Sinónimo de turismo, La Tatacoa llama cada vez más visitantes nacionales y extranjeros por tres razones: el paisaje tan agreste y colorido, el más importante yacimiento fosilífero del Mioceno superior en Suramérica y los cielos oscuros que facilitan la observación de numerosos astros y cuerpos celestes, incluido el espinazo de la noche: la Vía Láctea.
Esta última condición, la oscuridad en la zona, es con la que se pretende la certificación internacional de la Fundación Starlight (ver Síntesis) como destino mundial para observar el cielo, proceso en el que está involucrado el Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional.
De lograrse, Colombia sería el primer país tropical en lograrla y se uniría a los 21 que hoy figuran en ese listado, como Antofagasta (Chile), Alqueva (Portugal) y Nueva Escocia (Canadá).
El profesor Giovanni Pinzón, del Observatorio de la Nacional, cree que de alcanzar el reconocimiento se “optimizaría la calidad del turismo local y ayudaría a mantener la zona alejada del turismo voraz”.
Esta afirmación lleva a preguntarse, ¿están asegurados los cielos oscuros, base de cualquier mirada nocturna al firmamento?
A medias, podría decirse, pues la amenaza de las luces sobre esta región huilense, un bosque seco que muchos denominan desierto, es seria.
Del dicho al hecho
El trabajo de la Nacional para sustentar la solicitud comenzó en marzo e irá hasta febrero próximo, iniciativa del Ministerio de Comercio, Cultura y Turismo con recursos del Fondo Nacional del Turismo (Fontur). Además tiene el apoyo y la vinculación activa de la Alcaldía de Villavieja y de la Gobernación del Huila.
La Nacional dispone de un equipo que estudia las condiciones de humedad y temperatura en tres sitios y el registro se complementa con el Sky Quality Meter, que mide la calidad del cielo nocturno y ofrece valores en una escala logarítmica.
“La herramienta determina el brillo del cielo, que se ve afectado en mayor o menor medida por la luz que emiten ciudades aledañas como Neiva, Cali y Bogotá, en este caso, factores determinantes en la calidad de la observación”, subraya el estudiante de Física Andrés Molina, según un comunicado de la institución.
Javier Fernando Rúa Restrepo, astrónomo, quien lideró el proceso de construcción del observatorio municipal a comienzos del siglo, quien puso a La Tatacoa en boca de los aficionados a la astronomía en el país, premio EL COLOMBIANO Ejemplar, dice que hasta finales de 2016 afirmaba que había cielos despejados entre el 60 y 70 % de cada noche, pero a partir de entonces la situación cambió por condiciones climáticas, siendo ahora mayor la nubosidad.
La situación lumínica ha empeorado. No solo por el establecimiento de más negocios en el desierto (hoy hay mayor oferta hotelera y gastronómica), sino por puestos de comida con luces que se ponen en algunas actividades.
Y aunque hubo un compromiso de la ciudad de Neiva de controlar la inadecuada iluminación, no se cumplió y hoy el resplandor es mayor hacia el sur. “Basta comparar las fotos que tomé en 2008 de las nubes de Magallanes (dan al sur) y las actuales”.
En declaraciones a este medio en 2016, Pinzón reconoció la polución lumínica que amenaza desde Neiva.
Rúa Restrepo tiene hoy su propio observatorio, Astrosur.
Ubicación privilegiada
Por quedar cerca del ecuador, La Tatacoa ofrece la posibilidad de mirar hacia los dos hemisferios.
Estudiantes de la Nacional recuerdan que se pueden apreciar por ello las 88 constelaciones reconocidas.
La estudiante de Biología Andrea Portela, dice el comunicado, realiza el conteo de las constelaciones que se observan a simple vista durante diferentes horas de la noche. Y a partir de una carta celeste que divide la bóveda celeste en 30 campos determinados a partir de las distintas constelaciones, ella anota las estrellas que se pueden observar, con un promedio que equivale a 15 campos según la época del año.
Son alrededor de 4.000 que solo se seguirán viendo si se controla la creciente iluminación dentro del desierto, y Neiva se compromete a organizar la suya.
El cielo oscuro es básico.