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La belleza encarcelada del barrio Prado de Medellín

En el presente del barrio, patrimonial para la ciudad, confluyen expertos, antiguos propietarios y residentes actuales, que buscan la manera de que se conserve lo que queda.

  • La grandeza y variedad en la arquitectura de algunas propiedades construidas hace más de 60 años en Prado se aprecia tras las rejas instaladas más recientemente. FOTOs donaldo zuluaga
    La grandeza y variedad en la arquitectura de algunas propiedades construidas hace más de 60 años en Prado se aprecia tras las rejas instaladas más recientemente. FOTOs donaldo zuluaga
  • La belleza encarcelada del barrio Prado de Medellín
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20 de septiembre de 2015
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No es la primera vez que se escribe esta historia, la del barrio Prado de Medellín. Y sin embargo, cada vez que se revuelven las palabras para volverla a contar, el deterioro ha alcanzado otras paredes, otras piedras pulidas, otros recuerdos que para algunos eran tesoros.

La nostalgia se asoma a veces por los grandes ventanales, habita las casas de mediados del siglo XX. Caminar hoy por las calles de Prado es recorrer una especie de zoológico silente de ojos tristes de pájaros prehistóricos contenidos en sus jaulas.

Lo que queda tiene la fuerza de llamar la mirada desde los detalles recargados detrás de las rejas, construidas por el miedo, porque la delincuencia se percibe como otra forma del deterioro para lo valioso. Aunque se opaca, no se borra del todo la grandeza que persiste en mansiones de una belleza inigualable, de espacios que hablan de un pasado de esplendor.

Lo más valioso de Prado

“Prado nunca ha merecido la atención de las últimas administraciones”, lamenta el urbanista Luis Fernando Arbeláez. Subraya que es el único patrimonio urbano en Medellín que evoca la ciudad los años 40.

“El barrio Prado no se puede matricular en un estilo, porque no lo tiene. Son estilos libres que toman algo de la arquitectura colonial, o elementos clásicos”, aclara Arbeláez, para quien la decadencia del barrio inició con la construcción de la avenida Oriental, que aisló el sector de su centralidad, que era el Parque de Bolívar.

Desde su disciplina, anota que la iluminación debe ser un aspecto decisivo para mantener el barrio, para destacar la arquitectura y brindar seguridad en el ambiente de la noche.

De todo el barrio, el experto destaca las casas ubicadas en un tramo de la carrera Palacé cerca de la iglesia del Espíritu Santo. “Lo más notable es el trabajo en hierro, un trabajo muy bonito que hay que valorar ”, sostiene.

Entre las casonas señala la “Casa de Alcaldes”, que durante la Administración de Juan Gómez Martínez se destinó a acoger al primer mandatario.

Durante su alcaldía, Sergio Fajardo residió en esa casa que se asemeja a un palacio (2004-2007), aunque los mandatarios locales siguientes no mantuvieron ese uso.

“Cuando yo estaba de alcalde y había personas que se reunían conmigo, los invitaba para que fueran a la casa de Medellín —que no era la casa mía sino la casa de la ciudad— y era un sitio muy lindo, acogedor, amplio, con buena luz. Allí, se respiraba algo delicioso”, anota el hoy Gobernador de Antioquia, que en ese tiempo tuvo como vecino al arzobispo de Medellín, monseñor Alberto Giraldo Jaramillo.

Una casa que es un barco

En la esquina de la carrera 50 Palacé con la calle 62, la casa donde funciona la Asociación Médica Sindical Colombiana Seccional Antioquia (Asmedas), alude a un barco de vapor como los que navegaban el Magdalena para 1900.

Según Germán Reyes Forero, presidente de Asmedas, fue construida en 1949 por encargo de Jacobo Cohen, un judío que quiso tener allí el hogar para su familia, una especie de refugio después de la guerra. El edificio tiene cuatro habitaciones en la primera planta, además de una sala al pie de la escalera y un gran comedor que da al jardín, también un bar, zona de ropas, dos patios y la cocina, equipada con montacargas para servir al segundo piso y la terraza. Otras tres habitaciones con dos baños están en el segundo piso, un estudio, un gran balcón aparte de la habitación principal, hoy usada como auditorio y con un baño más amplio que algunos apartaestudios de la actualidad.

En el tercer piso hay dos habitaciones, al parecer destinadas a la servidumbre, y en la terraza está la piscina, hoy inutilizada.

