Los esfuerzos por salvar las quebradas del Valle de Aburrá no paran: a los proyectos y programas que lideran las alcaldías, se suma el del Área Metropolitana que, en alianza con el Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia -CTA-, trabaja hace más de un año en la recuperación de 19 de los 100 afluentes que desembocan al río Medellín.
Pero son cauces contaminados. En su recorrido les caen las aguas negras que salen de las viviendas que no están conectadas a sistemas de alcantarillado; los vecinos les arrojan basuras y hasta electrodomésticos viejos. Muchas arrastran colchones, neveras o escaparates. Por eso, la primera etapa del convenio se enfocó en empoderar a las comunidades sobre la importancia de cuidarlas.
Al decir de Catalina Herrera, coordinadora del Plan por el CTA, el problema de las quebradas es tan grave, que a veces pareciera que ningún esfuerzo es suficiente, pero por esto mismo, cada pequeña cosa que se haga vale oro.
“Algo tan simple como que la gente conozca la quebrada que atraviesa su barrio o que cruza frente a su casa, ya es un avance, porque uno solo cuida lo que conoce”, señala la académica y dirigente gremial.
En todo el Valle
El convenio abarca microcuencas priorizadas y ubicadas en los 10 municipios. La lista incluye a La López, en Barbosa; El Salado, en Girardota; Piedras Blancas, en Copacabana; La García y El Hato, en Bello; La Madera, en Medellín y Bello; La Iguaná, La Malpaso, La Honda, Altavista, Santa Elena y La Picacha, en Medellín; Doña María, en Medellín, Itagüí y La Estrella; La Ayurá, en Envigado; La Grande y La Bermejala, en La Estrella; La Miel, La Valeria, en Caldas; y La Doctora, en Sabaneta.
Fueron seleccionadas en coordinación con las alcaldías y las comunidades, teniendo en cuenta la importancia de las mismas y su impacto en los territorios. Algunas, incluso, cruzan varios municipios, como la Madera, que atraviesa zonas de Medellín y Bello; o la Doña María, con influencia en Medellín, Itagüí y La Estrella.
Esta última, por ejemplo, muestra signos de recuperación, como el enfermo que renace, pues en el pasado sufrió desbordamientos que causaron desastres y hoy es una aliada de las comunidades.
Así lo reconoce Juan David Rincón, habitante del barrio Santa María, de Itagüí, quien habita a pocos metros del cauce y siente que ya su vivienda o su cuadra (la calle 67 con la carrera 52) no sufren riesgo: “antes olía muy maluco, pero ya no se siente, y está bien arborizada y nos refresca”, comenta. Si bien el acceso a ella está restringido por una malla, no faltan quienes aún le arrojan basura, escombros y otros desechos. La tarea consiste en que las comunidades no lo hagan y quienes observen a sus vecinos haciéndolo, no lo permitan y mejor los eduquen en su cuidado.
“Este plan es modelo por la capacidad de articular actores del territorio en un esfuerzo sinérgico para la gestión integral del recurso hídrico, para que la ciudadanía, las organizaciones sociales, la academia, las empresas y la institucionalidad pública y privada se apropien de la responsabilidad de proteger y cuidar de este recurso”, expresa Eugenio Prieto Soto, director del Área Metropolitana (Amva).
Un gran avance del proyecto es que de cada quebrada hay un diagnóstico completo de su situación. Las intervenciones se hacen en tres líneas: Saneamiento; Protección, conservación y reforestación; y Educación ambiental
Joselino Jurado, líder cívico-ambiental, pide que el Plan permanezca, “que vaya más allá de los planes de desarrollo municipal, sería muy triste perder todo lo que se ha avanzado”, agrega.