<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
x
language COL arrow_drop_down

Relatos de un turno que no tiene fin en las salas UCI de Antioquia

Relato de cómo fue el último mes, en el peor momento de la pandemia, en la voz de un médico intensivista.

  • La disminución progresiva de contagios abre una luz de esperanza para que la presión hospitalaria baje. FOTO esteban vanegas
    La disminución progresiva de contagios abre una luz de esperanza para que la presión hospitalaria baje. FOTO esteban vanegas
11 de mayo de 2021
bookmark

Hay un pasaje en La Peste, el libro de Albert Camus, que resume los días del personal de la salud en estos tiempos. El médico Riux le dice a su amigo Tarrou que su batalla consiste en luchar con todas sus fuerzas, todos los días, contra la muerte. Tarrou le responde: “Pero las victorias de usted siempre serán provisionales, eso es todo”. Riux le refuta: “Siempre, ya lo sé. Pero eso no es una razón para dejar de luchar”. Entonces, Tarrou concluye: “No, no es una razón, pero me imagino, entonces, lo que debe ser esta peste para usted”.

Victorias provisionales, derrotas constantes. Ese ha sido el panorama de los intensivistas que desde hace 14 meses combaten la nueva peste, aunque este tercer pico, que colapsó el sistema de salud en Antioquia durante abril y mantiene ocupación UCI del 98 %, prolongó una larga noche en la que todavía no amanece.

En la voz de Alejandro Urrego Jaramillo, vocero y uno de los creadores del Grupo Intensivistas de Antioquia, conocimos parte de esa batalla diaria contra la muerte.

“El personal médico y paramédico está tremendamente fatigado y golpeado porque pareciera que todos los esfuerzos realizados no les importaran a las personas. Esa es la única esperanza, que la gente se porte bien para mitigar la pandemia”, comienza.

Dice que cuando se liberaron las restricciones en septiembre pasado se normalizó la cotidianidad y se olvidó el alto contagio del virus. “Esas medidas coercitivas mostraron su utilidad al principio y se dejó al libre albedrío de cada ciudadano. Lastimosamente perdimos el rumbo y lo que nos tiene a punto de perder el año con cifras escalofriantes, con riesgo de escasez de oxígeno”, añade.

No alcanzan las horas

Urrego relata que en el último mes no ha habido horario y que muchas veces se encadenan turnos de 24 y 36 horas, apenas separados por horas para dormir. Pero el sueño no es recuperatorio porque siempre está disponible para resolver dudas de los médicos que no son intensivistas con el fin de tratar de atender la mayor cantidad de pacientes posible en los servicios de urgencias, en los quirófanos, en las salas de hospitalización, en cuidados intensivos o donde toque. En cualquier frente se luchan esas victorias provisionales.

“No sé que es un tiempo de descanso. Solo queda espacio para dormir, comer y compartir unos minutos con la familia. Mi esposa y mis hijas me escriben mensajes motivacionales y entienden los silencios prolongados porque nosotros llevamos cargas emotivas muy bravas que no se quitan con agua y jabón, historias muy duras de las que uno prefiere no hablar para no contaminar el ambiente con esa energía. No veo una tregua rápida, un tiempo cercano para sacar una semana de vacaciones”, explica.

Urrego cuenta que el primer pico (agosto de 2020), fue complejo en lo anímico porque se morían los pacientes de una forma nunca antes vista a pesar del mejor manejo posible que pudieran dar.

Significó un primer reto logístico porque era prioritario atender tres o cuatro veces la cantidad de pacientes habitual. En la segunda ola (enero de 2021) había mayor preparación emocional pero predominaba la cantidad desbordada de pacientes.

Este tercer pico registró los récords de muertos diarios (146 fallecidos el 19 de abril, y 2.697 durante los 30 días de ese mes), de ocupación UCI (98,77 % el 2 de mayo) y de número de casos diarios (4.371 el 10 de abril).

En la primera semana de mayo la tasa de reproducción efectiva del virus (que mide cuántas personas pueden contagiarse a partir de un caso) estaba en 2,2 en Medellín, lo que equivale a que una persona infectada está contagiando a dos, esas dos a cuatro y así sucesivamente.

Este indicador está relacionado, según las autoridades médicas locales, con la alerta emitida por la Gobernación de Antioquia que advirtió la presencia de las variantes provenientes de Reino Unido (B.1.1.7) y Brasil (P1).

En esta ola, sostiene Alejandro, el personal tiene mayor experiencia en el manejo clínico pero hay desabastecimiento de equipos, insumos y de talento humano.

Además, el impacto al personal que combate en primera línea ha sido como una paliza.

