Medio Ambiente

En la COP30 la justicia climática se escribe en femenino: recicladoras y litigantes elevan la agenda de género

En el último día previsto de la COP30 en Belém, mientras las negociaciones se prolongan sin acuerdo definitivo, las voces de las mujeres irrumpen con fuerza para recordar que la crisis climática no golpea a todos por igual y que, sin igualdad de género, la justicia climática sigue incompleta.

hace 25 minutos

En el último día previsto de la COP30 en Belém, mientras las negociaciones se estiran hasta la tarde y las delegaciones buscan resolver diferencias que persisten desde el inicio de la semana, un mensaje emerge con más claridad que cualquier comunicado oficial: el cambio climático golpea con mayor fuerza a las mujeres. La afirmación atraviesa pasillos, salas de negociación y actos paralelos y resuena en distintos sectores de la sociedad civil que llegaron a Brasil para exigir que la justicia climática no se discuta sin hablar de igualdad de género.

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En el centro de esa conversación está el Plan de Acción de Género de Belém, un proyecto que reconoce explícitamente que la crisis climática profundiza desigualdades existentes y que las mujeres —como cuidadoras, como trabajadoras informales, como defensoras ambientales— enfrentan riesgos sociales, económicos y físicos desproporcionados. El plan propone medidas de financiación, formación y liderazgo, y plantea incorporaciones específicas en estrategias de transición justa, adaptación, mitigación y mecanismos de pérdidas y daños. La frase que más se escucha en la cumbre la resume una funcionaria de Onu Mujeres: “La justicia climática solo existe cuando también existe la igualdad de género”.

El mensaje no es retórico. Lo encarnan mujeres que han hecho del reciclaje, la incidencia social o el litigio herramientas para enfrentar la crisis. Una de ellas es Nanci Darcolete, recicladora desde 1999 en São Paulo y hoy asesora de incidencia política del Movimento de Pimpadores. Su voz ganó protagonismo en Belém al mostrar, con ejemplos concretos, cómo la gestión de residuos reduce emisiones y, al mismo tiempo, sostiene economías locales que históricamente han sido invisibles para los gobiernos.

Nanci dirige Pimp My Carroça, una organización que impulsa los derechos de los recicladores urbanos y promueve el reconocimiento de su labor en la reducción de gases contaminantes. Según ella, los recolectores demostraron en esta COP que su trabajo es esencial para aliviar la presión sobre los recursos naturales. “Ahora vemos lo importante que es que los recolectores de residuos también trabajen en el compostaje de residuos orgánicos”, explica. “Eso va a ahorrar dinero a los municipios, proporcionar ingresos a los recolectores de residuos y capturar toneladas y toneladas de gases”.

El protagonismo de las recicladoras es, además, una muestra de la realidad brasileña. En la mayoría de las cooperativas, las mujeres lideran procesos, administran redes y sostienen el vínculo con los barrios. Sin embargo, enfrentan racismo, violencia de género y precariedad en su trabajo diario, desafíos que se agravan con las temperaturas extremas y las inundaciones que afectan a los sectores de bajos ingresos. Por eso, Nanci insiste en que la agenda de adaptación de la COP30 debe reconocerlas como “agentes de transformación” y garantizar mejores condiciones logísticas, puntos de hidratación y contratos remunerados.

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A miles de kilómetros de Belém, otra mujer utiliza una estrategia distinta para impulsar cambios estructurales. Mariana Gomes, abogada portuguesa de 24 años, lidera Último Recurso, el grupo responsable del primer caso de litigio climático de Portugal y hoy a cargo de más de 170 demandas. Cree que la ley puede convertir promesas políticas en compromisos vinculantes, sobre todo después del reciente dictamen de la Corte Internacional de Justicia que obliga a los Estados a actuar para mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 °C. “Creo que en el futuro veremos muchas demandas contra los Estados», afirma, «especialmente contra aquellos que deben aumentar su ambición”.

Para Mariana, los litigios aparte de frenar proyectos extractivos o exigir reducciones de emisiones, pueden abrir puertas a financiamiento e indemnizaciones para comunidades afectadas, incluyendo protección específica para mujeres expuestas a sequías, inundaciones, desplazamientos o violencia de género. Su trabajo, dice, parte de la convicción de que toda persona tiene derecho a un medio ambiente limpio, saludable y a un clima estable. En Portugal impulsa planes de acción municipales para fortalecer la preparación frente a desastres, y sostiene que la adaptación debe incorporar la perspectiva de género de forma explícita.

Lo cierto es que en una COP marcada por desacuerdos, plazos al límite y largas jornadas de negociación, la agenda de género ha logrado destacarse sin confrontar el proceso oficial. Más bien, lo complementa: recuerda que la transición energética, la adaptación y la gobernanza climática no pueden avanzar sin incluir a quienes viven las consecuencias más duras de la crisis.