Todo eso, a grandes rasgos, dejando de recorrer en la memoria algunos espacios. Por si fuera poco, en el sótano caben tres carros que tienen acceso directo desde la calle y en el pasado había dos salidas ocultas, pasos subterráneos para abandonar la casa por las vías adyacentes si era necesario.

El piso de colores, de granito pulido, con incrustaciones de bronce que copian elementos del mar, semeja el movimiento de las olas. Entre las numerosas ventanas, algunas tienen la forma de escotillas.

“Cuando se dañan las cosas es muy difícil conseguirlas”, anota Reyes. La tapa rota del tanque de un sanitario se conserva remendada y hace poco, cuando hubo que cambiar las tuberías antiguas, fue necesario hacerlo a través de las paredes para no dañar los pisos.

Un barrio de élites

El barrio Prado se desarrolló como sitio para las élites de las primeras décadas del siglo XX. Y se construyó con expresiones diversas en arquitectura importadas de Europa, complementadas en lo doméstico con trabajos artesanales destacados, mezclando a veces lo auténtico y la copia.

La historia habla de Ricardo Olano Estrada como uno de los principales promotores de su urbanización, influenciada por la visión del barrio Prado de Barranquilla, construido por inmigrantes europeos a partir de la prosperidad que trajo la actividad comercial en el puerto.

Como foco de los diseños más pretensiosos y objeto de planeación urbana, terminó por ser un sector emblemático, aunque con el paso del tiempo y la mirada de las clases más pudientes en otros sectores, hoy simboliza el pasado de una ciudad acostumbrada a borrarse a sí misma.

Apartado el barrio cada vez más de su vocación residencial, muchas de las grandes casonas hoy son sedes de entidades de salud, inquilinatos, organizaciones no gubernamentales, espacios para el arte o anticuarios. Y entre todo eso, se conservan algunas casas familiares, cada vez más escasas por lo difícil que puede ser mantener propiedades semejantes.

Por apego, nostalgia, líos de sucesión, o simplemente porque no hay ofertas atractivas, hay familias que se resisten a irse de Prado. Y sin embargo cada vez gana espacio la ruina cuando no abundan los recursos para el mantenimiento y la restauración.

Rechazo a “la cárcel”

Prado parece morir entre rejas. Y un encierro particular que rechazan por estos días los habitantes es el Centro de Protección a la Vida (Cepav), institución instalada en enero de este año para atender a personas en situación de calle. Según la Administración Municipal, allí reciben atención médica, sicológica y social. Sin embargo los vecinos llaman “La Cárcel” a este sitio donde son conducidas personas que consumen estupefacientes, permanecen en estado de alicoramiento o hacen sus necesidades fisiológicas en la calle.

En medio de una marcha de protesta, el pasado viernes, el concejal Luis Bernardo Vélez pidió el cierre del centro. Denunció que allí se violan los derechos humanos, hay hacinamiento, problemas de salubridad, maltrato físico, mala alimentación y excesos de la fuerza pública.

“Preocupa que este año se hayan registrado varios intentos de suicidio dentro del Cepav de Prado”, aseguró.

Mientras el concejal Vélez pide que se cierre el Cepav, la Alcaldía ha manifestado su intención de trasladarlo al sector de Barrio Triste.

Un brindis

La familia de Camilo Restrepo, emparentada con el escritor Tomás Carrasquilla, es una de las que persisten en vivir en una casona de Prado, la que ocupan desde hace 57 años.

Camilo es bisnieto de Isabel Carrasquilla, hermana del reconocido escritor antioqueño. Todavía habita la casa junto con uno de sus hermanos y sus padres Julio Restrepo y Ángela Restrepo, de 94 y 90 años. En el pasado vivió allí la pareja con sus seis hijos, ama de llaves y las empleadas encargadas del aseo y la cocina.

“Hoy hay que arreglar la casa por partes, porque lo hace una sola persona que viene de lunes a viernes de 8:00 de la mañana a 5:00 de la tarde”, cuenta Camilo. Con las dificultades de mantener una propiedad así, recuerda que hace algunos años, ante una frustrada venta de la propiedad, encontró a sus papás brindando.

“¿Cuál es la fiesta]?”, preguntó entonces. “Celebramos que la casa no se vende y que aquí nos vamos a morir”.

266
casas de Prado han sido declaradas como bienes inmuebles de interés cultural.
1973
fue el año en que inició la construcción de la avenida Oriental que separó al barrio.
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