Antioquia

¡Fascinante! En el Suroeste antioqueño hallaron un fósil que tendría entre 7 y 23 millones de años

Los vestigios de un árbol que existió hace millones de años podría entregar nueva información para entender la vida que habitó este territorio.

Periodista. Cubro temas de medio ambiente.

hace 2 horas

La geología antioqueña anda por estos días celebrando un hallazgo que tuvo una alta cuota de azar y de buen ojo entrenado en un oficio ajeno a esta disciplina.

En el Suroeste antioqueño, el geólogo Juan David Rodríguez encontró y rescató un tronco de madera petrificada que podría tener entre 7 millones y 23 millones de años. Es un hallazgo fascinante que estuvo a punto de no ocurrir, pues todo sucedió en medio de un trabajo de remoción de tierra con maquinaria amarilla, cuando Rodríguez advirtió un tronco inusual que estuvo a punto de ser destruido por la retroexcavadora hasta que él logró avisar que parara. Rodríguez, quien fue en otro tiempo carpintero, identificó rápidamente que no se trataba de una simple roca, que parecía madera y, en ese caso, que podía tratarse de un ejemplar maravilloso del cual podría extraer una vasta cantidad de información. Y así fue.

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El tronco resultó ser un xilópalo, madera fosilizada. Se trata de los vestigios de los árboles que habitaron el planeta hace millones de años y en el proceso de fosilización, su material orgánico fue lentamente reemplazado por minerales (la mayoría silicato y cuarzo). Estos trozos petrificados conservan restos y componentes de sus días como árboles, como las paredes celulares. Estas formaciones conservan incluso sus anillos de crecimiento y hasta tejidos.

El xilópalo encontrado pertenece a la Formación Amagá, una unidad geológica, un conjunto de rocas sedimentarias que data del Oligoceno, la última serie Paleógeno en la escala temporal geológica, que se extendió por once millones de años, desde aproximadamente 33,9 millones de años.

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La Formación Amagá concentra mucha de la paleofauna más antigua encontrada hasta ahora, la cual está conformada por graptolites y trilobites en metasedimentos del Paleozoico, al igual que por moluscos marinos y equinodermos que conforman las fosilíferas del período Cretácico que se halla en esta formación que se extiende por todo el flanco de la cordillera Occidental, en el suelo de municipios como Amagá, Fredonia, Venecia, Tarso, Salgar, entre otros. Allí se presume que existe un gran nicho de paleoflora (fósiles de antigua vida vegetal) y fósiles de vertebrados terrestres.

El xilópalo encontrado por Rodríguez, y recuperado del lugar con ayuda de tres colegas, tiene 90 centímetros de diámetro, pesa cerca de media tonelada y ahora será sometido a diversos estudios por parte de las universidades Francisco José de Caldas, la Universidad Nacional, la Universidad de Caldas, EAFIT y el Servicio Geológico Colombiano. Se espera que los resultados entreguen nuevas pistas sobre las características geológicas del país y también sobre los bosques y biodiversidad prehistórica que conformaron este territorio desde hace millones de años.

En Sudamérica, los hallazgos de xilópalos ha tenido enorme relevancia para la ciencia por lo que varios países han optado por proteger las áreas del hallazgo como con esquemas de conservación. En Brasil crearon un geoparque reconocido por la Unesco llamado Paleorrota, un sitio excepcional repleto de árboles petrificados. Ecuador tiene el bosque de Puyango, con una superficie de 2.658 hectáreas. Perú tiene el bosque de La Brea, con xilópalos que tienen entre 45 y 50 millones de años.

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En Colombia el valle de los Xilópalos, ubicado a 13 kilómetros de casco urbano de Villavieja, en el desierto de la Tatacoa, en Huila. Es un sendero donde se encuentran los restos de madera petrificada que le dan el valle un paisaje cargado de color grisáceo debido a su concentración de fósforo, sílice y capas de cenizas volcánicas, ya que era una zona de volcanes y de ríos torrentosos en la época del mioceno medio.

Esta zona es de interés científico mundial, pues hace parte de La Venta, hasta ahora el repositorio de fósiles del Mioceno más rico y en mejor estado de preservación de los trópicos, en todo el planeta, al punto de que se le honró oficialmente con su momento geológico distintivo, el “Laventense”.

La Venta tiene información indispensable para entender cómo era la vida del norte de Sudamérica en ese entonces. No hay otro lugar que se parezca a este en cuanto a su capacidad para ilustrar cómo fue ese momento, cómo era la fauna en la región antes de la oleada principal del Gran Intercambio Biótico Americano, cuando América del Sur era una isla gigante completamente separada e independiente del resto de las Américas, hasta que la colisión bloque Panamá-El Chocó unió al continente hace 13 millones de años causando la migración de fauna desde la región Neártica (América del Norte) y de la Neotropical (América del Sur). Los fósiles que se han encontrado en este bosque desértico y caluroso permiten entender que hace 13 millones de años este era un lugar totalmente diferente.

Un paisaje compuesto por pantanos, lagos someros, ríos, planicies de inundación, todos interconectados entre sí, cuando aún no existían los Andes, ni el río Magdalena, el Amazonas o el Orinoco. Un ecosistema llamado “Pebas”, aparentemente más de selva proto-amazónica que de otra cosa, donde convivía un alucinante número de especies totalmente distintas a las actuales. Existían fósiles de peces de agua dulce, incluyendo un género que era capaz de vivir bajo y sobre el agua porque tenía pulmones, hasta hermosas tortugas gigantes, una asombrosa variedad de especies de cocodrilos tanto terrestres –una absoluta rareza– como acuáticos, serpientes, armadillos, aves, crustáceos, gliptodontes, ungulados, marsupiales, roedores y más murciélagos y especies de monos del Nuevo Mundo que en cualquier región fósil de América del Sur.

Y así como en la Tatacoa se ha creado todo un esquema de investigación y protección de ese patrimonio geológico, también el Suroeste, con este nuevo hallazgo, se ratifica como una región de altísimo interés geológico, otro argumento más para respaldar el proceso de creación de geoparque que investigadores de la Universidad Nacional buscan hacer realidad ante la Unesco, para que el país tenga por fin el primero de este tipo con lugares con características geológicas únicas y raras, difíciles de hallar en otros lugares del planeta y que sean objeto de interés científico; que conserven belleza paisajística y que esa riqueza geológica esté estrechamente ligada con una enorme y demostrable huella social y cultural de cientos y quizás miles de años.

De hecho, varios investigadores han planteado que también existe una singularidad del Suroeste como huellas de ese Gran Intercambio Americano, materializadas en la riqueza que se halla en sus suelos.