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Conozca la vida en Horizontes, el poblado que cuelga de las nubes

En este corregimiento de Sopetrán los niños son novedad; los apellidos, la nomenclatura y opera el trueque.

  • Horizontes pertenece al municipio de Sopetrán y está a 31 kilómetros de distancia, por eso, el casco urbano más cercano es el del municipio de Belmira, a 11 kilómetros. FOTO camilo suárez
    Horizontes pertenece al municipio de Sopetrán y está a 31 kilómetros de distancia, por eso, el casco urbano más cercano es el del municipio de Belmira, a 11 kilómetros. FOTO camilo suárez
  • La mayor parte del día la vida transcurre en calma y por las calles son más visibles los viejos que los niños y jóvenes. FOTO camilo suárez
    La mayor parte del día la vida transcurre en calma y por las calles son más visibles los viejos que los niños y jóvenes. FOTO camilo suárez
26 de julio de 2021
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Encaramado en una montaña de la cordillera central, a más de 2.400 metros de altura, está Horizontes, un corregimiento del municipio de Sopetrán desde donde se divisan 13 municipios y centros poblados, habitan cerca de 150 personas en 123 casas y donde la última embarazada fue Luz Edilma Henao, cuyo niño Miguel Ángel tiene tres años y es el menor de un lugar en el que no hay bebés y las casas no tienen nomenclatura sino los nombres de las familias. Lo llaman ‘pedacito de cielo’.

“Le decimos así por lo alto que está, por la vista tan espectacular y porque hay momentos del día en los que no ves nada, quedás como envuelto en una nube sin sentir el entorno”, dice Marta Cecilia Giraldo, que trabaja en una posada llamada El Balcón de Occidente, desde donde se observan el esplendor de las montañas, el río Cauca que serpentea ancho y majestuoso por el valle y, a veces, las nubes más abajo de la mirada, como desde un avión.

Pero lo descrito hasta acá se queda corto frente a otras peculiaridades de este singular poblado, a unas tres horas de Medellín, tomando la ruta a San Pedro de los Milagros.

Horizontes está habitado por personas en su mayoría adultas que se ven a cuentagotas en pequeñas tiendas y en el parque, allí los niños y jóvenes se cuentan con los dedos. En la I.E. Horizontes hay 17 alumnos: en sexto, dos; en séptimo, cinco; en octavo, dos; en noveno, tres; y en décimo, cinco; y “hay un alumno que hace mes y medio no viene y por eso no podemos decir que hay 18. En once no hay estudiantes”, cuenta Duván Arley Acevedo, quien junto a Jaqueline Medina Hoyos conforman el único cuerpo de profesores al que le toca mezclar alumnos de todos los grados. Esto, dice la maestra, hace parte del modelo para las comunidades rurales, en el que a los educadores les toca saber de todas las áreas porque deben enseñar todas las materias y a todos los grados.

En primaria y preprimaria la situación es igual. Andrea Velásquez es la única maestra para estos grados, quien enseña en la sede alterna de la I.E. Horizontes, una escuela rural a la que le sobran tres aulas, pues todas las clases de todos los grados se dictan en un mismo salón.

“La modalidad permite que en áreas afines estén juntos, porque solo hay una maestra”, explica la profesora, que tiene tres estudiantes en transición, cinco en segundo, tres en tercero, tres en cuarto y tres en quinto; en primero, ninguno. El más pequeño es Emiliano Zapata, un niño de cinco años.

La rareza de un embarazo

En Horizontes, poblado de mil colores y exuberante naturaleza y paisajes, que parece colgado de una nube, pudimos establecer que en los últimos cinco años en el casco urbano solo ha habido dos embarazadas entre sus habitantes frecuentes: Nydia Zapata Henao, de 25 años, quien hace cinco tuvo a Guadalupe Mesa Zapata; y su madre Edilma Henao, de quien nació Miguel Marín Henao, a quien le dicen ‘El Mono’ y todo el pueblo lo carga.

“Cuando mi mamá quedó embarazada se asustó, porque ya tenía 47 años, pero fue más el miedo porque todo salió bien y usted ve lo sano que está el niño y tan avispado”, dice Nydia, mientras ‘El Mono’ la mira con gestos de timidez.

Edilma no se refiere al tema, pero Nydia habla por las dos: “El ser las últimas que tuvimos bebés aquí nos da orgullo y hay personas que nos dicen que tan bueno que trajimos niños a un pueblo donde la mayoría son adultos”.

