Qué es el efecto ‘isla de calor’ que amenaza la salud de habitantes de 14 barrios en Medellín
Investigación revela que en estas zonas el calor puede ser 4 grados más alto que en el resto de Medellín.
Soy periodista porque es la forma que encontré para enseñarle a mi hija que todos los días hay historias que valen la pena escuchar y contar.
El calor no golpea de igual forma a todos los habitantes de Medellín. Si bien todos pueden acusar la incomodidad de padecer picos de temperatura como los de los últimos días que han superado los 30 grados centígrados, para miles de personas en la ciudad esa incomodidad se convierte en amenaza contra su vida y su salud.
Entre los riesgos que afronta Medellín por el cambio climático generalmente hay uno que pasa de agache: el efecto isla de calor. En resumen, explica Juan Sebastián Quintero, investigador en ciencias atmosféricas de la Universidad Nacional, se trata de un fenómeno térmico en el que ciertos factores, como la ubicación, el exceso de urbanización, la mala calidad de los materiales de las casas y los bajos niveles de cobertura vegetal determinan que en sectores específicos se generen unas “burbujas” en las que la temperatura es mayor al promedio en una misma ciudad.
Según los análisis de la Alcaldía, Medellín tiene 14 barrios en seis comunas con riesgo alto por consecuencias derivadas del efecto isla de calor. Los barrios Girardot, Francisco Antonio Zea, Alfonso López, Héctor Abad Gómez, la Toscana, Robledo, Castilla y Ferrini son algunos en cuyos residentes afrontan serios riesgos contra la salud que pueden ir desde problemas respiratorios, dermatológicos y deshidratación hasta aparición y agravamiento de enfermedades crónicas y el aumento en la mortalidad por golpes de calor.
En el barrio Castilla, por ejemplo, el panorama es crítico, pues según los estudios el 100% de su población está expuesto a los impactos de la isla de calor. En otros como Robledo y Ferrini, su habitabilidad en el futuro es incierta pues las estimaciones indican que hacia 2040 en estos sectores pasarán la mayor parte de sus días cada año soportando temperaturas superiores a 29 grados centígrados.
Juan Pablo Tamayo, líder comunitario de la comuna 7, advierte que la ciudad no ha dimensionado lo que enfrenta gran parte de la población. “Póngase a pensar en un niño, una madre cabeza de hogar o un adulto mayor que pasan casi la totalidad de sus días en sus casas, en sus barrios que padecen este problema. No tienen acceso a sistemas de ventilación ni aire acondicionado; tienen casi nulo acceso a espacio público de calidad y por las noches, cuando el calor que recogen el asfalto, los techos y paredes de material precario se asienta, sufren la inclemencia de esa temperatura y los impactos a la salud que padecen son invisibles para el sistema de salud”, relata.
Este punto que señala Tamayo evidencia lo que ya hace dos años advirtieron la academia y las organizaciones sociales y ambientales sobre el deficiente enfoque en justicia climática y salud pública que tenía el Plan de Acción Climática que presentó con bombos y platillos la administración de Daniel Quintero.
Por ejemplo, las organizaciones comunitarias reclaman que la nula ejecución de los programas de mejoramiento de vivienda en los barrios repercute directamente en que miles de habitantes sufran este y otros riesgos derivados del cambio climático. “Es que esto no es con carreta: es con cambio de techos, pinturas y materiales inadecuados en las viviendas, es con recuperación de cobertura vegetal, con una red de huertas en toda la ciudad, es quitando pavimento y recuperando prados y corredores verdes”, insiste Tamayo.
En varias de las estrategias fundamentales para combatir este fenómeno térmico la ciudad se raja bastante. Por ejemplo, en el tema de mejoramiento integral de barrios el avance de la actual administración fue del 0% en los primeros tres años. En otras cumple a medias. Por ejemplo, aunque este año la ciudad recibió una certificación de la ONU por su estrategia de arborización, la evidencia indica que en zonas críticas de la ciudad la falta de cobertura vegetal se traduce en mala calidad de vida.
Según el investigador Quintero, hay zonas con altos índices de absorción de radiación solar en asfalto como la avenida 33, Las Vegas o los corredores del metroplús donde decidieron reemplazar la cobertura vegetal eliminada con árboles y plantas ornamentales que no cumplen un servicio ecosistémico eficiente para reducir la temperatura ni capturar carbono. Eligieron, mejor dicho, lo bonito en vez de lo necesario. Los análisis indican que la temperatura de Medellín ha aumentado 0,36 grados por década. Ya no hay que mirar las escenas apocalípticas de Europa. La amenaza contra la vida por el aumento en la temperatura ya está en los barrios de la ciudad.