiene la obligación de trabajar con responsabilidad y hacer las cosas bien. No pensar en satisfacer. “Puede ocurrir que los deseos de un individuo, aunque sea el jefe, vayan en contravía de los de la empresa o de un objetivo”.
Enfatiza en que las relaciones entre empleado y jefe, y viceversa, deben ser amables y plenas de respeto. Estar pensando en complacer a otro puede generar angustia.
Carlos Ballesteros, abogado laboralista de la U. Libre y profesor de la U. de A., coincide con la psicóloga de la ENS: “Un empleado no tiene la obligación de ganarse al jefe”. Es preciso que cumplan con su obligación. “Cada cual verá cómo lo hace”. Dice que desde su área, el derecho, no hay una norma que obligue a trabajar tratando de echarse al bolsillo al que dirige ni otra que la prohiba.
Cada quien decide si aplica las herramientas del manage up, para cambiar él en vez de esperar a que cambien a su jefe, o si opta por seguir los pasos de Bartleby.