A 33 localidades antioqueñas, incluida Medellín, llegó el Pago por Servicios Ambientales -PSA- a través de BanCO2, un programa que busca la protección de las fuentes hídricas y la conservación de los bosques y los páramos para garantizar el abastecimiento de agua, con los campesinos como aliados y beneficiarios del proyecto.
En una alianza entre la Gobernación, Corantioquia y el Área Metropolitana, se acaba de iniciar una fase que incluye a 1.946 familias, las cuales recibirán un incentivo por cuidar sus predios y ejercer buenas prácticas ambientales en sus actividades agrícolas y ganaderas, buscando reducir, al máximo, los impactos sobre la principal riqueza natural, que es el agua.
La ventaja de proteger los bosques y el ecosistema a través de BanCO2 es que se cuenta con los habitantes de los territorios, lo que facilita una labor que para las autoridades ambientales sería muy compleja, porque estas no tienen ni los recursos ni el personal para monitorear territorios tan extensos y lejanos de manera constante.
“Lo primero que se hace es identificar el área a proteger, con énfasis orientado a ecosistemas estratégicos, si son bosques, páramos o zonas con carga acuífera (de agua), como humedales y ciénagas; este ejercicio lo hacen técnicos de la autoridad ambiental”, explica Juan David Ramírez, subdirector de Gestión Ambiental de Corantioquia.
El paso siguiente consiste en visitar a las familias residentes en el territorio y hacer una caracterización, con lo que se busca beneficiar a las más necesitadas para mejorar su calidad de vida, y ellas quedan con el compromiso de trabajar en la protección de los ecosistemas estratégicos.
Las familias seleccionadas reciben una remuneración económica que va entre los $40.000 y los $150.000 por hectárea. El máximo pago, al mes, es de $341.000.
Diana Carolina Uribe, encargada del BanCO2 y del Sistema Departamental de Áreas Protegidas de la Secretaría del Medio Ambiente de la Gobernación, indica que para definir los pagos se hace un análisis del costo/oportunidad de la tierra, pues no es lo mismo proteger una hectárea productora de leche que una de café.
“Con las familias se firma un acuerdo de conservación, ellas asumen un compromiso y la idea es que se queden en sus territorios y no se vengan a las ciudades”, subraya Diana.