Qué me funcionó

La argentina que creó una startup y comenzó haciendo préstamos desde $50.000

Marcela Bidart, fundadora de Quipu, es la invitada a esta nueva entrega de ¿Qué me funcionó?, la serie creada por EL COLOMBIANO y Ruta N.

hace 15 minutos

De tanto ver durante su infancia el sufrimiento de sus padres al buscar financiamiento para su empresa, una pyme en Buenos Aires, Argentina, Marcela Bidart quedó con la inquietud por entender el motivo que impedía que personas “camelladoras”, como ellos, accedieran a un crédito para hacer crecer sus ideas de negocio.

Esta fue la semilla que le dio origen a Quipu, una empresa que se presenta a sí misma como aquella que sí le presta a la gente camelladora, sin necesitar historial crediticio y con requisitos flexibles. Esta es la historia de esta startup, invitada a ¿Qué me funcionó?

¿Cómo llegaste a la idea?

“Mi historia arranca en Argentina, donde nací y me crié. Mis padres tienen una pyme de cortinas, entonces crecí viendo las dificultades de tener un pequeño negocio en Latinoamérica. Sin embargo, decidí que no me dedicaría al negocio de la familia y estudié Ciencia Política (...) Entré a la organización Techo y me vinculé con el programa de microfinanzas. Allí entendí que los pequeños negocios, que por lo general existen en barrios populares o asentamientos informales, no tenían acceso a financiamiento y que era difícil generar riqueza desde esos espacios. Y así me obsesioné con el tema”

¿Y qué pasó luego?

“Me fui a hacer una maestría en Ciudades en MIT, en Boston (EE.UU.), gracias a una beca, y pensé que me iba a dedicar a políticas de ciudad, pero cuando llegué allá conocí cómo podíamos usar la tecnología para crear soluciones que rompieran los límites geográficos. En esas, conocí a la Fundación Santo Domingo de Barranquilla, les conté la idea de crear un marketplace en el que los negocios pudieran vender y darse a conocer en sus barrios. Me propusieron ir a Barranquilla y hacer una investigación para mi tesis de la maestría. Fui en 2018, trabajé con mujeres emprendedoras en barrios de interés social, y allí surgió la idea de Quipu”.

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¿Y cómo les fue?

“La idea fue un marketplace en el que los emprendedores subían sus productos y en vez de ir a venderlos a una gran superficie, se daba un intercambio en ese mismo lugar por medio de una moneda local. Ese piloto tomó tracción y el primer día de lanzar la plataforma tuvimos 400 negocios que se inscribieron, subieron lo que vendían, mandaban fotos de lo que tenían y recibían puntos Quipu. Pero nuestra ambición era más grande: no queríamos ser una fundación, sino una empresa con impacto social y escalable más allá del barrio. Vimos que lo que los negocios necesitaban era capital, pero nadie les prestaba, salvo el ‘gota a gota’. Así fue como vimos que la información que estábamos recogiendo nos serviría para entender si estos negocios eran aptos para crédito y buscamos alternativas para comprender su riesgo mediante fotos”.

¿Cómo así que mediante fotos?, ¿cómo era eso?

“Nos especializamos en usar información no financiera. Atendíamos personas sin suficiente historial crediticio o que utilizan billeteras digitales, pero no realizan tantas transacciones. Entendimos que la falta de capital era por una falta de datos, y que ese era el problema que debíamos solucionar”.

¿Qué hace entonces Quipu?

“Somos una fintech que de muestra que se puede colocar capital de manera rentable en este segmento rechazado por la industria, usando datos completamente distintos. El usuario envía videos y fotos de su negocio, iguales a los que subía en el marketplace piloto en Barranquilla (y que ya no existe), aplican en la plataforma y en segundos saben si su solicitud está aprobada”.

¿Y cómo accedieron al capital?

“Justo antes del Covid ganamos una convocatoria del BID Lab, con un capital semilla para desarrollar el proyecto. El primer año estuvimos haciendo pruebas fallidas, hasta que vimos que teníamos algo muy valioso: la data que estábamos recolectando. Intentamos que una microfinanciera pusiera el dinero, pero no creían en lo que hacíamos. Entonces, usamos la plata que nos ganamos para dar créditos desde $50.000. Ahí nos dimos cuenta que si al final del camino facilitamos el acceso al dinero, la gente nos daba más información de su día a día, subían más fotos de sus productos, cargaban lo que vendían, les contaban a otras personas para que ingresaran también a la plataforma, y así...

¿Y cómo llegaron a Medellín?

Nos ganamos una convocatoria de Ruta N, en la que financiaban alianzas entre el sector privado y las startups con énfasis social. Nosotros habíamos hecho una con Comfama para probar la tecnología nuestra en unos barrios de Rionegro. Y luego, la tecnología no tuvo límites y ya

estamos en todos los departamentos de Colombia”

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