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Guadalupe, un pueblo para morirse de viejo

El municipio es el único en Antioquia que en tres años y tres meses no ha presentado un solo homicidio. Sus riquezas naturales lo proyectan como destino turístico.

  • 1. Por lo difícil del territorio, la mula sigue siendo elemento clave de transporte entre los campesinos. 2. Casa de la matrona Doña Pacha, con más de 150 años de antigüedad, resulta impecable e invencible frente al tiempo. 3. Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe y el kiosco. 4. El cementerio cerrado con candado y cadena.
    1. Por lo difícil del territorio, la mula sigue siendo elemento clave de transporte entre los campesinos. 2. Casa de la matrona Doña Pacha, con más de 150 años de antigüedad, resulta impecable e invencible frente al tiempo.
    3. Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe y el kiosco. 4. El cementerio cerrado
    con candado y cadena.
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13 de diciembre de 2017
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Asus cien años de edad (1960), algunos dicen que el mismo día de su nacimiento, otros que días después, murió doña Ana Francisca Restrepo Álvarez, “mamá Pacha”, uno de los seres más queridos y recordados del municipio de Guadalupe, en el norte de Antioquia.

Pasó su siglo en una enorme casa. La más bella, grande y colorida del pueblo. De gruesas y altas tapias; vigas, puertas y ventanas en maderas de comino, canelo y piedro; extensos patios en piedra, jardines siempre coloridos y un huerto sembrado de hortalizas y legumbres. La mansión parece detenida en el tiempo.

La casona, situada en un cruce de caminos reales entre Anorí y Angostura, fue levantada por sus padres Pascasio Restrepo y Susana Álvarez, miembros de una estirpe de arrieros y mineros, que colonizaron esas tierras de Antioquia en las primeras décadas del siglo XIX y que luego hicieron parte de la fundación del pueblo.

Alrededor de la casa de Doña Pacha nacieron otras, varias con balcones coloniales, hasta crear lo que hoy es Guadalupe, un pueblo donde, no obstante épocas difíciles, se llega a morirse de viejo, tanto que el últimos homicidio se presentó hace tres años y tres meses.

El hecho sucedido el viernes 15 de septiembre de 2015, cuando perdió la vida el subintendente de Policía Hernando David Cortés, víctima de una moto - bomba, activada por guerrilleros del frente 36 de las Farc, en el casco urbano de la población. Cortés recibió cristiana sepultura, el domingo siguiente, en el Cementerio Campos de Paz, de Medellín.

Entre nubes

La población fue levantada tan alta entre montañas, que buena parte del año, por un fenómeno atmosférico propio de la región, permanece oculta por un manto de neblina. Ni siquiera los días impolutos escapan de la niebla, algo extraño se revuelve en caños y filos mientras una fuerza invisible desaparece el pueblo y transforma todo en una nube blanca. Por su altura, desde el kiosco del parque principal, administrado por Camilo Barrantes, en los días de horizontes infinitos, la gente se deleita mirando hacia abajo para contemplar el vuelo de los gallinazos, que planean sobre cañones y cordilleras.

El viajero luego de serpentear montañas hasta llegar a Gómez Plata y pasar por Carolina se enfrenta a una carretera de vértigo y desfiladeros. En la mitad de la última subida, cuando se cree que no se llegará a ninguna parte, la vía pasa a ser una calle. Es la principal del pueblo.

En su costado oriental hay un cerro imponente que parece invitar a propios y extraños para que visiten su cresta, si es que tienes pulmones y fuerza para conquistarla. Se llama el filo Doña Pacha, en honor a la matrona.

“Cuando usted ve ese cerro dice llegué a Guadalupe”, señala Gabriel Restrepo, bisnieto de Doña Pacha, quien cada vez que puede deja toda obligación en Medellín para pasar sus días recorriendo los cuartos, corredores, jardines, huertos y la cocina, los cuales encierran historias de arrieros y mulas; duendes y brujas, guerras y pactos de paz en un pasado de más de 100 años.

“En esta cocina siempre hubo cuatro empleadas, se levantaban a las cuatro de la mañana a armar y asar arepas; pilar el maíz para el claro y la mazamorra y poner a hervir el cacao, la aguapanela y los frijoles en el fogón de leña. A las diez de la noche el fuego seguía ardiendo para la merienda”, recuerda Gabriel.

En esa casa grande nació en 1925 y pasó buena parte de su vida John Restrepo Álvarez (q.e.p.d), conocido como el “Mono de los Confites”.John dejó a la Pacha en su juventud para buscar fortuna en el comercio, actividad que dominó a al punto de convertirse en uno de los más grandes líderes de ese renglón de la economía en Antioquia y Colombia el siglo pasado. Aunque era capaz de negociar lo que fuera, jamás puso en venta la casa de la Pacha, el más grande tesoro de la familia.