Un estudio sobre los efectos en la salud mental de los trabajadores de la salud, publicado en diciembre pasado en el Centro de Estados Unidos para la Información Biotecnológica, determinó mayor prevalencia de problemas específicos en el personal que atiende en primera línea a pacientes covid-19 (fase de emergencia o posteriores), con posibilidades de sufrir estrés agudo, ansiedad, agotamiento, depresión o estrés postraumático.

En un comentario a este estudio publicado en el portal TheConversation.com, la doctora en psicología clínica, Alba Pérez González, precisa que el impacto se explica por la sobrecarga asistencial, tanto cuantitativa (colapso de las UCI y de la red hospitalaria), como cualitativa (falta de preparación y formación para una situación extrema como la que estamos viviendo).

En relación con la segunda, dice Pérez, algunos profesionales (medicina, enfermería, auxiliares, etc.) han tenido que abordar un cambio de paradigma respecto a la salud y la enfermedad. “La mayor parte de su experiencia profesional se había centrado en intervenciones orientadas a salvar vidas y la curación, y no en abordar una pérdida tras otra. Ello genera, en ocasiones, sentimientos de ineficacia profesional y falta de preparación emocional”, anota.

Alejandro lo confirma: “Muchos han tirado la toalla, se han retirado porque quedan muy golpeados anímicamente al ver morir tanta gente, muchos menores de 40 años, tener que tomar decisiones sobre a quién se le da primero la cama y entender que a pesar de todo el arsenal terapéutico que tenemos no es suficiente y las personas no responden a ese manejo”.

Por eso, anota, uno de sus desafíos iniciales fue trabajar en el autoperdón porque sabía que llegarían momentos en los que el esfuerzo no sería suficiente para salvar vidas.

Quiebre

Urrego cuenta que los momentos más críticos han corrido por cuenta de muertes de colegas o de estirpes completas. Le tocó de cerca el caso de siete personas de un mismo grupo familiar que murieron por coronavirus. Pero los retos son tanto adentro como afuera, con el acompañamiento a las familias de los pacientes que esperan una cama UCI.

Durante la declaratoria de la alerta roja hospitalaria que rige actualmente, el Centro Regulador de Urgencias y Emergencias de Antioquia es el encargado de mantener el control de la oferta y disponibilidad de unidades de cuidado intensivo e intermedio de las IPS públicas y privadas.

Erróneamente se ha afirmado que la vida de las personas queda en manos del personal de la salud, por lo que doctores, enfermeros, auxiliares y demás han sido víctimas de discriminación, inculpación y hasta agresiones.

“Les hablamos a las familias, resolvemos dudas, no es que no los vamos a atender sino que hay alguien más con prioridad, y tan pronto tengamos disponibilidad acá o en otra región, se trasladará según su condición clínica. La mejor forma es acompañarlos y nunca abandonarlos, ni al paciente ni a su familia que se siente impotente”, dice, aunque no niega haber recibido agresiones e intimidaciones.

Aún, con este panorama a cuestas, no se ve un punto de inflexión cercano en el que se aplane un poco el día a día.

Admite que cuando bajan los contagios, el personal aprovecha para entrenar el nuevo talento humano, analizar la implementación de protocolos y estudiar en retrospectiva qué se puede mejorar.

Y acepta que la maratón que están corriendo desde hace 14 meses no parará porque cuando descienda la atención UCI en Antioquia es probable que suba en otras ciudades y están llamados a apoyarlas, tal como sucedió con el departamento.

¿A qué se aferra durante los momentos más difíciles?

“Este es un apostolado. Me aferro a la fe, a la familia y al equipo de trabajo. He visto en esta pandemia a académicos, científicos y autoridades derrumbarse emocionalmente. Esto no es nada sencillo. Abogar a lo que cada uno creía antes. Si como líder me derrumbo, probablemente lo haga donde nadie me vea, limpiarme las lágrimas y salir a inspirar a los otros”.

¿Qué mensaje les envía a los que lean esta nota?

“Convicción, hacer las cosas bien sin tener un ente policivo encima, es la clave para salir adelante. Entender que todas las acciones pequeñas cuentan y que las mismas recomendaciones de autocuidado siguen vigentes.

Que no pasemos a la historia por ser la generación a la que se le pidió que no hiciera nada y ni siquiera eso hizo bien. Los médicos hacemos lo humanamente posible para salvar vidas pero no somos dioses, también nos cansamos, tenemos malos días y nuestras familias sufren nuestra ausencia.

Que no se les olvide, independiente de cuando termine todo lo que vivimos, quién estuvo al frente de la pandemia y los costos incalculables que pagamos por esto, que enaltezcan la dignidad médica, los sacrificios y la gente que lo está entregando todo, inclusive pagando esto a expensas de su salud mental, su felicidad y sus propias vidas”

98,1%
era la ocupación de las UCI en Antioquia anoche, según la Seccional de Salud.

Te puede interesar

El empleo que busca está a un clic

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD