Nelly Ospina, de 65 años, aprovecha la mañana del miércoles para adelantar su mudanza. Regala lo que no conservará y empaca aquello que va para la nueva casa, pero su viaje no será lejano: “nunca me iría del barrio. Voy para dos casas más allá. Uno viviendo toda la vida en este barrio ¿cómo se va a ir para otra parte de la ciudad?”, reitera Nelly.
Ella llegó a San Joaquín a finales de los 60, cuando el barrio aún se llamaba Los Libertadores: una urbanización construida por el ahora inexistente Instituto de Crédito Territorial (ICT). Sus padres fueron beneficiarios esta entidad pública que entregó casas a través de sorteos en diferentes zonas de la ciudad.
Hoy, San Joaquín sigue siendo un barrio de tradición familiar, habitado en gran proporción por personas mayores. Pero, poco a poco el comercio ha aumentado al igual que los edificios, reemplazando las viviendas de las familias que se fueron, y trayendo consigo jóvenes y niños.
Las casas que se conservan, señala Nelly, son la muestra de uno de los atractivos del barrio, pues estas “tenían patio interno y solar, eran para familias grandes, con niños, que llegaron acá luego de ganarse algunas de las casas”.
Y, aunque hoy las vías del barrio son pavimentadas o con adoquines, antes lo único construido eran las casas.
“Acá era el hipódromo y el estadio. Es más, creo que donde está mi casa ahora, eran las tribunas. Por eso cuando llegamos, aún había muchos potreros y mangas, y pocas casas tenían electricidad, en algunas se cocinaba en leña aprovechando el gran patio que tenían”, recuerda Nelly.