En realidad, en Horizontes hace muchos años no nacen bebés, pues no hay hospital y el centro de salud está cerrado. Las embarazadas se van a tener sus hijos a Belmira, Santa Fe de Antioquia o Medellín. Sopetrán es la última opción debido a lo lejos que queda del poblado.

El registrador departamental dice que no puede dar declaraciones a la prensa, pero al menos explica que en los registros civiles no quedan los nombres de los corregimientos sino de la municipalidad donde nacen los niños. La dirección donde viven las mamás queda en un registro interno sistematizado. Es decir, en Horizontes, lo único confirmado es que niños menores a Miguel no hay en la actualidad, aunque en el pueblo dicen que hay dos de las suyas embarazadas. Los jóvenes, valga decir, terminan secundaria y se van a seguir sus estudios a otros lugares, la mayoría a Medellín.

Relatos de los mayores

Según Adrián Vahos, nacido en Horizontes y director de una empresa llamada Turantioquia, el corregimiento surgió como un lugar de paso que les permitía a los cargadores de oro descansar con sus mulas en las épocas en las que Santa Fe era la capital de Antioquia para los españoles, hace más de 400 años: “Esta era la ruta Belmira-Santa Fe, y si caminas con mulas, carga y todo eso, necesitas un remanso para descansar, y eso era este vallecito, donde se empieza a formar el caserío”.

Afirma que el lugar antes se llamaba La Chapa, pero hace 67 años monseñor Miguel Ángel Builes estuvo allí “y al verlo tan lindo dijo que esto se tenía que llamar Horizontes y fundó la primera capilla con ese nombre”, apunta Adrián.

De las épocas de La Chapa sí tiene memoria Nabor Echeverri, uno de los veteranos del pueblo, con 78 años. Cuenta que las calles eran empedradas, la gente caminaba descalza y se iba por caminos para Sopetrán o Belmira: “Yo iba pegado de la falda de mi mamá a la misa, el padre nos miraba de espaldas y la iglesia era más grande y más alta”, relata al calcular que de esa época a la actual todo cambió.

Eunice Marín, oriunda de allí, lo reconoce como un poblado donde la gente es emprendedora: “Muchos vivimos en Medellín y tenemos casas acá para descansar o prestarlas a los amigos que vienen y no hallan dónde alojarse”.

María Graciano, líder comunal, resalta a la gente como solidaria y tranquila: “Por acá nos ayudamos entre todos, si hay un enfermo alguien presta el carro para llevarlo a Belmira o si un vecino tiene la pastilla se la pasa”.

En Horizontes, como otra peculiaridad, no hay puesto de Policía, ni cajeros de banco, ni un supermercado, mucho menos notaría, oficinas públicas y ni siquiera un puesto de Efecty o Gana: el mundo avanza a cámara lenta, como cuando se levanta la cabeza para ver las nubes.

Y en vez de números, en las puertas de las casas hay letreros que dicen “Hogar de la profe”, “Casa de Esteban” o “Las Flores de Ignacio”, este último un homenaje del padre a sus hijas a quienes ve como su jardín, porque hasta para esto tan sencillo hay un motivo inspirador, explica Adrián Vahos, el gestor de este proyecto, que nació hace unos seis años, cuando él quiso que a sus encantos Horizontes le añadiera la alegría del color. Y les propuso pintar los frentes de las viviendas.

“Empezamos unos pocos, y al ver cómo quedaban las fachadas se fueron sumando otros hasta que todas quedaron pintadas; más tarde surgió lo de los nombres y apellidos de las familias para reemplazar la nomenclatura. El resultado fue que hoy Horizontes, con la mayoría de casas de un solo piso, es tan colorido como Guatapé y tiene zócalos al mismo estilo de la población del Oriente.

Algo más para destacar de los horizonteños es su solidaridad, que se expresa en hechos como el trueque de productos agrícolas entre las veredas: “Tenemos un sistema en el que, por ejemplo, yo le doy hortalizas a una señora y ella me da aguacates o maíz, porque no todas las veredas producen lo mismo”, cuenta Gladimira Vahos, quien tiene una granja llamada La Elena, donde cultiva hortalizas y aromáticas, y además cocina en un recipiente que funciona con energía solar. Cada persona o cada lugar de Horizontes es una sorpresa. Y tal vez lo único triste de ir allí es tener que salir de nuevo, “porque siempre algo te llevas en el corazón”, dice Laura Vahos

150
personas viven en el poblado Horizontes, la mayoría adultos.
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