El pueblo definitivamente tiene una forma de ser que lo hace especial. Todo el mundo te quiere saludar y te hace sentir como si fueras uno de los suyos. Parecen tan olvidados de la muerte, que el cementerio permanece cerrado con un candado que sella una gruesa cadena oxidada.

Godos y manzanillos

Para el año 1895 el obispo de Santa Fe de Antioquia, Juan Nepomuceno Rueda, por la prosperidad del caserío, ya convertido en el corregimiento El Higuerón, de Carolina del Príncipe, fundó la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, en honor a la virgen de Guadalupe, la misma que se le apareció cuatro veces al indígena mexicano Juan Diego Cuauhtlatoatzin, entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531.

Las figuras de los vitrales del templo, confeccionadas con la técnica clásica europea, con vidrios de colores y grisallas al horno, inspiradas en las visiones del indígena frente a la virgen, fueron pintadas y cortadas por el artista español Juan Arcos (fallecido), quien instaló su taller en Medellín en 1957. Este ahora es manejado por sus hijos.

La misión evangelizadora no fue fácil pues allí convivían, sin santa armonía, pero sí en paz, conservadores godos, de camándula colgando en el pecho con liberales manzanillos, que escuchaban misa y luego le sacaban el cuerpo al sacerdote. Contrario a los godos, los liberales sabían leer e interpretar el Viejo Testamento, asunto prohibido por la iglesia que rechazaba ambas cosas.

De esa estirpe de liberales es la rama de la familia de Cruz Magdalena Rendón Restrepo, a quien sus padres querían bautizar como María Magdalena, pero el sacerdote, se opuso y le cambió el nombre en la pila bautismal, porque sobre la tierra no podía prosperar otra mujer impura como la pecadora bíblica.

“Me cargó entonces con la cruz”, dice Cruz Magdalena, lectora consagrada. Tanto que a sus diez años ya leía a escondidas las obras de José María Vargas Vila, que lograban meter algunos liberales al pueblo, pese que las ideas del escritor eran consideradas como anatema por la iglesia.

Como buena liberal y fiel los consejos de libertad de sus padres y abuelos decidió que jamás se casaría joven, que conocería otros pueblos y ciudades y que luego, si era del caso, echaría anclas en algún lugar de la tierra. Con esos sueños abandonó su pueblo y aunque estuvo lejos, solo descansó cuando retornó a ayudar a los suyos como enfermera de un hospital que ni siquiera tenía médico.

“Entre muchos otros casos, atendí el parto 24 de una señora llamada doña Blanquita. Cuando le advertimos que no podía tener más hijos por los graves riesgos que correría ella respondió que era imposible porque su marido, que se llamaba Próspero, le advertía que él quería hacerle honor a su nombre teniendo hijos y no le permitía planificar. Le dije dígale a su marido que le haga honor a su nombre con otras mujeres, que para ese entonces era perfectamente posible. De nada le sirvió”, comenta Cruz Magdalena.

Eran tantos los hijos en una sola mujer y tantas las que llegaban al hospital en busca de ayuda por problemas con el embarazo que Cruz Magdalena se convirtió en una abanderada de la planificación familiar, actividad en la que se enfrentó al mismísimo monseñor Miguel Ángel Builes, quien en una visita al pueblo, le advirtió que la planificación familiar iba contra la voluntad de Dios y pecaba en gravedad quienes planificaran o promovieran la misma.

Esa noche, en el sermón que monseñor, a quien le repugnaba el Partido Liberal, se echó en el púlpito, dejó claro la suerte que correrían en el más allá las que planificaran en el más acá. Así, la mayoría de las mujeres no volvieron al hospital y la cosecha de niños, que se alimentaban de lo que su padres lograban con jornales de miseria, “pegados a la cola de un azadón, creció”, comenta Cruz Magdalena.

Ella, es dueña de una casa de corredores y jardines a la entrada del pueblo, donde conviven en santa paz tres perros, seis gatos, tres loras que no se callan y se burlan de los perros y las gallinas, tiene en su cabeza la historia de Guadalupe, sus poetas, pintores, escritores, los años de felicidad e historias de adioses y retornos.

Hoy muchos de los que partieron en décadas pasadas para educar a sus hijos en Medellín están retornando para terminar sus días en este remanso de paz, dice Germán Peláez, quien también vibra con el pueblo y sus gentes.

Futuro promisorio

Hoy los destinos de Guadalupe están en manos del alcalde Óscar Antonio Quiroz García, 40 años de edad, miembro de una familia de 14 hijos. Sustenta su programa de gobierno en un proyecto por la inclusión social, la convivencia y la educación.

Sueña, con razón, con un pueblo proyectado al mundo gracias a sus riquezas naturales, al turismo ecológico, a sus aguas cristalinas, embalses, al salto, su teleférico y, sobre todo, a la amabilidad de sus gentes. Vale la pena conocer la historia y disfrutar de la tierra de la Pacha.

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